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Los productores de arroz, comprometidos financieramente al recibir un precio por el producto que no compensa sus costos, recurren cada vez más al financiamiento externo para enfrentar sus compromisos, tanto con el sistema bancario como con los molinos o proveedores de maquinaria e insumos.
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Ernesto Stirling explicó a Campo que el endeudamiento del sector tiene dos vertientes. Por un lado, el financiamiento propio del cultivo, y por otro el de la maquinaria agrícola y eventualmente para capital de giro.
En lo que respecta al financiamiento del cultivo, las fuentes para obtener el dinero se dividen en un 35 % en el Banco República y el resto en otros bancos del sistema o en los propios molinos que financian un porcentaje importante del área.
El precio establecido al 30 de junio, para las variedades no americanas, fue finalmente de U$S 10,71, más U$S 0,46 por concepto de devolución de impuestos, a lo que debe restarse el pago de la cuota parte del Fondo Arrocero, que representa U$S 0,17. El saldo final es de U$S 11. “Con este precio no se pagan los costos”, aseguró el presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz. En el caso de la variedad Tacuarí, el precio final tiene U$S 1 más a su favor.
Stirling señaló que aquellos productores que son propietarios de la tierra y del agua, o aquellos que obtuvieron niveles muy altos de rendimiento, es posible que paguen los costos o que incluso puedan haber obtenido algún margen, pero que hay un porcentaje muy importante de productores que no los cubren. Afirmó no poder cuantificar todavía qué cantidad de productores quedaron en rojo en la última zafra debido a que se acaban de cerrar las cuentas al 30 de junio. Después en un período de 20 a 30 días se verá cómo queda el endeudamiento del sector productivo, porque el crédito se toma en julio y agosto y en las distintas etapas, como preparación de tierras, aplicación de fertilizantes, laboreo, riego y cosecha, se van sumando nuevos créditos. Al 30 de junio el arrocero ya tiene el producto realizado y la cuenta cerrada. Recién ve su saldo final, ya que además no solo tiene las cuentas del cultivo, sino también otros créditos que pueda haber tomado para maquinaria agrícola o capital de giro.
Para Stirling, todas las decisiones que el productor adopte respecto a tomar nuevas deudas debe planteárselas “en función de los escenarios que puedan venir y programar dentro de un panorama de dificultades”. Explicó que según su criterio “todas las inversiones que sea necesario hacer tienen que tener un recupero rápido, porque lo que no se recupere en un año, no sirve, ya que es un escenario distinto del que veníamos teniendo”.
Recordó que el arrocero, que tiene una productividad alta, obtuvo un valor estable por su producto en un escenario de costos crecientes, lo cual ya complicaba la situación. Pero que ahora, con una caída en los precios del entorno de los U$S 100 por tonelada, la situación se agrava aún más. “Cuando se observa un panorama de costos en alza donde las otras condiciones no mejoran, se deben tomar las previsiones correspondientes”, sostuvo, y recordó que en los años 1999 a 2003 que representaron un período crítico para el sector, las sucesivas “crisis” dejaron su “enseñanza” referida a que “en determinado momento las bonanzas tienen su límite y por tanto se debe trabajar en la medida de poder pagar las inversiones y no ser demasiado optimistas”.