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    Ruidos molestos que se generan en las veredas de los boliches son “un gran problema” que la Intendencia no sabe “cómo resolver”

    “¿Con qué norma te prohíbo que te sientes en la vereda a fumar y conversar?”, cuestionó el director de Inspección General de la IMM; para la defensora del vecino, “las normas están” y hay que “aplicarlas”

    Son las dos de la mañana y la noche recién empieza. Antes de las seis no hay esperanza de que pare la música. Vivir al lado de un boliche puede convertirse en una pesadilla para los vecinos desafortunados que no logran pegar un ojo en toda la noche.

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    Los inspectores municipales reciben decenas de denuncias cada mes por ruidos molestos y obligan a los boliches a bajar el volumen, hacer proyectos de aislación acústica y hasta clausuran a los desobedientes.

    Sin embargo, en los últimos años se ha extendido entre los clientes la costumbre —impulsada por la prohibición de fumar dentro de los locales— de instalarse en la puerta de los boliches o pubs, con lo cual ponen en un “brete” a los inspectores.

    “Antes el ruido provenía de adentro de los boliches pero ahora el ruido viene de la calle”, explicó a Búsqueda el director de Inspección General de la Intendencia de Montevideo (IMM), Diego Banizzi. “Es el gran problema que tenemos ahora, y es un tema muy complicado, de muy difícil solución”, reconoció.

    La defensora del vecino, Ana Agostino, contó que muchos de los reclamos que le llegan “no tienen que ver con lo que ocurre adentro del boliche sino con lo que pasa en la vereda”. “Es un fenómeno cultural nuevo el de la calle hasta altas horas de la noche” que “está muy asociado a la prohibición de fumar dentro de los locales”, señaló.

    En los últimos cuatro meses la Intendencia recibió 226 denuncias por ruidos molestos. Los inspectores aplicaron 45 multas, que rondan las 10 unidades reajustables (unos $ 7.600).

    Cuando se presenta una denuncia, un inspector concurre al domicilio y mide desde el interior la intensidad del ruido. Si supera los 39 decibeles y proviene del boliche, la respuesta es sencilla. La primera vez se multa al local. La segunda, se le intima a presentar un proyecto de aislación sonora. A la tercera reincidencia, se lo clausura.

    En estos casos, el procedimiento “ha mejorado muchísimo”, aseguró Banizzi. “Tenemos un protocolo bien claro, y somos intransigentes: o haces el proyecto de aislación o te cerramos”.

    ¿Pero qué ocurre cuando el ruido proviene de la calle? La respuesta es más difícil. “Dentro de los locales los podemos obligar a muchas cosas, pero en la vía pública estamos muy acotados”, explicó Banizzi. “¿Con qué norma te prohíbo que te sientes en la vereda a fumar y conversar?”.

    “Las normas están”.

    Para la defensora del vecino, las manos de la Intendencia no están atadas. Por un lado, la normativa municipal prohíbe causar ruidos molestos “cuando por razón de la hora, el lugar o su intensidad afecten a la población en su tranquilidad y reposo”. Además, prohíbe las “manifestaciones ruidosas” y en general “todo exceso que perturbe o moleste” a la entrada o salida de salas públicas o privadas.

    “Creemos que esta norma se puede aplicar”, afirmó Agostino.

    El digesto municipal prevé además que pueden responder “solidariamente” con los que causan ruidos “quienes colaboren en la comisión de la infracción o la faciliten”.

    “Quien le vende alcohol a una persona que después sale y lo toma afuera, está contemplado en esta norma”, consideró la defensora. “Las normas están”, insistió, aunque sea “difícil aplicarlas”.

    En su opinión, “la reunión de la gente en la vereda frente al local está asociada a que ellos están ahí”, y los bares “tienen la posibilidad de vender más allá del número de personas que podrían entrar dentro de su local”.

    La contaminación acústica está entre las principales quejas que recibe la Defensoría. Con el objetivo de trabajar en una nueva legislación para recomendar a la Intendencia, la defensora se reunió con el servicio Inspección General, con la Policía, con el fiscal de Corte, Jorge Díaz, con la Institución Nacional de Derechos Humanos y con los dueños de varios boliches.

    “Queremos consultar a todos los actores para elaborar un documento con una muy buena fundamentación”, explicó Agostino, quien abordó el tema de los ruidos molestos como prioritario.

    Tras la ronda de entrevistas, Agostino está convencida de que “el actor principal es la Intendencia”. “No es un tema para resolver a nivel de la Policía o de las Fiscalías, es un tema que tiene resolución administrativa”, afirmó.

    Soluciones.

    Pero el director de Inspección General piensa que es “medio traído de los pelos” aplicar las normas para hacer responsable al dueño del local. Muchos jóvenes “ni siquiera están consumiendo en el boliche” sino que compran las bebidas en otro lado —más baratas— y se quedan afuera.

    “Me parece que al dueño no le sirve que estén afuera, le sirve que estén adentro, consumiendo. No sé qué grado de responsabilidad le podés imputar por lo que pasa en la calle”, cuestionó.

    Para Banizzi, en esos casos debe intervenir la Policía, ya que se trata de un tema de “orden público”. Pero “la Policía dice que tiene cosas más importantes que hacer que andar dando vueltas en los boliches diciéndole a la gente que no grite”.

    En definitiva, las autoridades están “en un brete”, reconoció Banizzi. “Lo estamos estudiando, no sabemos cómo resolverlo”.

    Banizzi dijo que Inspección General está analizando desde hace tiempo el tema y ha creado comisiones de trabajo para buscar soluciones. Una posibilidad que estudió fue crear zonas exclusivas para boliches, pero se descartó porque generó resistencia entre los ciudadanos. “¿Por qué no puedo tener un bar en mi barrio?”, les planteaban.

    También pensaron en fijar horarios más estrictos para que los boliches cierren más temprano, pero eso tampoco convence a las autoridades: “Es como decirle a la gente a qué hora puede bailar”, opinó.

    Ahora, Inspección General evalúa “ponerse más estricto con la viabilidad de uso” y exigir que no haya casas “pegadas” al boliche para conceder una habilitación.

    “Son temas complejos que involucran a la juventud y su derecho a divertirse y el derecho de los vecinos a descansar. No es fácil conjugar esas dos cosas”, señaló.

    Para la defensora, “sigue habiendo un desconocimiento del daño que causa la contaminación acústica”.

    “Se ve como intolerancia de los vecinos, o que la gente tiene mala onda”, señaló. “Pero en algunos casos pasan varios días sin poder dormir”. El impacto a la salud es tal “que en algunos países se habla de violencia acústica”, afirmó. En Uruguay a ese fenómeno “todavía no se le da importancia”. Pero, insistió, “es un tema de salud pública”.