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El contexto en el que viven las personas da forma a su comportamiento y sus creencias. Así, los que crecieron en el Gran Depresión de los años 1930, por ejemplo, tienden a ser más cautelosos a la hora de asumir riesgos financieros. Aquellos que padecieron hiperinflaciones están marcados de la misma forma por la experiencia y son menos propensos a invertir en activos riesgosos. Un reciente trabajo académico, que incluyó a Uruguay, analizó cómo un entorno de inflación diferente altera el proceso de aprendizaje de los individuos.
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Para caracterizar cómo evoluciona el aprendizaje con los entornos económicos, un grupo de economistas, entre ellos los uruguayos Rodrigo Lluberas (Universidad ORT) y Jorge Ponce (Banco Central —BCU—), reunieron varios ensayos controlados aleatorios (RCT, por su sigla en inglés) en ciertos países y momentos en los que algunas personas recibieron información disponible públicamente sobre la inflación, como la tasa más reciente o la meta establecida por la autoridad monetaria. La medida en que los individuos ajustan sus expectativas a esos datos habla de su proceso de aprendizaje y de su conocimiento previo sobre la inflación. Dicho de otro modo, cuando los agentes le dan mucho peso a la información recibida, esto indica que es nueva para ellos, una señal de haber estado desatentos a la inflación reciente; cuando los individuos ya están al tanto sobre la dinámica de los precios al consumo, la información que reciben debería tener pocos efectos sobre sus creencias. La fuerza de la respuesta de las expectativas a la información provista de manera exógena, por lo tanto, está asociada directamente a la falta de atención de los agentes, explican los autores.
El estudio, titulado Dime algo que no sepa ya: aprendizaje en entornos de baja y alta inflación y publicado este mes por Becker Friedman Institute for Economics de la Universidad de Chicago, constató que, a medida que la inflación ha aumentado a niveles históricamente altos en los últimos años, las familias y las empresas en Estados Unidos (EE.UU.) y en la zona del euro están más informadas sobre el aumento de los precios y, por lo tanto, responden menos a los “tratamientos de información” relacionados con la inflación. Como el panorama económico ha cambiado, también lo ha hecho el grado de falta de atención de las personas o las empresas a su entorno; estos resultados complementan otras investigaciones recientes.
Los autores también analizaron los efectos de los RCT en países donde la inflación ha sido “consistentemente alta” (Uruguay) y baja (Nueva Zelanda), así como lo que sucede cuando los mismos agentes reciben información reiteradas veces en entornos de inflación alta y baja (Italia). Los hallazgos respaldan los modelos según los cuales la falta de atención es un resultado endógeno, que depende del entorno económico.
Uruguay
Desde 2017 y hasta mediados de 2023 la inflación anual en Uruguay promedió alrededor de 8% y nunca estuvo por debajo de 5%. “Este nivel de inflación se ha sostenido desde mediados de la década de 2000 y está un poco por encima del rango objetivo” de inflación fijado por el BCU, que es de 3%-6%. “Curiosamente —agrega la investigación—, solo hubo un leve aumento entre 2021 y 2023” y mostró que fue “transitorio”. Por lo tanto, a diferencia de EE.UU. y de las economías de la zona euro, Uruguay “puede caracterizarse por haber experimentado una inflación alta constante (según los estándares de las economías avanzadas) durante todo el período” de análisis, enmarca.
Junto con las encuestas de expectativas del Instituto Nacional de Estadística, en cuatro momentos en años recientes, a un subconjunto de empresas seleccionadas al azar se les proporcionó el dato de la inflación en los últimos 12 meses o la meta del BCU, mientras que a otras no se les proveyó información. Antes de aplicar estos “tratamientos de información”, se pidió a todas las firmas que dieran una proyección de inflación para los próximos 12 meses.
Los efectos del tratamiento escalados en las expectativas de inflación a corto plazo resultaron consistentemente cercanos a cero en magnitud. En otras palabras, el estudio no encontró cambios en la “desatención de las empresas en Uruguay. A lo largo de la muestra, parecen estar bien informados sobre la inflación y la política monetaria”, de modo que, cuando se les proporciona información, no cambian sus pronósticos. “Este ‘efecto cero’ de los tratamientos de información sobre la inflación es precisamente lo que uno esperaría de los agentes que viven en un entorno de alta inflación: son constantemente atentos y ya informados sobre la inflación y la política monetaria”, sintetizan los investigadores.