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    Teenager con corazón de poeta

    “Idea Vilariño. Diario de juventud”, un libro esencial

    Cómo no amar a esta Idea desconocida. Espontánea, incorrecta, sofisticada, esquiva, coqueta, modesta, soberbia. Este libro es la primera entrega de los diarios de juventud de la poeta Idea Vilariño, nacidos de las tesoneras manos de las profesoras Ana Inés Larre Borges y Alicia Torres, que permite una inmersión en un mundo exquisito, fresco y vigoroso por su vitalidad y contundencia. Idea Vilariño. Diario de juventud (Cal y Canto, 2013, 489 páginas) recorre esos años que a cualquier persona equivalen a tiempos de ánimos cambiantes, de inseguridad, de búsqueda de uno mismo y de tanteos amorosos, que en este caso destilan la calidad de una gran escritora y exquisita observadora de su entorno y su familia.

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    Como señala Larre Borges en el estudio preliminar del libro, la vida prehistórica y preliteraria de la escritora que más adelante compartió escena con la famosa Generación del 45, queda reflejada en las notas que acostumbraba llevar en sus libretas. Cuando Idea murió, en el año 2009, dejó 17 libretas que comienzan en sus 16 años y terminan a los 87, en 2007. El libro recoge en poco menos de 500 páginas lo escrito solamente entre los 16 y los 25 años de la autora.

    Un capítulo está dedicado a la “Memoria primera”, en 1977, donde Vilariño escudriña los detalles de sus antepasados, su infancia y adolescencia. Vilariño mantuvo una relación orgánica, viva (¿quién crea a quién? ¿Idea a su diario o su diario a Idea?) con sus apuntes íntimos, al punto de que las libretas del archivo actual son fruto del trabajo de transcripción que se tomó ya de adulta en noches largas de escritura. Larre Borges concluye que “finalmente no hay para Idea Vilariño frontera entre la escritura y la vida”.

    Al parecer, Idea tenía la misma conciencia de que esos diarios serían leídos —y por eso hay tanto esmero en su transcripción y corrección—, la misma que cuando le tomaban una fotografía, según señala Alicia Torres en la introducción. “Una actitud de mirada intensa y presencia ensimismada y letárgica que parece aprendida de Virginia Woolf o Greta Garbo o Juliette Gréco: la musa distinguida y pálida que toma de pronto las riendas de su propia vida”.

    Aventurarse dentro de este libro es abrir las puertas de un jardín selvático, atiborrado de matices, de personajes queribles y detestables, de protagonistas y de simples figurantes, de drama, de comedia y de sufrimiento, mucho sufrimiento. Es hermoso poder entrar en la cabeza de una Idea Vilariño teenager, preocupada por su figura, sus ropas y perfumes, impresionada de que la persigan hombres en auto o a pie por la calle. La cantidad de festejantes y enamoramientos que tuvo dan mucho más vuelo a su vida afectiva, en general asociada más que nada a su romance con el escritor Juan Carlos Onetti. Ella habla aquí de su enamoramiento de su profesor de filosofía, Emilio Oribe; de su noviazgo de los 18 años con Roberto González; del triángulo amistoso e intelectual que conformaron con Manuel Arturo Claps y Sylvia Campodónico. Es una delicia leer cómo estos tres jóvenes se expresaban afecto, amor, entendimiento y sosiego.

    En el diario también aparece la muchacha displicente con los varones que no le interesaban: “Hugo me trajo un mazo de sus poemas, o lo que sean”. Pero cuando el hombre en cuestión le gustaba, también era capaz de expresarlo de la manera más certera. Así, a los 18 años escribió: “Cuando salgo del Kolischer con mi violín, veo venir a un hermoso hombre, alto, bigote y pelo negros, muy elegante. Me mira de pies a cabeza con una mirada de admiración y de hambre que me deja satisfecha de mí, de él y del mundo. Vale la pena vivir para recibir una mirada de esas alguna vez”. Luego de negarle atención a otro caballero por la calle, Idea se pregunta: “¿Cómo pueden los hombres someterse a esas humillaciones? No entiendo”.

    Idea Vilariño... sirve a su vez como retrato de una época en Montevideo, con los cosos en Pocitos, la casa de verano en Malvín, negocios emblemáticos como casa Soler, Cervecería Oriental o La Dama Elegante, donde Idea le compra un sombrero a su madre que no le queda muy bien. Quedan reflejados también los tipos sociales del barrio: el loco, el tarado, el abusador. Y las salidas al Solís, los conciertos, una ida con papá al estadio a ver jugar a Peñarol y Nacional. Y según corren los años, cada vez más poemas y referencias a lecturas de obras literarias o filosóficas.

    En todo el libro se mantienen las referencias a su familia y especialmente a sus hermanos: Numen, Poema, Azul y Alma, hijos de padre anarquista y poeta inédito y de madre recta y esforzada que casi siempre estaba en cama. Las enfermedades, y las muertes tempranas, signaron a la familia Vilariño. Es así que en 1940 Idea escribe que va a estudiar medicina porque en su familia se necesita un médico. “Qué familia somos”, comenta. Su madre muere ese año y cae sobre los diarios un océano de silencio debido a que Idea deja de escribir durante un año. Cuando vuelve a hacerlo, en 1941, se nota el fuerte dolor interno, lacerante, y el insoportable sufrimiento físico, al estar aquejada de una enfermedad que la afea y le desgarra zonas de piel, llevándola incluso al borde de la muerte. En ese momento no se empleaba la cortisona, que hubiera aliviado los eczemas.

    En noviembre del 41 hizo apuntes desesperados sobre su dolor. “Nadie, nadie imagina los aspectos tan sórdidos, tan… Horrores de mi enfermedad”. (…) Qué feo, qué sucio es todo esto. Y en esto desde los 3-4 años, y tal vez, con altibajos para todo el tiempo que viva. Las pocas ganas que tengo de vivir se reducen a cero”. Esa piel que no podía contenerla, que la volvía vulnerable para el amor, para el encuentro con otro.

    En el libro se aprecian también los aspectos domésticos de Idea: que cocinaba dulce de zapallo o que remendaba las medias de sus hermanos. Y hay escuetas referencias históricas, como la de Hitler tomando Polonia. Pero una de las ideas que más se reitera es la de no poder dejar de escribir. “Yo quisiera volcarme totalmente en este cuaderno. Pero no puedo. Las tareas domésticas, la lectura y las largas horas que paso con ellos, sobre todo con él, me roban todo el tiempo. Además, a veces me pregunto por qué escribo esto. ¿Será también por grabar belleza? Puede ser. Yo quiero, yo veo armonía, belleza en todo: en las paredes rotas, en las manos ajadas, en la llama del gas, en los arcos del techo, en los pétalos caídos. Las cosas más feas tienen para mí una sombra hermosa. Y lo mismo los hechos, los días y las gentes. ¿Las gentes?”.

    Aparece en estas páginas el misterio de querer capturar la vida en el instante en que sucede. Es como si hubiera un juego constante en el que se preguntara: ¿Quién soy yo si no escribo mi vida? ¿Cómo me ven los otros? ¿Cómo me veo yo misma?

    En el registro de los primeros años aparece una realidad infantil que con frecuencia tenía un doblez fantástico: curas que quizás llevaban niños muertos en cestas, manotazos para atrás a ver si podía atrapar a su ángel de la guarda y otros aspectos ominosos. Es así que cuenta, sensible y tremenda: “El Dique, un hermoso ovejero que le regalaron a Alma cuando nació y al que un loco del barrio le había sacado los ojos con un cuchillo —llegó a casa con ellos colgando—, acostumbraba a dormir a los pies de la cama de Benigno. Cuando cambiaron los muebles, se golpeaba, y murió de pena”.

    En estos primeros apuntes es frecuente una escritura espiralada en la que un tema deviene en otro sin solución de continuidad, dando una sensación de río serpenteante. En varios tramos los pasajes son de gran hermosura cromática y olfativa, como cuando describe la casa de Inca, donde empezó a vivir alrededor de los tres años. “Esa larga franja de terreno tenía al costado y a la calle un jardín que, al principio, cubría todo el frente, con maravillosos olores a madreselvas, a jazmines, a laureles, y a toda clase de rosales bajos y altos que colgaban de las paredes, de las verjas de madera, de arcos de hierro. Y olores a malva, a diosma (agua de colonia), a violetas”. Allí la poeta experimenta la primera culpa por pisar un insecto, un acto que es recriminado por una abuela.

    Idea Vilariño mujer, escritora obsesa, hermosa, asediada, buscando la soledad del papel. Pero sobre todo Idea Vilariño mostrando su mundo: Idea Vilariño. Diario de juventud es un libro imprescindible por la veracidad que encierra cada una de sus palabras. Sólo queda comprarlo, pedirlo de regalo o prestado para poder sorber hasta la última gota de esta confesión:

    “¿Para qué las violetas/ y para qué la vida?/ Para nada./ Devenir. Energía./ ¿Por qué soy? ¿Por qué soy?/ ¿Por qué tengo esta vida?/ Por qué tengo estos ojos/ y por qué tengo un alma?”.

    Laura Gandolfo