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Cantaba sentado detrás de una mesa, con el vaso de whisky y el paquete de cigarrillos Parliament al alcance de la mano. Se vestía todo de blanco o todo de negro, con collares largos y la melena blanca peinada hacia atrás. El público le respondía con un saravá cuando hacía una pausa en su canto recitado, porque Vinicius de Moraes se había convertido en una especie de “gurú” de la bossa nova. Él renovó la canción brasilera con una nueva forma de “decir” el amor y con nuevos ritmos que armonizaban con su lírica coloquial, sensual y sugerente.
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“Bossa nova es más una mirada que un beso; más la ternura que la pasión; más un recado que un mensaje. (...) Es la nueva inteligencia, el nuevo ritmo, la nueva sensibilidad, el nuevo secreto de la juventud de Brasil”, dijo Vinicius sobre esta propuesta que produjo un quiebre no solo en lo musical, sino en la cultura en general.
Fue uno de los cantantes brasileños más populares en su país y también en el Río de la Plata, donde brindó recitales memorables en Buenos Aires y Punta del Este junto a Toquinho, María Bethania y María Creuza. Fue además un enamorado compulsivo y un hombre siempre melancólico, un bohemio que desentonaba en su trabajo como diplomático, un poeta religioso que le terminó cantando a la mujer sensual, y un padre amoroso, aunque ausente. Esta vida de contrastes alimentó el “mito Vinicius”, que este año Brasil está reviviendo con varios homenajes al cumplirse el sábado 19 los cien años de su nacimiento.
Había nacido en 1913 en Rio de Janeiro en una familia pudiente. “Yo cantaba antes de hablar”, dijo Vinicius en una entrevista que acompaña el libro “Antología sustancial de poemas y canciones”, publicado este año por Adriana Hidalgo. “La parte musical tiene mucho que ver con mi madre. Porque ella tocaba piano y cantaba mucho todas las tardes. Las primeras canciones que escuché, los primeros tangos argentinos, fueron de ella. (...) Me acuerdo muy bien de ella cantando ‘Caminito’”.
Vinicius estudió Derecho, pero no tenía vocación de abogado. En sus primeros años universitarios se unió a un movimiento de inspiración católica, Integralismo Nacional, emparentado con el fascismo italiano. Luego se fue a Oxford con una beca para estudiar lengua y literatura inglesa, y a su regreso fue su primera esposa, Beatriz Azevedo de Mello (“Tati”), quien lo hizo apartarse de aquella línea ideológica, que finalmente abandonó del todo cuando en 1940 conoció al escritor estadounidense y militante comunista Waldo Frank, con quien realizó un viaje por el nordeste brasileño. De ese viaje por el Brasil desconocido regresó con ideas más cercanas a la izquierda.
También fue su esposa Tati quien lo impulsó para que ingresara en la carrera diplomática: “Creo que realmente mi gran vocación era ser vagabundo”, confesó en la entrevista. Como diplomático vivió en Los Ángeles de 1946 a 1950, donde estudió cine con Orson Welles y Gregg Toland. “Dos cosas me interesaban de allá: una era el cine y la otra el jazz”, dijo. También la diplomacia lo llevó a París, donde permaneció entre 1953 a 1956.
Desde su juventud tuvo inquietudes culturales y promovía tertulias en el Café Vermelhinho en las que participaban poetas e intelectuales como Oscar Niemeyer. Su primer libro de poemas lo publicó en 1933 y eran versos “torturados, católicos a la manera simbolista”, como los calificó un crítico. Dos años después llegó su segundo poemario “Forma e Exegese”, por el que obtuvo el premio Felipe d’Oliveira: “Era muy joven, 21 o 22 años, y era mucho dinero, un dinero que no se acababa más. Aquello realmente se me subió a la cabeza”, recordó el poeta.
En 1954 escribió “Orfeu da Conceição”, una obra de teatro en la que adaptó el mito griego de Orfeo y Eurídice al carnaval brasilero. A Vinicius le había quedado grabado lo que Waldo Frank le había dicho en su viaje por Brasil: que el aire de las favelas era el que emanaba de las tragedias griegas. Finalmente, con música de Antonio Carlos (Tom) Jobim, la obra confirmó la idea de que Vinicius era “el blanco más negro de Brasil”. Una nueva versión musical se presentará en Broadway este año como parte de los festejos por el centenario del autor.
La película “Orfeo negro” llegó en 1959, dirigida por Marcel Camus. En su banda sonora integró “A felicidade” y “Manha de Carnaval”, de Tom Jobim y Luiz Bonfá, temas que llegarían a ser clásicos del bossa nova. La película ganó la Palma de Oro en Cannes y en 1960 los premios Oscar y Globo de Oro a la mejor película en lengua extranjera.
En los años 60, Vinicius comenzó a componer “afrosambas” con el músico Baden Powell, pero la mayor influencia en su música la tuvo de Jobim: “Tuvo realmente mucho coraje para quebrar los tabúes y empezar una investigación nueva. Por todo eso, cero que si hay un hombre que haya sido el creador de la bossa nova, fue él”, afirmó el poeta en la entrevista.
Como diplomático Vinicius vivió en Montevideo en 1957 y años después el Río de la Plata sería uno de los lugares elegidos para sus espectáculos. En La Fusa de Buenos Aires grabó un long play que se volvería legendario. En plena dictadura militar, escuchar a Vinicius era como un bálsamo. Así lo contó en una entrevista con Búsqueda Liana Wenner, autora del libro “Nuestro Vinicius”, en el que recoge el éxito rioplatense del cantante: “Fue como una bocanada de amor hacia el otro, algo muy vital. A fines de los 70 escuchar ‘La Fusa’ me conectaba con la belleza, era como una dimensión solar de la existencia”.
Vinicius ejercía algo magnético en el escenario, tenía un poco de trovador y un poco de profeta que hablaba de los placeres sencillos de la vida, como lo hizo cuando presentó en La Fusa su canción “Tarde en Itapuá”: “La hicimos con Toquinho en una tarde de total vagabundeo por esta maravillosa playa de Bahía, en traje de baño, chupando una cachaçinha, a veces bebiendo un agua de coco. Y después con la mirada perdida en el encuentro de tierra y mar, parece que sentimos toda la tierra rodar”.
No se puede recordar a Vinicius sin pensar en las mujeres, en las garotas y mininas, porque él fue un adicto al amor: “Yo siempre digo que a mí me salvaron las mujeres”, explicaba el poeta. Y algunas mujeres lo salvaron y otras le trajeron problemas, porque él tuvo para elegir. Pasó por nueve matrimonios, algunos muy efímeros, y por innumerable relaciones amorosas. El matrimonio más controvertido fue con Gesse James, quien lo llevó hacia el candomblé y el hippismo cuando ya Vinicius tenía 60 años.
Le gustaba componer mientras se daba baños de inmersión y también recibir en esos momentos a otros músicos y a la prensa. La madrugada del 9 de julio de 1980, Vinicius estaba en la bañera de su casa en Rio. Allí murió a los 66 años, tal vez entonando: Tristeza não tem fim/ Felicidade sim.