Ni siquiera jugando en su país y ante su público, el norirlandés Rory McIlroy pudo la semana pasada revertir uno de los peores momentos en su carrera desde que en 2007 ingresara al profesionalismo. En el Abierto de Irlanda, disputado entre el jueves 27 y el domingo 30 de junio en el Carton House Golf Club, ubicado en las afueras de Dublín, torneo en el que finalmente se impuso el inglés Paul Casey, McIlroy no superó el corte clasificatorio tras los primeros 36 hoyos. Dos pobres tarjetas de 74 y 72 golpes lo dejaron fuera de la competencia ante la desazón del público y de los propios organizadores.
Fue este el tercer torneo del European Tour en lo que va del año en el que el norirlandés no supera el corte. Su actuación en el abierto de su país, es acorde al rendimiento que ha tenido en lo que va de la temporada, en la que apenas destaca un segundo puesto en el Valero Texas Open del PGA Tour en abril.
El joven de la risa permanente ya no se ríe tanto. Basta observar su rostro apenas termina una ronda para comprobar el mal momento deportivo que enfrenta el número dos del ranking mundial.
“En estos momentos ningún aspecto de mi juego está fuerte y siento que estoy totalmente perdido”, reconoció. “En la zona de práctica hay confianza, puedo pegar todos los tiros, pero cuando salgo a la cancha, esos golpes parecen no estar allí”, declaró. “Lo único que puedo hacer esta semana es agradecer el apoyo y el cariño de tanta gente, ya que no es habitual que juegue frecuentemente en mi país”, agregó. “Confieso que no es fácil jugar ante mi gente porque ellos sienten cada tiro mío como si fuera propio y eso es una enorme presión para cualquier golfista. Si hago un birdie inmediatamente siento la ovación, pero si fallo un putt corto enseguida escucho la desaprobación, por eso es tan difícil manejar esta situación”, confesó un apesadumbrado McIlroy antes de retirarse del club tras su decepcionante actuación.
Su segundo puesto en el ranking mundial corre serios riesgos luego de siete meses sin victorias. Su último triunfo fue en el Dubai Open en noviembre del año pasado.
Cabe recordar que entre agosto del 2012 y marzo del 2013 McIlroy estuvo en lo más alto del escalafón mundial, siendo el golfista más joven en alcanzar dicha posición desde que se realiza este tipo de medición.
Todavía recorren el mundo del golf, veinte días después, las imágenes de McIlroy doblando su pitching wedge en la cuarta ronda del último US Open en Merion, luego de tirar su pelota a un hazard con el segundo tiro en el hoyo 11, que terminó con un terrible cuádruple bogey.
Niño prodigio
Impulsado por su padre, McIlroy tuvo el primer contacto con el golf a los dos años. Desde tan temprana edad ya pudo observarse que el joven Rory había nacido para este deporte. A los tres años pegó un drive de 40 yardas, mientras que a los nueve hizo su primer hoyo en uno. Precisamente en esa época llegó el primer destaque a nivel internacional, al ganar el tradicional World Championship de Miami, Estados Unidos.
Ya con hándicap cero, en el 2002, ganó el Ulster Boys Championship. Dos años más tarde, integrando el equipo europeo, conquistó la Junior Ryder Cup, mientras que al año siguiente jugó el primer torneo del European Tour de profesionales.
Finalmente, tras una exitosa carrera como amateur llena de títulos y récords, se hizo profesional en setiembre del 2007 debutando en el British Masters disputado en The Belfry, Inglaterra. En el 2009 llegaría su primera victoria en el campo rentado al ganar en Dubai Desert Classic, convirtiéndose además en el golfista más joven en obtener la tarjeta oficial del European Tour.
Contrato millonario
“Desde que gané el Abierto de los Estados Unidos, en junio del 2011, sentí que había dado un salto de calidad en mi juego”, declaró entonces un radiante McIlroy. Vale recordar que ese fue el primer Major logrado en su carrera en el Congressional Golf Club de Maryland. En dicho certamen estableció el récord de 268 golpes para los 72 hoyos en dicha competencia, superando marcas que anteriormente estuvieron en manos de Jack Nicklaus y Tiger Woods. Luego llegaría su segundo Major con la conquista del PGA Championship disputado en el Ocean Course de Kiawah Island, en Carolina del Sur, Estados Unidos.
Fue en esos tiempos que la empresa norteamericana Nike, buscando recuperar la imagen ante la caída estrepitosa de su mayor figura, Tiger Woods, por problemas extra golf, salió a contratar al joven norirlandés, la nueva estrella del golf mundial.
Así fue que llegó una propuesta difícil de rechazar: 250 millones de dólares por un período de diez años. Finalmente, a la edad de 23 años en enero del 2013, McIlroy firmó con Nike. El contrato incluía para el golfista el uso de palos, pelotas, zapatos, guantes, vestimenta, gorros y accesorios, todo con el logo de la pipa.
Curiosamente, por más que McIlroy lo niegue, ahí comenzaron los problemas. El cambio de las herramientas de trabajo de un golfista no es tarea fácil y lleva un tiempo para que todo vuelva a acomodarse. Así le pasó a Tiger Woods cuando pasó de jugar con palos Titleist a Nike, período cercano a los dos años donde el número uno del mundo estuvo muy errático. Y al igual que en el caso de Tiger, buscando justificaciones para el mal momento, ya comenzaron los cambios en el equipo de McIlroy. Por ejemplo, ya cambió de manager, por lo que habrá que ver ahora, si corren la misma suerte su caddie y luego el profesor.
“Me siento muy cómodo con mis palos, no creo que pase por ahí mi rendimiento actual”, respondió el norirlandés a una pregunta que le fue formulada en la conferencia de prensa en el Carton House. “Cuando uno sale a la cancha y estrena palos, hay una lógica ansiedad y expectativa ante lo que puedes llegar a realizar y lo que no. Además tengo un driver nuevo en mi bolsa, el cual sinceramente no es el 100% de lo que buscaba, por lo cual tendré que pasar un buen tiempo en la zona de práctica”, agregó el joven golfista.
En la conferencia, McIlroy confirmó además, que no participará en los próximos abiertos de Francia y Escocia, retomando la actividad competitiva recién en el British Open a disputarse en Muirfield, Escocia, a mediados de julio.
A pesar de ser un joven de apenas 24 años, McIlroy hace tiempo que no juega por dinero. Como él mismo ha dicho: “yo juego por títulos, no por dinero”. Sus ganancias solamente en premios oficiales, sin contar los ingresos por publicidad, le permiten vivir sin sobresaltos por el resto de sus días. Sin embargo, como jugador de primer nivel, el norirlandés mantiene intacta su competitividad, sus ansias de gloria. Habrá que ver si logra superar lo antes posible este mal momento. Se trata de un jugador de enorme talento, por lo cual, una sensación, una buena ronda o una ayuda técnica, pueden alcanzar para devolverlo a los primeros planos del golf mundial.