Nº 2267 - 7 al 13 de Marzo de 2024
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEs marzo otra vez en el mundo y, aunque la mano viene complicada, nos convoca el deseo de seguir trabajando por un futuro más justo y con menos violencia contra las mujeres y las niñas.
Cuando se acerca el 8 de marzo, empresas, instituciones públicas o clubes deportivos recuerdan que hay que “hacer algo” por el Día de la Mujer: una charla, un taller, un evento musical o una muestra de fotos que homenajee a uruguayas destacadas. Atrás quedaron las flores y los bombones, porque cada vez se fue entendiendo más que el día hacía referencia a reflexionar sobre las desigualdades históricas y no tanto ya a reforzar los estereotipos de dulzura y belleza.
Un 8 de marzo de 1857, trabajadoras de la industria textil de Nueva York organizaron una huelga contra los bajos salarios y las condiciones inhumanas en las que trabajaban, pero fueron reprimidas y detenidas por la policía. El 25 de marzo de 1911, más de 100 obreras textiles murieron quemadas en el incendio de la fábrica en la que estaban haciendo huelga, de la que no pudieron escapar, ya que los dueños habían ordenado cerrar las puertas. Este es el tipo de historias a las que rinde homenaje el mes de marzo: historias de mujeres trabajadoras que se jugaron la vida por sus derechos.
Este viernes 8, las mujeres volvemos a salir a la calle: los motivos que nos mueven son diversos y van desde el repudio a todas las formas de violencia hasta la defensa de los derechos sexuales y reproductivos o la visibilización de los feminismos negros. Salimos en colectivo o en forma autónoma porque, a pesar de las diferencias, nos une la reivindicación de los derechos de las mujeres y disidencias.
Pero el panorama viene turbio, en la región y en el mundo, en temas de derechos. Sin ir más lejos, el 27 de febrero el portavoz presidencial del gobierno de Javier Milei anunció que se procedería a “iniciar las actuaciones” para prohibir el lenguaje inclusivo “y todo lo referente a la perspectiva de género” en la administración pública del vecino país. Expresado así, de ese modo (“prohibir todo lo referente a la perspectiva de género”), hace pensar que no hay un análisis sólido detrás de la decisión tomada, sino que solo se busca atacar un concepto que se asocia con “el enemigo”, aunque no terminen bien de entender lo que quiere decir.
Dos días después, el 29 de febrero, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, hacía lo suyo en el país centroamericano, decidiendo sacar de las escuelas públicas “todo uso o todo rastro de la ideología de género”. El Salvador es uno de los países con tasas de muertes violentas de mujeres más altas en la región.
Ambos mandatarios habían estado pocos días antes, el 24 de febrero, en la Conferencia Política de Acción Conservadora, un encuentro internacional de extrema derecha en la ciudad de Washington, en Estados Unidos, en la que básicamente se argumentó contra el género, contra la inmigración, contra las universidades y contra la democracia. “Bienvenidos al fin de la democracia. Estamos aquí para derrocarla por completo”, comenzaba su charla el activista ultraconservador Jack Posobiec, en un panel moderado por Steve Bannon.
Hace ya aproximadamente una década que los movimientos antigénero avanzan con fuerza a escala global, convirtiendo a los estudios de género en un monstruo ficticio que según ellos promueve la pedofilia y busca el fin de la maternidad y la familia y toda una serie de argumentos que no tienen ningún fundamento y solo buscan generar miedo en aquellos sectores de la población que no tienen acceso a un debate abierto e informado.
Por eso, vivir en un país como Uruguay, en el que los principales partidos políticos todavía respetan la democracia, es algo que vale la pena reconocer. Por eso, que el presidente de un gobierno de derecha como Luis Lacalle Pou haya asistido el 5 de marzo a un evento por la igualdad de género en la Bolsa de Valores de Montevideo junto con la vicepresidenta Beatriz Argimón da una señal de que quizás Uruguay, a pesar de todo, se pueda convertir en un refugio de protección contra los discursos de odio que avanzan en el mundo en torno a los derechos de mujeres y disidencias.
Que la democracia, la educación y la igualdad de oportunidades entre todas las personas sean valores que defendamos con firmeza y más allá de toda bandera política. Que no nos coman nunca los discursos de odio, que solo buscan dividir para poder reinar.