N° 1931 - 17 al 23 de Agosto de 2017
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa reforma laboral aprobada en julio en Brasil finalmente ha comenzado a agitar las aguas en nuestro país, con declaraciones tanto de empresarios, sindicalistas y varios ministros de Estado. Algo parecido ocurre en Argentina, aunque por ahora el tema allí no tuvo tanta relevancia, quizás por el impacto que tuvieron las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) que se llevaron a cabo el domingo 13.
Lo concreto es que el gobierno del presidente Michel Temer logró aprobar, luego de enfrentar tres paros generales y de introducir varias modificaciones, un conjunto de cambios a las normas laborales con el objetivo de mejorar la competitividad de la economía brasileña y facilitar la contratación de personal. Los cambios más relevantes que entrarán en vigencia antes de fines de este año apuntan a que los acuerdos colectivos a nivel de las empresas prevalecerán respecto a las disposiciones legales; se flexibiliza el régimen de vacaciones y los horarios de trabajo (pudiendo llegarse a jornadas de 12 horas siempre y cuando las mismas sean seguidas de descansos de al menos 36 horas); se permite el pago del salario por hora o por día pero ya no en forma mensual; se flexibilizan las condiciones de despido; se crea la figura del “trabajador autónomo”; se reglamenta el trabajo desde la casa y se elimina la obligatoriedad del aporte sindical que pasaría a ser voluntario, entre otros aspectos.
Con estos cambios, el gobierno de Brasil apunta, por un lado, a mejorar la competitividad y productividad de las empresas y, por otro, a comenzar el ineludible proceso de adaptación a los cambios tecnológicos que ya está generando lo que se ha dado en llamar la cuarta Revolución Industrial (donde factores como la inteligencia artificial, la robótica y la automatización, el Internet de las cosas, la impresión en 3D, la sharing economy, entre otros, están alterando sustancialmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos).
Siendo Brasil la economía dominante del Mercosur, la preocupación que desde diversos ámbitos se comenzó a manifestar en los últimos días tanto en nuestro país como en Argentina respecto a las consecuencias de estas reformas es totalmente lógica. Si a las economías de escala que el tamaño de su mercado ya de por sí naturalmente le otorga, se agrega un mercado laboral mucho más flexible y aggiornado respecto a los desafíos que imponen las nuevas formas de organizar la producción y el trabajo, las ventajas competitivas de la economía brasileña se multiplican, tanto dentro del bloque regional como en terceros mercados. Y si Brasil persiste por este camino, y el resto de la región queda anclada en el pasado, es fácil anticipar en dónde se van a crear los nuevos empleos y hacia dónde se dirigirán las nuevas inversiones.
Por más que rechine desde el punto de vista ideológico tanto al gobierno como a los sindicatos, la realidad obligará a que las actuales relaciones laborales en Uruguay cambien para adecuarse a las nuevas tecnologías y formas de organización de la producción. Estas trascienden cualquier ideología, y no se van a detener mientras se sigue debatiendo si retrocedemos a la precariedad de los años 90 o dos o tres siglos, como señaló el ministro de Trabajo, Ernesto Murro.
El problema es harto complejo, y encasillarse desde el punto de vista ideológico no va a ayudar en nada a encontrar alguna solución a los desafíos que se plantean, para poder adaptarnos mejor a las nuevas realidades.
Como ha destacado recientemente el director de la Oficina de la OIT para Argentina, Pedro Furtado de Oliveira, “el mundo del trabajo está cambiando de manera acelerada, y no solo por el ingreso e impacto de las nuevas tecnologías, sino que a ello se suman las formas atípicas de empleo, que incluyen el empleo temporal, a tiempo parcial, por medio de una agencia, la relación de trabajo multipartita, el empleo encubierto y el empleo por cuenta propia económicamente dependiente”.
Pretender seguir con esquemas de relaciones laborales rígidas, en un sector que está cambiando a una gran velocidad y que lo hará de manera mucho más acelerada en el futuro inmediato y mediato, carece de toda racionalidad y lógica. Aquellos que comiencen a adaptare más temprano irán ganando ventajas en competitividad que serán cada vez mayores. El mundo no va a parar, como quería Mafalda para poder bajarse. Cuando antes lo entendamos, mejor.