N° 2063 - 12 al 18 de Marzo de 2020
N° 2063 - 12 al 18 de Marzo de 2020
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAsí está siendo: el arranque del nuevo período de gobierno está resultando enredado y no siempre por cuestiones internas. Es verdad que no fue una señal especialmente alentadora descubrir que no estaban previstos todos los liderazgos que deberían haberse previsto. Al revés, es una señal de improvisación, incluso cuando quizá no lo sea. Es como con la mujer del César, que no solo debe ser honrada sino además parecerlo. Las cosas son lo que son y además lo que parecen ser, especialmente cuando se trata de un nuevo gobierno.
A esto se suma, entre otras cosas, una inmensa incertidumbre resultado de la expansión del coronavirus, que acaba de ser declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud. Obviamente, los impactos de una pandemia resultan difíciles de calcular o se reducen a meras aproximaciones. La magnitud de acciones que requiere el coronavirus, la cantidad de coordinaciones internacionales que se necesitan para controlarlo, muestran nuevamente que la circulación de bienes y personas se mueve muy adelante de una ética común (médica en este caso) que pueda aminorar los impactos de un fenómeno así. En otras palabras, no hay nadie realmente al frente de la nave y hace rato que estamos navegando muy lejos del sistema solar. Si algo falla, no hay nadie a quien pasarle la factura.
Y sin embargo, si uno mira la prensa y las redes (esos magros sustitutos de la experiencia real de vida) pareciera exactamente lo contrario: todo el mundo tiene perfectamente claro todo. Todo el mundo sabe perfectamente qué ocurrió, dónde ocurrió y por qué ocurrió. Está lleno de expertos que te explican por qué subió el dólar en pocos días (“es el Cuquito que viene a robarte”). Bueno, el dólar anda a los saltos en Uruguay y en todo el mundo, pero eso al experto de redes le da igual. Peor aun, desde que la única militancia política viable es la indignación y la catarsis tras la indignación, los hechos ya hace rato que dejaron de ser relevantes.
El experto de redes es así: sabe de virus, de economía, de política local e internacional, de deportes, incluidos aquellos que llama “menores”. Sabe cómo manejar pandemias, cómo controlar el dólar y conoce, por nombre y apellido, a todos aquellos que deberían dirigir el país en lugar de quienes lo dirigen. De paso, aprovecha y le dice a Diego Forlán cómo debe jugar su equipo y cómo debe jugarse al fútbol, no sea cosa que lo puedan considerar humilde o dubitativo. El experto de redes estalla indignado cada dos por tres porque no logra entender cómo todos los que lideran las cosas en el mundo hacen tan rematadamente mal todo. Cómo no son capaces de manejar ese puñadito de cosas simples que cualquiera puede hacer. Si algo hicieron las redes en ese sentido es que los tres millones de DT hayan logrado ampliar el radio de su accionar y ya no solo atomicen a sus familiares los domingos: su patio de juego es ahora el mundo entero.
Un poco mas problemático es cuando esa misma indignación, originada por una hipersimplificación de las cosas reales, es la gasolina que mueve a los políticos y técnicos responsables de llevar las cosas a buen puerto. Que sean justamente aquellos que tienen que dar el ejemplo de responsabilidad los que aparezcan en las redes a tirarse los platos a la cabeza, dice mucho sobre nuestra actual jerarquía política y casi nada de lo que dice es bueno. Al revés, nos muestra una vez más y por si hacía falta, que la idea de representación de nuestra democracia viene fallando estrepitosamente a la hora de colocar a los mejores de entre nosotros al frente. Cuando los políticos renuncian al argumento razonado, es que la puerta del horno está definitivamente abierta y hacia allí vamos todos.
En alguna de estas columnas lo dije: qué ganas de que pase el momento electoral y la gente vuelva a ser panadero, vecino, cajera, zapatero y socia. Pero no, nadie volverá a ser solo lo que es porque cuando se vive cada cambio de gobierno como un instante fundacional o de pérdida absoluta, se hace imposible salir de la zanja mental e ideológica que propone el período electoral. Es decir, se prolonga de manera indefinida la nefasta mentalidad de guerra que tanto beneficia a los partidos y tanto daño hace a la convivencia entre personas.
Y que tanto daño le puede hacer a las carreras profesionales de mucha gente. Nunca deja de asombrarme las cosas que es capaz de afirmar en, pongamos Twitter, gente que tiene un título detrás. Un título que lo reconoce precisamente como lo contrario de eso que afirma. Nadie se ha recibido jamás de fanático en una universidad pero leyendo a esos sabios titulados en las redes pareciera que sí. Siendo sociólogo (renegado, lo admito) tengo claros los problemas epistemológicos que enfrentan las Ciencias Sociales para generar alguna clase de pensamiento que no esté completamente empapado de relativismo y más en la era de la boludez líquida. Pero de ahí a salir diciendo que el problema del dólar en Uruguay se debe en exclusiva al cambio de gobierno, media un abismo repleto de malas intenciones políticas. Para soltar esos disparates no hace falta colgarse el cartoncito.
Uno de los efectos de gestionar la política en clave populista (esto es, cobrando al grito del indignado y con escaso respeto por los procedimientos de la democracia representativa) es que lo que es manija entre coleguitas allá en el Parlamento o en el partido, se convierte en algo muy distinto cuando llega a la calle. Que cuando los debates que deberían ser razonados se convierten en batallas ideológicas más bien miserables (hacer política a través de Twitter, por ejemplo), tiene como efecto que su réplica entre los ciudadanos sea en una clave aun mas burda y violenta.
¿Cómo se le puede pedir al ciudadano que sea sensato si los políticos simplifican y mienten a cara de perro? El ciudadano, que es justamente de entre quienes salen los políticos, no tiene ni el menor incentivo (intentar razonar en redes es como tirarse nafta encima y pedir un encendedor) ni la menor guía sobre cómo manejarse razonadamente en su día a día ideológico. Salvo, claro, que se considere razonable atrincherarse en la ofensa, vociferar indignación, violentar a quien no piense como uno y creer que con eso ya está todo arreglado. Peñarol campeón otra vez.
Esa es justamente la señal que la política le envía al ciudadano estos días: identificá a tus enemigos, cavá tu trinchera y bombardealos de irracionalidad. ¿De qué manera eso puede contribuir a mejorar nuestro futuro común? No se sabe. Lo que sí se sabe es que a los partidos no suele importarles demasiado eso del futuro común si no es el que ellos escriben. La tentación de la refundación absoluta es la tentación del todo populista. No caigamos en su trampa. Nos va la vida democrática en no hacerlo.