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    Supermercados y BROU procesan cambio tecnológico sin achicar sus plantillas e incorporando perfiles que requieren mayor capacitación

    Una investigación del Banco Mundial constata que en Uruguay la relación entre la producción basada en procesos automatizados y los niveles de desempleo en algunos sectores de actividad no fue “lineal”

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    Pasar el surtido por el lector de barras, digitar la confirmación del pago y efectuarlo pasando la tarjeta de débito o crédito se va haciendo un proceso común para los uruguayos al realizar sus compras en los supermercados. La función de cajero tiende a desaparecer, aunque sin embargo ese sector comercial no perdió puestos de trabajo y, además, su actividad aumentó. Algo similar ocurrió con los servicios financieros según muestra la experiencia en el Banco República (BROU) al incentivar los canales digitales, como la web o una aplicación propia para celulares: también el negocio creció sin reducir la plantilla.

    Al menos para estos dos casos —el del supermercadismo y el del BROU— no hay evidencia que permita afirmar que el cambio tecnológico hizo bajar la demanda de trabajadores si bien se produjeron alteraciones en las tareas y habilidades de los empleados requeridos. Estos hallazgos están expuestos en el libro Habilidades y el mercado laboral en la nueva era, elaborado por un equipo de especialistas del Banco Mundial (BM) y publicado recientemente. Enfocado en Uruguay, aborda estas cuestiones en el contexto de otro desafío: una población cada vez más añosa que irá achicando la masa de trabajadores —la fuerza laboral— a mediano plazo.

    Las nuevas tecnologías crean rubros de actividad y áreas de empleo que no existían hace unos años, señalan los autores, Ignacio Apella, Rafael Rofman y Helena Rovner. También reducen el empleo en algunas ocupaciones al reemplazar el trabajo humano con la automatización en tareas específicas, aunque ello puede compensarse con un efecto de escala provocado por una baja en los costos derivada de las mismas innovaciones. “Este proceso rara vez se considera” cuando los gobiernos diseñan e implementan políticas de promoción, “que generalmente están dirigidas a sectores que pueden aumentar las exportaciones, reducir las importaciones o contribuir al crecimiento total; su inclusión en el diseño de políticas debería tener un impacto positivo. Incluso si, gracias a los efectos de escala, la demanda laboral crece con innovaciones, es fundamental proporcionar a los trabajadores actuales y futuros las habilidades necesarias para competir por estos nuevos trabajos. Un sistema educativo efectivo debe proporcionar acceso a la educación para todos, garantizar que los procesos de aprendizaje sean efectivos en el aula y garantizar que las materias enseñadas sean relevantes para el futuro de los estudiantes”. Y, en ese sentido, machacan con un diagnóstico ya conocido: “El sistema educativo actual en Uruguay tiene serios problemas en los tres factores, con altas tasas de deserción en la educación básica que resultan de déficits acumulativos de habilidades, problemas de calidad y problemas críticos con la relevancia del plan de estudios”. La recomendación al respecto tampoco es novedosa: un combo de “reformas profundas en la gobernanza del sector” educativo, mejoras en la calidad de la capacitación de los docentes, así como una revisión de los planes de estudio para reflejar la demanda de habilidades actuales.

    Otra área de acción sugerida por los especialistas del BM en relación con los cambios tecnológicos y el mundo del trabajo en Uruguay tiene que ver con la necesidad de adaptar las regulaciones del mercado laboral y las normas de seguridad social. Alegan que el marco vigente fue diseñado “para un trabajador arquetípico que está desapareciendo lentamente. Los trabajadores con empleo formal que permanecen en la misma empresa durante años, tienen una familia que depende de sus ingresos y se jubilan a los 60 años después de una carrera laboral de 35—40 años nunca fueron la norma en Uruguay, y ahora algunas de las reglas se están volviendo cada vez menos pertinentes”.

    Los autores observan que, si bien el cambio tecnológico es un fenómeno que estuvo ocurriendo a un ritmo acelerado en las últimas dos décadas, la penetración de la tecnología que reemplaza las tareas cognitivas rutinarias que actualmente realizan los trabajadores de mediana y mediana remuneración “no ha sido significativa”. Para ellos, Uruguay “está en una buena posición para anticipar shocks y desarrollar políticas de promoción sectoriales, adaptar su educación y sistemas de aprendizaje permanente, y actualizar la regulación laboral y el seguro social, programas para aprovechar las oportunidades, y moderar los efectos negativos que estos cambios pueden traer”.

    En una entrevista con Búsqueda publicada en setiembre pasado Rofman, referente del BM para el Cono Sur en temas de educación, trabajo, protección social y pobreza, había definido el momento actual de Uruguay como un “tipping point, ese punto donde podría volverse rico en serio. Lo que necesita es avanzar muy rápido, hacer un switch muy fuerte para aprovechar el espacio que da el bono demográfico y los cambios tecnológicos y así aumentar mucho la productividad. Si logra hacer eso, salta hacia el otro lado” (No 2.037).

    Cambio de tareas

    En los 15 años siguientes al 2003, los indicadores del mercado laboral uruguayo mejoraron, al mismo tiempo que se aceleró la introducción de nuevas tecnologías de producción basadas en la automatización, se señala en el libro.

    En los últimos 20 años, los clientes de los bancos han podido realizar operaciones utilizando cajeros automáticos y más recientemente, también computadoras y teléfonos móviles para ello. Y en los supermercados, ahora es posible pesar y comprar productos sin la ayuda de los empleados, al mismo tiempo que el comercio electrónico ha ido creciendo. A pesar de todos estos cambios, las tasas de empleo y desocupación en Uruguay alcanzaron hace pocos años sus máximos niveles en décadas, apunta. “Esto sugiere que la relación entre la implementación de nuevas tecnologías de producción basadas en automatización y el desempleo no es lineal.

    Sin embargo, durante este período ha habido un cambio en el perfil del empleo” y los sectores que lo generan: a mediados de la década de 1990, el 20% de todos los puestos laborales estaban en la industria, mientras que en 2015 este porcentaje había caído a solo 11,2%. Por otro lado, el empleo en los servicios creció en ese período de 32% a casi el 40% de la fuerza laboral.

    Los autores insisten en cuanto a que el proceso de cambio tecnológico no condujo al desempleo sino a una alteración en los perfiles de los trabajadores de acuerdo con las tareas que realizan: disminuyeron las manuales intensivas y crecieron las “cognitivas intensivas”. Pero también aumentaron aquellas funciones “cognitivas de rutina”, una tendencia que “implica riesgos a mediano plazo, ya que más uruguayos ahora trabajan en ocupaciones con una alta incidencia de tareas que podrían ser reemplazadas por la automatización”.

    Supermercados y BROU

    Para profundizar en el análisis de este fenómeno, la investigación del BM tomó los casos del supermercadismo y del BROU, la entidad más grande del sistema financiero local. Los estudios cualitativos se realizaron mediante entrevistas guiadas al personal de ambos sectores.

    Súper.

    La mayoría de los trabajadores en el comercio minorista, incluidos los supermercados, desempeñan tareas manuales rutinarias para las cuales solo se necesitan habilidades cognitivas básicas, que pueden quedar obsoletas. “Los cajeros están en riesgo: los consumidores ya pueden pagar sus compras en una terminal con poca asistencia del personal”, y en el futuro cercano, con la ayuda de sensores y robots, el número de reponedores “también podría disminuir drásticamente”. Varios supermercados introdujeron sistemas de autopago y autopesaje con el propósito declarado de reducir costos, aumentar la productividad laboral y mejorar la seguridad y la transparencia.

    La producción en el sector retail en Uruguay creció 56% entre 2007 y 2017, pero el nivel de empleo se mantuvo, con la productividad moviéndose en paralelo, apunta el libro.?Sin embargo, la importancia de las tareas cognitivas de rutina creció mucho en este período, y algo similar sucedió con aquellas cognitivas—analíticas no rutinarias, y un menor aumento en las tareas manuales de rutina. Lo opuesto se dio con las tareas manuales no rutinarias y, en menor medida, en las no rutinarias tareas cognitivas—interpersonales.

    A fines de 2018, las máquinas de autopago ya eran el 20% del total de cajas en puntos de venta minorista. Si bien esta modalidad no ha estado en funcionamiento el tiempo suficiente para evaluar su impacto en la demanda de empleo, los empresarios del supermercadismo prevén una baja “significativa” en la contratación de mano de obra para tareas manuales y rutinarias, y un aumento en el caso de los profesionales especializados en el manejo de las nuevas tecnologías, el análisis de datos y el pronóstico de patrones de compra.

    Banca.

    En Uruguay, la actividad de intermediación financiera creció 75% entre 2009 y 2016, y representó el 4% del Producto Bruto Interno en ese último año. A su vez, el empleo disminuyó en los noventa, pero se recuperó rápidamente y, aunque la automatización se expandió, creció 7% entre 2009 y 2013, antes de estabilizarse. La productividad —aparente— aumentó aún más rápido (63%) entre 2009 y 2016. Tras repasar estos datos, los autores señalan que la mayor producción de este tipo de servicios estuvo “fuertemente relacionada con aumentos de productividad en el sector, sin variaciones significativas en el nivel de empleo, lo que indica que la mayoría de las ganancias han sido el resultado de la innovación tecnológica”.

    Algunos cambios en el perfil de los trabajadores acompañaron este fenómeno: la educación promedio en el sector aumentó, en particular aquellos que tienen título universitario.

    En cuanto a la atención al cliente, el República ha ido sustituyendo la atención cara a cara en las sucursales a través de cinco canales: eBROU y AppBROU (banca electrónica); banca telefónica; RedBROU (cajeros automáticos); y corresponsales financieras (redes de pago y cobranza como Abitab y Redpagos). Todos tuvieron una fuerte expansión y, por ejemplo entre 2008 y 2016 el BROU más que duplicó su emisión de instrumentos de débito y crédito, mientras que el número de clientes de eBROU se multiplicó por 10.

    Según entrevistas guiadas realizadas con diferentes empleados del banco, el aumento “exponencial” de las transacciones y los clientes fueron el resultado de aumentos de productividad que no tuvieron impacto en niveles de empleo, consigna el libro. De hecho, la plantilla se mantuvo (4.033 en 2008, frente a 4.030 en 2016) “debido a los acuerdos entre el BROU y sus sindicatos para evitar fuertes caídas en los niveles de empleo”. Sin embargo, se produjo un “cambio importante” en las tareas realizadas por los trabajadores, de rutinarias a otras que requieren habilidades cognitivas y tecnológicas más avanzadas. “Esta tendencia continuará, y se estima que algunas posiciones desaparecerán a medida que se crean otras, para lo cual la adaptabilidad al cambio y los matices de las relaciones humanas son valores cruciales”.

    Economía
    2020-06-11T00:00:00