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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáOtra joya oculta en Netflix, una plataforma dominada por las enredaderas y los arbustos de las series que han crecido desmedidamente hasta convertirse en segundas, terceras, cuartas, quintas temporadas, etc. La gran mayoría de los usuarios hoy en día prefiere la modalidad de imágenes encapsuladas por entregas (y hasta son capaces de digerir varios capítulos seguidos) antes que ver películas, que parecen haber quedado relegadas, a no ser que se trate de la última de los hermanos Coen o de Scorsese. En esta farmacia para adictos a las series no es fácil encontrar valiosas películas, y mucho menos que no sean anglosajonas. Pero hay que saber buscar. Así apareció On Body and Soul (Hungría, 2017), de la realizadora Ildikó Enyedi, sobre la extraña, complicada y complementaria relación entre un gerente de personal y una mujer que controla la calidad de los productos en un frigorífico actual de Budapest. Una historia que cuelga del fino hilo que separa la realidad de lo onírico. Y así también tenemos la maravillosa surcoreana Burning (2018), de Lee Chang-dong, que en cierta forma también presenta un naturalismo que puede desdoblarse en fantasmagoría y recibió el Premio Fipresci en Cannes a la Mejor película de la muestra oficial.
Un joven (Yoo Ah-in) se cruza por la calle con una muchacha (Jeon Jong-seo) que lo detiene y le pregunta, alegre y sonriente, si la recuerda. Resulta que de niños compartieron la zona rural donde el padre del joven tiene una granja. Admirador de Faulkner y en todo momento exhibiendo un rostro de asombro ante el mundo, el joven entabla una relación con la muchacha, que vive en un pequeño departamento y tiene un gato llamado Caldera, que nunca vemos y al que el joven debe alimentar en ausencia de la muchacha. Cuando esta regresa de un viaje del exterior le pide al joven, con quien ya tuvo un encuentro amoroso, que la recoja en el aeropuerto. Para asombro del joven, la muchacha llega en compañía de un risueño y enigmático sujeto (Steven Yeun, impecable) que viste muy bien, tiene exquisito gusto, un Porsche y un fastuoso departamento, pero intuimos que es un cagatintas de cuidado. Se instala el clásico triángulo amoroso: de un lado el escritor en ciernes que debe hacerse cargo de las vacas en la granja porque su padre parece amar los conflictos y siempre está ante un tribunal, del otro el millonario displicente y superado, y entremedio la muchacha.
Los restaurantes, los bares, los interiores de las casas con sus detalles nos cuentan de un mundo pulcro, ordenado. A su vez, el misterio entre los personajes y sus silenciosas motivaciones crecen en cada secuencia, también gracias a una música del compositor surcoreano Lee Sung-hyun (Mowg), experto en bandas sonoras, que calza a la perfección con lo que piden las imágenes y nos anuncia que algo pasará. No es común que el cine alterne entre ambientes urbanos y rurales cómodamente, que haya sin desgarros una búsqueda de belleza y al mismo tiempo de enrarecimiento. La granja del protagonista está cerca de la frontera y, cada tanto, como un murmullo poco claro y arrastrado por el viento, llega la propaganda de Corea del Norte. Hay una secuencia en la que los tres personajes contemplan un atardecer escuchando la trompeta de Miles Davis, que proviene del equipo de audio del Porsche, un momento que desborda delicadeza visual y también nos ahonda en el misterio. Lee Chang-dong, su fotógrafo y los actores emplearon más de un mes de rodaje para conseguir que la luz agónica, cuando ya se ha puesto el sol, rinda unos 10 minutos reales y efectivos, de modo que los personajes tengan un efecto de contorno y trazado, figuras apenas visibles.
No es casualidad que sobrevuele en toda la historia un aire a Haruki Murakami porque la película está basada, precisamente, en el cuento Quemar graneros, del libro El elefante desaparece (Tusquets, 2016) del escritor japonés. Hay un sutil cambio en la película: en lugar de graneros, son invernaderos.
Lee Chang-dong (Daegu, 1954) también dirigió Poesía para el alma (2010, mejor guion en Cannes), sobre una mujer que sufre Alzheimer, intenta comprender una barbaridad cometida por su sobrino y para redimir todo el dolor del mundo toma clases de poesía. Chang-dong también ha dirigido otras películas como Oasis (2002) y Sol secreto (2007), pero no se lo ve con demasiada frecuencia en la pantalla por dos razones: también es novelista y además fue ministro de Cultura del gobierno de Corea del Sur.