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    Poco involucramiento y concepción rentista, también del empresariado, afectan la “cultura del trabajo”

    Las críticas a la “falta de cultura” del trabajo en Uruguay tiene que ver, principalmente, con una percepción de escaso involucramiento con la función o las tareas que se realizan. También surgen porque “el cliente no siempre tiene razón”, es más, la tiene “en muy pocas ocasiones”. Otro motivo es la ausencia de una “auténtica cultura profesional”.

    Eso sostiene Marcos Supervielle, integrante del grupo de Sociología del Trabajo y de la Metodología Cualitativa de la Facultad de Ciencias Sociales, quien colaboró en análisis prospectivos sobre esta temática con la Oficina de Planeamiento y Presupuesto. Parte de sus aportes fueron recogidos en un ensayo publicado en la última edición de la Revista de Ciencias Sociales de esa casa de estudios. La cultura del trabajo está siendo encarada también en otras áreas del Poder Ejecutivo, que en setiembre de 2015 presentó una “directriz estratégica” para todo el período de gobierno orientada a “incrementar las competencias, capacidades, habilidades, la calidad del trabajo”, a la vez que reducir “brechas” laborales, educativas, territoriales, de género y de colectivos.

    La productividad es otro aspecto criticado respecto a la cultura del trabajo, afirma el sociólogo. En tal sentido, en el ensayo señala que es posible que los estándares considerados correctos por los trabajadores uruguayos sean bajos en relación con otros países. Esto tiene que ver con que la preocupación por la productividad, aun por parte de los empresarios locales, es “muy reciente y se da solamente en algunos sectores”.

    Paralelamente, afirma que el costo del trabajo parece ser una problemática que se expresa de diversas formas y refleja, muchas veces, la convicción de que no hay una cultura de trabajo sino exclusivamente una búsqueda de rentas. Sobre ese punto, Supervielle dice que en Uruguay la forma de propiedad dominante es la patrimonial, que tiene una fuerte conexión de sentido con una lógica rentista. Tal concepción —explica— tiene consecuencias importantes en cuanto a estrategias de estos empresarios para lograr nichos en donde sean monopólicos, y es relevante la relación que desarrollan con sectores políticos buscando situaciones “reglamentarias favorables, créditos en condiciones excepcionales o incluso disolución de deudas. Estos empresarios, históricamente, nunca estuvieron orientados a aumentar la productividad de sus empresas, y establecieron con los trabajadores y, eventualmente, con los sindicatos, relaciones (...) de tipo paternalista, como extensión del modelo familiar o, por el contrario, han buscado liquidarlos”.

    El sociólogo también identificó a una categoría de empresarios “especuladores” —que buscan insertarse en nichos en mercados volátiles, principalmente internacionales— y a otra, de “innovadores” o “integrados”, cuya estrategia consiste en la búsqueda permanente de nuevas actividades, procesos y servicios.

    Supervielle analizó la perspectiva del trabajo en Uruguay hacia el 2050, a partir de las tendencias históricas que identifican factores de cambio. Al respecto, augura un proceso de “singularización de los trabajadores” y una creciente exigencia de reconocimiento en el plano de las competencias individuales como de derechos. Sostiene que ya no se hablará de “la clase obrera” como una categoría o, al menos, perderá el carácter hegemónico que tuvo en el pasado, y aparecerán otras formas de referencia que pueden emerger de actividades laborales identificadas, como los programadores de la informática o que se encastran en el mundo del trabajo, como, por ejemplo, las categorías de género, los inmigrantes, etcétera.