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    Política de Estado

    La palabra es desvariar*. Sin duda.

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    Lo acaba de declarar el presidente Nicolás Maduro: “Porque lo que está haciendo o intentando hacer la triple alianza fascista de los gobiernos neoliberales de derecha antipopular, proimperialistas de Paraguay, Brasil y Argentina no tiene nombre. Ya no pueden cuestionar la Presidencia pro témpore de Venezuela en el Mercosur y ahora dicen que nos van a expulsar. Expulsar a nosotros. ¡Ja! Si nos sacan por la puerta nos metemos por la ventana, pero del Mercosur no saca nadie a Venezuela”.

    El hecho es que hace unos días Venezuela casi fue expulsada del Mercosur. En realidad fue expulsada a futuro. Hay una serie de compromisos a cumplir, pero el clave es el de la cláusula democrática (Protocolo de Ushuaia). Si Maduro impide que el referéndum revocatorio se haga este año, Paraguay se dará el gusto: Venezuela no seguirá en el Mercosur por no cumplir con el referido protocolo. Y si el referéndum se hace, se espera que los venezolanos echen a Maduro (por algo tratan de postergarlo). Entonces ya será otra Venezuela.

    Maduro debería estar contento: lo designaron presidente por un año del Movimiento de Países no Alineados (Mnoal). Son 120 países. El Mercosur son solo cinco (incluida Venezuela, por ahora) y la pro témpore es por un semestre.

    Sin embargo, la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, quien destacó lo importante que es el Mnoal, igual insistió en que Maduro sigue siendo presidente pro témpore del Mercosur. No debe ser fácil ser canciller con presidentes que no entienden que las relaciones exteriores involucran a todo el país, a la nación, y no por un determinado período, sino continuamente. No se trata de la política de un gobierno , sino de una política de Estado. Menos se trata de una política manejada según los humores y malhumores, las simpatías y antipatías y los intereses y compromisos o las veleidades del presidente de turno. Pobre Delcy, ¡hay que ser canciller de Maduro!

    La importancia del languidecente Mercosur es que en los últimos tiempos tomó cierta “fuerza” a partir de una especial “sintonía” entre presidentes: Lula y Dilma, los Kirchner, Tabaré y Mujica y Chávez y Maduro.

    Esa “sintonía” que se manifestó fuertemente en clave ideológica en los últimos 10 o 15 años incidió en el Mercosur, eso sí, desvirtuándolo totalmente en cuanto a sus fines originales. La suspensión de Paraguay y el ingreso de Venezuela, en forma grosera y prepotente, violando todas las normas, fue manifestación elocuente y efecto directo de esa “sintonía ideológica”.

    Pero ahora ese mismo Mercosur, en otra sintonía —cambiaron los directores de orquesta— pasa a ser la primera organización en cuestionar a la tal democracia venezolana. Autoritaria o no. Por eso le preocupa y vocifera Maduro. Tras el Mercosur vendrá la OEA (Luis Almagro afila los cuchillos).

    Cabe lamentar, asimismo, que en estos vaivenes del Mercosur el país que notoriamente ha quedado más mal ha sido el nuestro. Para empezar, ha quedado claro que no hay una política de Estado en materia de relaciones exteriores, y que estas se manejan según los antojos presidenciales, sus broncas personales (Tabaré vs. Kirchner, en la cual todos respaldamos a nuestro presidente), en disputa —ganando y perdiendo—, con la tozudez y la ortodoxia fuera de época del canciller (recordar todo lo bueno que frenó Reinaldo Gargano) y en función de los temores y manejos ante la interna frentista e incluso ante el PIT-CNT. También juega la lucha por el liderazgo, lo que explica lo de lo político por sobre lo jurídico y lo de lo jurídico por sobre lo político (¿y cuál es la política de Estado?). Todo eso además de alguna presión externa, que siempre las hay, y de Brasil —cuándo no— a veces con elegancia (Dilma con Mujica) o con prepotencia (José Serra con Rodolfo Nin Novoa).

    Uruguay la erró en todo. No defendió a Paraguay y además explicó la arbitrariedad con lo de que lo político prima por sobre lo jurídico del presidente Mujica. Este es notorio que no quiso enfrentarse a Venezuela, con la que además se sentía en deuda por “varias manos” de Chávez cuando repartía petrodólares y para hacerle el gusto a Brasil, que tenía necesidad “de que en Paraguay se llamara a elecciones”. Dilma lo manejó con dulzura: envió un avión que trasladó al prosecretario de la Presidencia a Brasilia y le explicó que los servicios de Cuba, Venezuela y Brasil habían descubierto un complot para sacar al presidente Lugo. Lo de José Serra fue mucho más grosero. Las cosas deben haber sido como las contó Nin, pero hubo que pedir disculpas o hacer aclaraciones (así es la diplomacia) y luego, en el marco de este proceso contra Venezuela, “abstenerse”. Quizá en “acuerdo” ya con Brasil y para evitar los insultos de Maduro y no caer en la categoría de “fascista, neoliberal, derechista antipopular y proimperialista”.

    No quedamos bien: lo de la “democracia autoritaria” pareció de chiste. Además, varias fuentes serias aseguran que lo de lo “jurídico por sobre lo político” fue una decisión tomada por el presidente Vázquez para diferenciarse de su correligionario José Mujica. Si fue así, decididamente no se puede someter la política exterior de un país a ese tipo de pugnas personales. El costo lo paga el país.

     

    * Desvariar: “Decir o hacer cosas incoherentes y sufrir alucinaciones, generalmente  como consecuencia de una enfermedad mental o de un estado pasional. Decir o hacer disparates o cosas insensatas o carentes de sentido común”.

     ¿Es o no la palabra?