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    Sin dramatismo, por ahora

    N° 1960 - 08 al 14 de Marzo de 2018

    Al hablar esta semana en un desayuno organizado por la Cámara Oficial Española de Comercio, Industria y Navegación, el presidente del Banco Central, Mario Bergara, señaló que el país no está viviendo una situación dramática. Esa afirmación fue referida a la evolución de la inflación, del empleo, del déficit fiscal y del tipo de cambio, lo cual sin duda que es así a escala global, particularmente mientras la situación bilateral de precios con Argentina y Brasil se mantenga en valores similares a los actuales y el financiamiento externo continúe siendo abundante como hasta ahora.

    La realidad “macro” en materia de crecimiento del PBI, resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos y el nivel de inflación, efectivamente no da para generar mayores preocupaciones a corto plazo, aunque sin duda que el nivel del déficit fiscal sí. De ahí el énfasis que el segundo gobierno de Tabaré Vázquez ha puesto sobre este tema desde el inicio de su gestión, con una seguidilla de “mini-ajustes” fiscales por la vía de suba de impuestos y de tarifas públicas, más allá de que el resultado obtenido haya sido decepcionante.

    El gobierno cuenta a su favor con una situación de caja excelente y un perfil de deuda muy bueno, tanto en materia de plazos como en su composición por monedas y por tasas de interés, lo que le permite desde el punto de vista financiero manejar la coyuntura sin ningún tipo de urgencias. Además, la situación del sistema financiero local es muy sólida y no tiene nada que ver con lo que fue el caso antes de la crisis del año 2002.

    El cambio en la situación regional desde mediados de 2016, especialmente en lo que tiene que ver con Argentina, ha sido otro factor básico que le ha dado oxígeno al Poder Ejecutivo, ya que permitió tanto que el nivel de actividad comenzara a crecer luego de prácticamente un año y medio de virtual estancamiento como que la inflación se redujera de manera significativa y entrara al rango meta en marzo del año pasado y se quedara ahí durante prácticamente un año.

    El problema radica en que a pesar de que efectivamente desde el punto de vista financiero la situación actual no presenta ningún dramatismo, desde el punto de vista económico han comenzado a aparecer algunas fisuras en los cimientos que, si no se contienen y revierten a tiempo, pueden hacer sucumbir todo el edificio de la economía uruguaya. Las fisuras que han aparecido tienen que ver en primer lugar con la pérdida de competitividad y rentabilidad de la mayoría de los sectores privados, particularmente de los exportadores hacia fuera de la región, dejando de lado las plantas de celulosa. También con el hecho de que el consumo y en menor medida las exportaciones han sido los puntales del crecimiento en un contexto donde la inversión cae y de que el empleo sigue cayendo a pesar de que el nivel de actividad global se expande.

    Y todo esto ocurre además en un contexto donde la política económica, que desde hace muchos años viene siendo una “frazada corta” que ha perseguido más objetivos que los instrumentos de que dispone, se ha vuelto mucho más “corta” aún, ante el aumento del déficit fiscal y del gasto público, la falta de desindexación de la política salarial, y la inexistencia de avances en materia de apertura externa de la economía.

    Dado que el gobierno por ahora no tiene ninguna urgencia financiera, los “tiempos políticos” llevan a pensar en que lo más probable sea un mantenimiento del actual statu quo, donde no habrá ninguna contribución relevante de la política económica que ayude a contener y revertir las fisuras que han aparecido en los cimientos de la economía uruguaya, que hacia adelante lucirá cada vez más desbalanceada.

    Varias interrogantes surgen en la actual coyuntura. ¿Podrán los sectores adversamente afectados por la pérdida de competitividad y rentabilidad “aguantar” dos años más hasta que eventualmente un nuevo gobierno decida cambiar radicalmente la actual política económica? Si un número suficientemente alto de empresas y puestos de trabajo se quedan por el camino en poco tiempo, ¿podrá el gobierno seguir en piloto automático gastando como si no pasara nada? ¿Logrará el gobierno actual “entregarle” el problema a su sucesor, o la situación externa a nivel de tasas de interés y flujos de capitales llevará a que el ajuste se deba hacer antes del 1º de marzo de 2020? ¿Alguien puede pensar en invertir a mediano y largo plazo, asumiendo que la actual estructura de precios relativos y los actuales niveles de costos, precios y salarios en dólares son de “equilibrio” y se mantendrán en el tiempo?

    Si bien como señaló Bergara la situación actual no luce dramática a escala global a corto plazo, no menos cierto es que el nivel de dramatismo irá creciendo en los próximos meses, especialmente por la combinación de que en lo interno habrá muchas empresas que a pesar de nadar con fuerza no podrán llegar a la orilla. Todo eso junto a un escenario regional y mundial que ya no será tan benigno, particularmente hacia fines de este año y en 2019, si efectivamente, como se prevé, la Reserva Federal y el resto de los principales bancos centrales del mundo continúan con el proceso de “normalización” de sus respectivas políticas monetarias.

    ?? La suerte está echada