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Sonia Bonet (Jana Raluy) pasó la noche junto a su esposo, enfermo de cáncer, y esta última noche el hombre recibió la visita de un médico de urgencia pasadas las cuatro de la madrugada. Al día siguiente, tras haber intentado comunicarse vía telefónica con un tal doctor Villalba, Sonia se presenta con su hijo adolescente (Sebastián Aguirre) en Alta Salud, la aseguradora médica, cargando una carpeta con papeles y radiografías. Con la intención de solicitar un nuevo tratamiento para su marido. El tratamiento tiene cierto costo, pero su marido es un candidato ideal, supone ella, a la luz de los resultados de los últimos exámenes. Si la buena suerte no la acompaña, se va a encargar de modificar la realidad. Además de los resultados de análisis y las radiografías, la mujer lleva un arma de fuego.
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Esta es la situación. Villalba no sabe quién es ella. No sabe quién su esposo. No reconoce su nombre cuando se lo mencionan. O miente. O tiene asuntos más importantes que atender. En esta historia cada uno está en su mundo: Sonia, el doctor Villalba, la recepcionista de Alta Salud, el personaje anónimo que va a estacionar el auto detrás del vehículo del doctor Villalba. Así nace y crece el monstruo. “Mírelo, es una buena persona”, le dice Sonia al médico: “Mire su fotografía”. Pero Villalba es solo una de las cabezas. Después de él, va tras los que cortan el bacalao, para que firmen los papeles que autoricen el tratamiento. Se cruzan, en off, las voces de algunos personajes involucrados en la trama, daños colaterales de la desesperación de la mujer, que aportan brevemente un punto de vista extra. Aunque en gran parte la historia se percibe desde el túnel de la visión de Sonia. Las imágenes temblorosas, a veces fuera de foco, reflejan su tensión. La presencia de planos oscuros y, sobre todo, de esos rostros fragmentados o vistos por medio de reflejos, demuestran que Sonia no puede ver más allá de su objetivo.
Los aportes en off son en algunos casos notas al pie que sirven para salirse por unos instantes de esa nube de dolor y obsesión en la que está metida la mujer, que no piensa parar hasta hacer que la compañía cumpla con lo que ella considera que es justo. En algunas oportunidades suministran humor, como el escape en el vestuario del club, en otras, no demasiado, o demasiado poco, como sucede con el portero, pero a pesar de que la maniobra no siempre funciona, el realizador Rodrigo Plá, el mismo de La demora y La zona, mantiene el vigor y la tensión y, por fortuna, evita el discurso fácil, que estaba servido.
Un monstruo de mil cabezas. México, 2015. Dirección: Rodrigo Plá. Guion: Laura Santullo sobre su novela homónima. Con Jana Raluy, Sebastián Aguirre, Hugo Albores. Duración: 75 minutos.