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    Una “tercera revolución tecnológica” germina en la industria, aunque Uruguay continúa rezagado en rankings de innovación

    En verano, la demanda del único queso que vendía una pequeña fábrica uruguaya registraba una fuerte caída. Ante ese problema, el industrial se planteó elaborar un queso menos fuerte, tipo mozzarella, y con esa idea fue a ver cómo lo producían algunas plantas de la zona. Luego decidió reciclar una máquina amasadora de panadería de segunda mano y, tras dos meses de prueba y error, llegó al producto pensado con el que logró sostener la actividad durante todo el año. Esa innovación permitió que actualmente las ventas del nuevo tipo de queso representen un tercio de la facturación total de la empresa.

    Aunque la generación de productos nuevos u otras acciones innnovadoras —como la introducción de mejoras relevantes en los procesos productivos, en la organización interna o en la gestión comercial— no son una práctica generalizada en la industria uruguaya, hay muchos ejemplos de ese tipo que están originando “tejido” y “sinergias” en esa dirección.

    Para Lucía Pittaluga, asesora del Ministerio de Industria (MIEM) y directora en representación de esa Secretaría de Estado en la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), hay “algo que está germinando” y de lo que aún no detectan los índices. A su juicio, hay “una tercera revolución tecnológica” que está “surgiendo” en el país.

    Algo similar vislumbra Fernando Amestoy, presidente del Parque Científico Tecnológico de Pando (PCTP), un emprendimiento público-privado: en los próximos cinco años van a “aumentar exponencialmente” los vínculos entre investigación y desarrollo (I+D), y el sector productivo en Uruguay.

    A su vez, para la encargada del departamento de Innovación Industrial y Emprendedurismo de la Cámara de Industrias (CIU), Carola Saavedra, las fábricas “tienen en la agenda la innovación”, se están involucrando y “responden” a los instrumentos que se diseñan para acercarlas al camino del conocimiento.

    Sin mejoras

    Los resultados de las encuestas de actividades de innovación en la industria realizadas por la ANII muestran un bajo desempeño en la materia. Y en los últimos años la tendencia fue a desmejorar: según el último sondeo (2007-2009), menos de un tercio de las industrias (31,5%) realizaban al menos una actividad de innovación, un porcentaje incluso algo menor al que arrojaba una medición para el período 1998-2000.

    En el Índice Global de Innovación de 2014, Uruguay cayó cinco puestos con relación al año anterior y se ubicó 72º entre 143 países, a media tabla después de Argentina (70), Brasil (61) y Chile (46).

    Dicho índice, elaborado por la Universidad Cornell, la escuela de negocios Insead y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, puntúa diversos pilares. Uruguay presenta fortalezas en materia de calidad de las instituciones, capital humano, investigación e infraestructura. Pero la evaluación es mala en cuanto a la sofisticación de los mercados y de los negocios. Lo mismo sucede con el crédito, la inversión, los lazos innovadores y la difusión del conocimiento.

    Entre los principales “obstáculos” para innovar, las empresas señalan la “falta de financiamiento”, el “insuficiente tamaño del mercado”, el “tiempo de retorno” de la inversión, la falta de personal calificado y los “altos costos”.

    El presidente electo, Tabaré Vázquez, se comprometió durante la reciente campaña a aumentar los recursos destinados a investigación y desarrollo, de modo que el país dedique 1% de su Producto Bruto Interno a las actividades científicas. El triple que hoy.

    Pittaluga señaló que en estos años se realizó un aprendizaje en los apoyos y subsidios que se dan desde el sector público a la innovación, y consideró que ahora es momento de “focalizar” mejor los recursos.

    Los pilares para innovar.

    En la última década el sector industrial hizo una fuerte renovación e incorporación de tecnología en su parque de maquinarias. Pero la inversión en innovación fue relativamente modesta.

    Por eso Saavedra identifica como prioridad la construcción de “pilares” para que el sector aumente su capacidad de innovar. Eso implica contar con los recursos humanos calificados (ingenieros, químicos, etc.) dentro de la empresa, fortalecer las capacidades de gestión y la estrategia de innovación, generar capacidades de trabajo en equipo e impulsar proyectos conjuntos con investigadores.

    Para el presidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la CIU, Manuel Moldes, una de las condiciones “críticas” para “subirse al carro de la innovación” es que las empresas tengan suficiente “capacidad de absorción”. A su juicio, para ello resulta indispensable que cuenten con un ingeniero.

    Igualmente, Moldes considera que los resultados que arrojan las encuestas de innovación en Uruguay “no son malos” aunque “deberían ser mucho mejores”. Opinó que serían más alentadores si existieran mayores posibilidades de financiamiento (inversionistas, capital de riesgo, fondos propios, privados, etc.).

    Asimismo dijo que “hay mucha innovación” micro, “por debajo de la línea del horizonte”. Afirmó que hay empresas que innovan en Uruguay que “no lo dan a conocer” porque a menudo difundirlo “lo único que hace muchas veces es estimular a sus competidores”. Y aseguró que la mayoría de las invenciones no se patentan, algo que a su juicio es una tendencia mundial.

    Para Saavedra, pensar que en pocos años pueda cambiarse esta realidad resulta difícil de imaginar, pero destaca que a nivel micro las industrias responden a los estímulos y que eso servirá para apalancar la actividad de innovación. “No es que el industrial no quiera innovar. Quizás los apoyos no están alineados a sus necesidades”, evaluó.

    En ese sentido, Saavedra y Moldes destacaron la labor del Centro de Extensionismo Industrial —que comenzó a funcionar en mayo— (ver Búsqueda Nº 1.772) como un intermediario entre el conocimiento disponible, los apoyos y las demandas del sector productivo. Entre los primeros pasos, dicho Centro está atendiendo a 25 empresas a través de consultas tecnocompetitivas y de las mismas surge que, en general, estas desconocían la mayoría de los instrumentos de apoyo, a excepción de las exoneraciones fiscales previstas en la ley de inversión, dijo su coordinadora, Michele Snoeck.

    Un parque de innovación

    Articulación y confianza: ambas son condiciones para que funcione adecuadamente el Sistema Nacional de Innovación (SNI) —conformado por un amplio conjunto de instituciones públicas y privadas—, dicen los entendidos. “Para eso todavía falta”, opinó Pittaluga. A su entender, “no hay una articulación” adecuada entre los diversos organismos que integran el SNI.

    Si bien considera que los actores son “dinámicos”, todavía cada uno trabaja “muy para adentro, hay cierta desconfianza”.

    Añadió que “hay que generar la demanda e incentivar que a las empresas les interese usar los instrumentos”.

    Otro de los puntos débiles, dijo, es que no creció el número de investigadores registrados en el sistema nacional de investigadores.

    Desde el sector privado tampoco ven que el SNI funcione. El problema está en su “gobernanza”, que no resulta del colectivo sino de una “imposición jerárquica”, afirmó Moldes. A su juicio, el funcionamiento del Polo Industrial de Pando y del PCTP van en una línea más positiva de “gobernanza en red”.

    Ese Parque —dirigido por la Facultad de Química de la Universidad de la República, la CIU, la Intendencia de Canelones y el MIEM— empezó a funcionar hace un par de años para articular las necesidades de las empresas con las posibilidades de investigación y desarrollo del SNI.

    Amestoy, presidente del PCTP, indicó que uno de los principales roles de la institución es constituir una herramienta de articulación entre academia y empresa, es decir, “acercar la investigación al desarrollo productivo”.

    El Polo, que funciona a metros del PCTP, tiene a disposición la infraestructura y equipamiento de los laboratorios y más de 30 profesionales en biotecnología, nanotecnología, alimentos y nutrición, bioanalítica, química fina, biofarmacia y tecnología farmacéutica, energías renovables y medioambiente.

    “Hay demanda, hay que crearla y eso requiere cierta proactividad”, reconoció Amestoy.

    Desarrollar piel sintética para implantes y otros usos médicos, crear cosméticos a partir de la planta medicinal de la marcela, fabricar aceite virgen de canola o colza —una oleaginosa de invierno—, producir kits de diagnóstico de enfermedades como el Chagas u otros para control de doping en caballos de carrera, son  algunos resultados de innovaciones que surgieron de investigaciones y desarrollos realizados en los laboratorios del Polo, ya a disposición.

    Amestoy informó que el Parque está vendiendo unos 200 servicios tecnológicos al año, lo que equivale a una facturación de U$S 600.000. Dijo que en el último año hubo un crecimiento “exponencial” y no duda que de aquí al 2020 esa tendencia se multiplicará.

    Proyecta que el PCTP —que ya tiene varios convenios de cooperación— trabajará “mucho más” con clusters innovativos, como el Parque de las Ciencias, de modo que se “derrame confianza y aprendizajes para el sistema de investigación local”.

    Actualmente, el edificio principal del Parque ya está ocupado: Microbiotics Uruguay, Bionatura, Eurodisc, Histomarket, Balm Group, Leskener y Uruled tienen las primeras oficinas.

    Además, vinculado al Parque funciona la incubadora de empresas Khem, donde se desarrollan ideas y proyectos innovadores de base biotecnológica.

    El crecimiento proyectado desde la institución está planificado. En breve se prevé que comiencen las obras para construir cuatro plantas demostrativas, certificadas y habilitadas por el Ministerio de Salud Pública para que las empresas instaladas en el Parque puedan ensayar a “escala piloto” cambios o innovaciones en su línea de producción.

     

    El “núcleo innovador”

    “Biotecnología”, “bigdata” o “nanotecnología”, son términos relativamente nuevos pero que se están manejando con más frecuencia en las grandes empresas industriales y agropecuarias del país. Es que, a juicio de Pittaluga, en Uruguay “hay un núcleo innovador bastante fuerte e interesante”.

    Señaló que la aplicación de las TIC en la agropecuaria “rejuvenece” al sector de los recursos naturales. Como ejemplo, la experta mencionó un proyecto presentado a la ANII entre el PCTP y la Compañía Oleaginosa Uruguaya (Cousa) para conformar un centro de innovación y gestión tecnológica de ese rubro industrial. La idea que está detrás es la incorporación de valor en la cadena oleaginosa, generando biopolímeros, plásticos y fármacos.

    Pittaluga señaló que además de ese hay una decena de proyectos presentados a la ANII para crear centros tecnológicos sectoriales, donde varios rubros industriales (plástico, textil, ovino, avícola, de energías) muestran que están “comprometidos” con la innovación.

    “Hay algo que está germinando”, afirmó, y añadió que todos los perfiles de esos proyectos “apuntan a productos nuevos, a generar cosas nuevas”. Eso demuestra que el sector privado “se está moviendo”, dijo.

    Pero la asesora del MIEM va más allá y aseguró que “una tercera revolución tecnológica está surgiendo”. Explicó que la primera fue la revolución de las TIC, que en Uruguay se dio en los años setenta y que ya se encuentra en una etapa de maduración al masificarse. La segunda es la de la “biotecnología”, que está en “fase de despliegue” y que comenzó a impactar en la producción primaria, en la manufacturera, en las actividades vinculadas a la salud humana, animal y en los biocombustibles.

    Indicó que de la combinación de las TIC y la biotecnología, aunque se encuentran en diferente grado de desarrollo, está surgiendo esa “tercera revolución”.

    Estimó que en los próximos años habrá más avances en la biotecnología en Uruguay y una “nueva ola” de innovaciones TIC aplicadas al agro. Como ejemplo mencionó a la empresa OKARATech —formada por la asociación de Agronegocios del Plata (agrícola) y Artech (software)— que busca crear nuevas aplicaciones para la producción rural. OKARATech “concibió una plataforma tecnológica con aplicaciones web y móviles que dará soporte al proceso productivo agropecuario, y tendrá además la capacidad de gestionar masivamente los datos de todo el sistema de negocios (bigdata)”, contó.

    En la ganadería, se refirió a un proyecto que “combina la genómica con la trazabilidad”, con el fin de fortalecer la competitividad de la cadena cárnica de Uruguay. “En cinco años lo veremos, pero hay algo que está pasando”, remató Pittaluga con entusiasmo.