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Hay una vieja tradición en el teatro norteamericano, con notorias raíces en obras de Eugene O’Neill, Tennessee Williams, Arthur Miller y Edward Albee, por lo que no es extraño que el dramaturgo Tracy Letts (1965) haya bebido de esas fuentes y su aclamada pieza Agosto (que se conoció aquí en versión de El Galpón) tenga reminiscencias de “Viaje de un largo día hacia la noche”, “La gata sobre el tejado de zinc caliente”, “La muerte de un viajante” y “¿Quién le teme a Virginia Woolf?”, todas y a la vez. Pero que nadie piense que es un exceso, sino que Letts junta, con el pretexto de una reunión familiar, a un grupo de personajes que arrastran varias frustraciones que se han mantenido en silencio durante largos años.
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En una especie de catarsis colectiva, los rencores explotan uno tras otro, motivados por el afán del autor de desacralizar (una vez más) el tan sublimado y mentiroso sueño americano de los valores familiares, el éxito personal, el amor de pareja y la educación de los hijos, cada uno de los cuales va cayendo en forma implacable ante revelaciones inesperadas, dobleces de conducta, deslealtades conyugales, mentiras y traiciones silenciadas durante mucho tiempo y que ahora surgen entre reproches y enfrentamientos verbales de tremenda virulencia. El esquema no es novedoso, pero funciona cuando el autor tiene buen oído para los diálogos, mucha astucia en la creación de personajes y gran oficio para mover la trama en forma cíclica, de modo que los estallidos y las pausas se alternen debidamente y el asunto funcione con la credibilidad dramática necesaria.
Trasladar una pieza de teatro al cine no siempre luce visualmente atractiva. El encierro en un único ambiente puede resultar a veces agobiante para un espectador que tiene que recibir una andanada de palabras pronunciadas por actores que son tomados generalmente en primeros planos, recurso asfixiante si los hay. En teatro, el espacio escénico ya es de por sí lo suficientemente distanciado y amplio para que se pueda abarcar otro panorama más general, más totalizador, algo que la cámara cinematográfica reduce y acota. En el mejor de los casos, es el propio autor que adapta su pieza y la “airea” lo suficiente como para disimular en parte su esquema teatral. Entonces lo que importa es ver y sentir lo que pasa y no meramente escuchar lo que se dice. Conviene aclarar que en Agosto el efecto está bastante logrado gracias al director John Wells, con amplia experiencia como guionista y director en TV (“ER”, “The West Wing”, “Shameless”).
Con una estructura dramática realista y una puesta en escena muy corpórea, la descripción de cada personaje es lo que va contribuyendo al crecimiento de la historia como el retrato de una familia disfuncional por excelencia, no muy diferente a muchas que andan por ahí y con las cuales cualquier espectador puede identificarse. El suicidio del padre (Sam Shepard) es lo que convoca a la familia a sus exequias, y el enfrentamiento será feroz. Porque la madre (Meryl Streep) está luchando contra un cáncer en la boca, toma innumerables pastillas para calmar el dolor, se planta una peluca para ocultar los efectos de la quimioterapia, fuma todo el tiempo y bebe sin parar. En fin, es una mujer difícil de soportar, porque ella misma es la primera en no hacerlo.
Su hija mayor (Julia Roberts) está separada de su marido (Ewan McGregor) y quien sufre su mal humor es su hija adolescente (Abigail Breslin). Las otras hijas (Julianne Nicholson, Juliette Lewis), la hermana de la viuda y su esposo (Margo Martindale, Chris Cooper) y el hijo de esta pareja (Benedict Cumberbatch), son los asistentes a esa velada donde todos tienen algo para decir, y nada es precisamente grato de oír para los demás. Y aún falta Dermot Mulroney, amante de la hija menor (Lewis), que no es de la familia pero merecería serlo. Una empleada india (Misty Upham) completa el equipo y su silenciosa humillación frente a la racista dueña de casa dejará paso a alguna reacción impensada más adelante. Lo expuesto basta para dejar bien sentado que acá hay un gran elenco, verdaderamente importante y de lucimiento completo, donde nadie se queda atrás ni como personaje ni como intérprete.
Claro que los ojos están puestos en Meryl Streep y en Julia Roberts, nominadas al Oscar merecidamente. Eso no es casual en Streep, porque es una actriz avasallante, capaz de meterse en la piel del personaje y transformarse verdaderamente en él al punto de vivirlo hasta la más mínima inflexión de voz y el más pequeño rictus facial, tan sutil como enriquecedor. En cambio Roberts, que asume su edad (46 años) y trabaja a cara limpia, tiene varios momentos de fiereza, donde saca las uñas y se muestra como una mujer frustrada y rencorosa, más culpable tal vez del derrumbe de su matrimonio que la infidelidad incidental de su marido. Pero todos los demás rinden parejamente, convirtiendo a Agosto en un drama contemporáneo de gran impacto. Sí, es más bien un melodrama, ¿y qué?
“Agosto” (August: Osage County). EEUU, 2013. Dirigida por John Wells. Escrita por Tracy Letts, sobre pieza teatral propia. Duración: 121 minutos.