Debemos agradecer una vez más al Centro Cultural de Música (CCM) que el jueves 23 nos haya traído al Teatro Solís a este grupo de rusos talentosos que nos transportaron a otra dimensión de este maravilloso mundo de los sonidos.
, regenerado3Debemos agradecer una vez más al Centro Cultural de Música (CCM) que el jueves 23 nos haya traído al Teatro Solís a este grupo de rusos talentosos que nos transportaron a otra dimensión de este maravilloso mundo de los sonidos.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl conjunto de 18 cuerdas (10 violines, cuatro violas, tres violoncellos y un contrabajo) impactó de inmediato apenas sonaron los primeros compases del Divertimento Nº1 I.K.136 de Mozart (1756-1791). Obra trillada si las hay, fue transformada por un sonido de terciopelo, un tempo siempre justo y un despliegue inusual de espectro dinámico entre los dos extremos. Al escucharlos, la memoria nos devolvió imágenes lejanas de un milagro similar alcanzado por Philippe Entremont haciendo Mozart con la Orquesta de Cámara de Viena y otros recuerdos más próximos de la Camerata Berna haciendo la Sinfonía N°40, ambos traídos también por el Centro Cultural de Música en 1987 y 2013.
Escuchando a Los Solistas de Moscúen este Mozart la sensación que se tiene es la misma que cuando se escucha a Ingrid Haebler haciéndolo al piano: Mozart se hace así. Es esa impresión intensa y fugaz de autoridad musical que no deja resquicio para imaginar que pueda hacerse mejor de otra manera.
La velada nos trajo también Senza volto, para violín, viola, cello y cuerdas, obra del compositor contemporáneo Igor Raykhelson (1961, Leningrado), que se constituyó en un bienvenido descubrimiento. Pieza breve, definidamente tonal, rusa hasta el tuétano, juega con un ritmo obsesivo y un aire misterioso en su melodía, que de inmediato conquista al oyente. Una obra contemporánea inteligente, distinta, sin rebuscamientos.
El resto del programa incluyó dos obras de Schubert (1797-1828): la Sonata para arpeggione y piano en arreglo de Román Balashov (una de las violas de la orquesta), para viola y orquesta de cuerdas, con Yuri Bashmet como solista, y para terminar el Cuarteto La muerte y la doncella, arreglado para orquesta de cuerdas por Gustav Mahler.
Ambas obras —la Sonata y el Cuarteto— fueron compuestas en 1824. El arpeggione fue un instrumento de existencia efímera, con seis cuerdas afinadas como en la guitarra pero que en la mano derecha no se tocaba con los dedos sino con arco. La Sonata fue prontamente transcripta para cello, quedando intocada la parte del piano. Así se ha venido ejecutando a lo largo de los años hasta hoy. El arreglo escuchado con Bashmet en la viola y la orquesta de cuerdas en lugar del piano, salva con gran sutileza y oficio el escollo que implicaba el balance entre la viola, con sonido más pequeño que el cello, y la orquesta de cuerdas, con sonido más grande que el piano. Ese prodigio de balance es el resultado de una interpretación de prolijidad extrema, donde la viola de Bashmet conmociona con su timbre dulce y sombrío y la orquesta canta su parte en una suerte de susurro casi permanente que permite el notable destaque del solista.
Aunque todo lo escuchado había sido de una musicalidad apabullante, el plato más fuerte fue el final: la transcripción del Cuarteto La muerte y la doncella, que para orquesta de cuerdas hizo Mahler (1860-1911). En realidad, la semilla de esta obra está en el lied que con el mismo título Schubert compone en 1817. Luego, en 1824, escribirá el Cuarteto, donde el tema del lied aparecerá en el movimiento Andante con moto. Setenta años más tarde, en 1894, Mahler transcribirá el Cuarteto para orquesta de cuerdas. Si ya el cuarteto original es una obra enorme, la notable transcripción de Mahler no solo respeta el genio de Schubert sino que lo amplifica, subrayando el aliento trágico del comienzo, el carácter estremecedor del Andante con moto y el cambio de clima en el Scherzo y en el Presto final.
La versión de Los Solistas de Moscú dirigidos por Yuri Bashmet fue de antología de principio a fin. El empuje de esas cuerdas maravillosas, los pianísimos que consiguen, la graduación de los crescendos y los diminuendos, el apagado final de sonido en el Andante, la forma en que cantaron el Trío del Scherzo. No hay más palabras para describir esta suma de talentos: Schubert, Mahler y la excelencia de la escuela musical rusa.
Aviso a los navegantes: en versión grabada en agosto de 2013 por esta orquesta y este director, las dos obras de Schubert han sido editadas por el sello Sony.