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    Uruguay es el mejor país

    17º Festival Internacional de Cine de Punta del Este

    Día uno. Momento de aterrizaje, saludos y reencuentros, expectativa y planificación. Tenemos toda la semana por delante, una suerte de cinta de celuloide con vouchers adheridos.

    El corredor del segundo piso del hotel es largo, con las paredes de un blanco inmaculado y sin ningún otro aditamento que las puertas de las habitaciones. Da la sensación de que de esas paredes pueden salir en cualquier momento los amenazantes brazos que acariciaban a Catherine Deneuve en “Repulsión”.

    “Maracaná” da el puntapié inicial. La sala Cantegril está repleta, con parte del público sentado en las escaleras, como en el estadio en los viejos tiempos. Aplaudimos, gritamos el gol de Ghiggia, nos sacamos fotos con el puntero, lo elogiamos en la fiesta luego de la proyección de la película y miramos el futuro con optimismo. A la vuelta, el corredor del hotel ya no tiene brazos amenazantes: son brazos de gritos de gol, de campeones del mundo. Lloren, brasileños, lloren. Uruguay es el mejor país.

    Día dos. Conferencia de prensa con Ghiggia. A sus 87 años luce impecable. “Hablo muy poco del 50 por respeto a mis compañeros, que ya no están”, dice Alcides, que en el momento de concretar aquella hazaña tenía apenas 22. Las apreciaciones del futbolista van desde la tristeza brasileña hasta la extraña desaparición del tesorero de la Celeste. Después de ganar la final, los campeones del mundo tuvieron que hacer una colecta para cenar; compraron unos sanguchitos y así festejaron. Uruguay es el país más pedorro. Ahora, los brazos del corredor del hotel mendigan como Umberto D.

    Durante el almuerzo en la Azotea de Haedo, Ghiggia aclara algunas ideas y nos regala otros conceptos: que Suárez es medio loquito y prefiere a Cavani, que si no hacemos cuatro puntos no pasamos la primera fase, que los africanos pueden dar la nota y que Ronaldo le dijo “Ojo con Alemania”. ¿¡Por qué no traje una camiseta de la Celeste para que me la firmara!? Ahora, joderse. Uruguay es el país de las oportunidades.

    También de fútbol —de qué otra cosa iba a ser— fue la charla con el brasileño João Ricardo Moreira, responsable del documental “Soy celeste”. Según Moreira, en las entrevistas le fue bárbaro con Victorino, pero no tanto con Suárez. El joven realizador trabaja para Fox Sports y sostiene que el golero suplente de Brasil no es titular por su similitud física con Barbosa.

    Por la noche, la película cantada para ver es la uruguaya “El lugar del hijo”, de Manolo Nieto (ver recuadro).

    Día tres. El viejo Edificio Biarritz, el de la puerta giratoria de madera, uno de los más atractivos de la península, todavía muestra señales del incendio que lo desfiguró. Ahora se encuentra en un proceso de recuperación, pero un piano de cola perdido en el caótico y polvoriento hall de entrada y un cartel de “Alquilo” en una de las ventanas de la fachada, son claros indicios de una melancolía que pide a gritos su tratamiento.

    Una inmobiliaria anuncia sus precios: “La mejor ubicación sobre Gorlero, 1 dorm., 1 baño, garage y expensas bajas, U$S 135.000”. Ahora veamos algo más caro: “Cantegril, magnífica residencia con buen metraje, 5 dorm., dep. de servicio, pileta, garage para dos autos, U$S 790.000”. Si semejantes precios no están a su alcance, se puede consolar con dos superhamburguesas con fritas por 275 pesos. Hay que ver el medio vaso lleno del asunto.

    Claro, eso es lo que también habría que tener en cuenta para rescatar algo de la película mexicana “Las lágrimas”, de Pablo Delgado Sánchez, sobre dos hermanos que conviven con una madre perturbada y distante. Pero es difícil. Se trata de morosidad sin sugerencias. Morosidad pura, digamos. Así y todo consiguió el premio del Jurado Joven.

    Más movida resultó la argentina “Bomba”, de Sergio Bizzio, con un pibe que se dirige a la feria del libro de Buenos Aires y queda sometido a un tachero a punto de hacer una barbaridad, latencia que es bastante común en estos trabajadores del volante. La historia, producida por Lucía Puenzo, está jugada prácticamente dentro del taxi y si bien es irregular, se deja ver.

    Día cuatro. Conferencia de prensa con Jorge Marrale, el tachero de “Bomba”. El actor exhibe un hablar pausado, reflexivo. “Pasábamos cuarenta veces por el mismo lugar”, dice a propósito del rodaje. “Es una película de vínculos, de afectos, de lo que ocurre por debajo del taxi”, agrega. Para muchos era el premio cantado al mejor actor, pero perdió ante el brasileño Irandhir Santos, de “Tatuaje”.

    Los festivales pequeños, con realizaciones independientes como este, organizado por la Intendencia de Maldonado y Cinemateca, tienen un aspecto muy seductor: los actores y directores están a mano. Es lo que ocurre con César Troncoso en un parador de José Ignacio, donde almuerza la troupe festivalera. Troncoso es un formidable actor con un perfil recontra bajo. Habla de su trabajo, de su hija, de la vejez y de los miedos con una naturalidad y una espontaneidad a prueba de balas, mientras fuma.

    Y “Al oeste del fin del mundo”, del brasileño Paulo Nascimento, tiene a Troncoso precisamente en el papel protagónico, un ex combatiente de la Guerra de las Malvinas que ha huido de sus fantasmas y vive en una gasolinera donde el único sonido lo producen el viento y una puerta que se golpea. Una road movie surcada por solitarios personajes y con una imponente Cordillera de los Andes de fondo. De lo mejor. También es justo decir que la proyección del Cantegril ha mejorado notoriamente con respecto a otros años.

    Día cinco. Hay películas para las que es necesario prepararse físicamente. Por ejemplo, las que duran tres horas, como “La vida de Adèle”, del tunecino Abdellatif Kechiche. El truco es evitar una conferencia de prensa que valga muy poco la pena y descansar.

    Pero antes de “Adèle” tenemos el documental “El padre de Gardel”, de Ricardo Casas, que insumió diez años de investigación. Correctamente armada y buscando construir el perfil del coronel Carlos Escayola, el muy probable progenitor de Carlos Gardel, la realización fluye con el aporte de historiadores, escritores y familiares. Además de un cúmulo de evidencias que indicarían que los espermatozoides de Escayola dieron lugar al Mago, el documental también destila una época bárbara, patriarcal y apasionante como el siglo XIX en Tacuarembó y Montevideo.

    Y llegamos a “Adèle”, que fue lo mejor del festival, aunque por supuesto no integraba la humilde muestra oficial. En esta historia de amor lésbico que incluye una secuencia de sexo muy caliente, el guionista y director Kechiche (“La Venus negra”, que cada tanto aparece en cable) exhibe una probada solidez para cada plano y cada secuencia, desplegando un riguroso guión e impecables actuaciones, en particular de las dos protagonistas, Adèle Exarchopoulos (que no se llevó muy bien con el director) y Léa Seydoux (“Misión imposible: protocolo fantasma”, “Medianoche en París”, “Bastardos sin gloria”). Es cierto, las tres horas no se justifican, pero aparte de ese detalle, no hay con qué darle a esta película premiada con la Palma de Oro en Cannes 2013.

    En la madrugada, los críticos de cine, digamos los más lúdicos, se divierten alrededor de una laptop con los personajes de Peter Capusotto (American Psycho Bolche, Violencia Rivas y el desquiciado que relaciona todo con el faaa-sooo), el creativo mosaico yorugua de youtube “Tiranos temblad” y alguna que otra propuesta bizarra como “Sharknado” (¡sí, tornado de tiburones!), un Robocop destrozando penes de violadores y la película “Acto de violencia en una joven periodista”, una experiencia única, brutal. Nunca antes el cine fue tan maravillosamente malo.

    Día seis. Hilton Lacerda (Recife, 1965), el director de “Tatuaje”, se muestra nervioso en la conferencia de prensa. La historia de su ópera prima se ambienta en Brasil, en 1978, donde un grupo de comediantes desafía a los militares y a las costumbres imperantes desde un cabaret de la periferia. Lacerda habla un portugués cerrado, que sus nervios cierran aún más. Dice que le gusta el cine de Pasolini y Fassbinder.

    A la hora del almuerzo, los críticos de cine lúdicos eligen a sus estrellas más sexis (no del festival, epa, sino de Hollywood): basta que alguien tire un nombre para que otro se lo derribe (¡¿Esa/e te gusta?! ¡Pero si es un bagayo!).

    La película de la noche es “Flores raras” (¡Flores, cogollo, está hablando del faaa-sooo!), de Bruno Barreto, sobre la relación lésbica (sí, otra más) entre la arquitecta Lota de Macedo Soares (Gloria Pires) y la poeta norteamericana Elizabeth Bishop (Miranda Otto). Una especie de “África mía” en Rio de Janeiro, con bellos paisajes, exquisitos interiores y una estupenda reconstrucción de los años 50. No se pida más.

    Día siete. Los críticos lúdicos siguen divirtiéndose con sus jueguitos a la hora del almuerzo. Ahora son combates de box: Kubrick contra Welles, Cronenberg contra Haneke, Fellini como un gran estilista pero sin pegada y Coppola armado de un temible gancho de izquierda pero con poco aguante. Mientras unos cultivan la excesiva seriedad y la distancia como valores, otros buscan el lado humorístico de las cosas.

    El ambiente se prepara adecuadamente para ver “Manual del Macho Alfa”, de Guillermo Kloetzer, un documental sobre los lobos y elefantes marinos en clave de comedia, con mucho humor y aire fresco. Después de la proyección, Kloetzer subió al escenario y departió algunos secretos del rodaje con el público, como la cantidad de dobles de riesgo que tuvo su lobo protagónico.

    Día ocho. Nublado. Conferencia de prensa con el realizador español David Trueba, cuya película “Vivir es fácil con los ojos cerrados”, que cierra el festival, trae una catapulta de premios Goya. Trueba habla muy bien, mejor de lo que filma, porque su película sobre un maestro que se dirige a Almería para ver de cerca un rodaje en el que participa John Lennon y en el camino recoge a una muchacha embarazada y a un adolescente que ha huido de su padre franquista, es blandita y bastante pueril. “Vivir es fácil...” perfectamente podría integrar el aviso de una bebida light que dice: “Cortá con tanta dulzura”.

    Finalmente, el jurado del festival —integrado por los cineastas Carlos Sorín y Esteban Schroeder y la programadora Eva Sangiorgi— eligió “Tatuaje” como mejor película, mejor dirección y también mejor interpretación masculina, pero Lacerda ya no estaba en el balneario para escuchar las palmas del público por su triple corona. Asimismo, el jurado declaró desierto el galardón a la mejor actriz, una decisión que no fue atinada, porque si bien la selección de las películas no era nada del otro mundo, sí había actuaciones femeninas más que correctas. Y hubiese sido amable que hubiesen subido al escenario para entregar los premios, que fueron anunciados por la presentadora Blanca Rodríguez.

    La fiesta en la Fundación Atchugarry empezó tarde y terminó temprano. A la vuelta, el autobús que trasladaba a los críticos lúdicos —y que incluia a un realizador, a un empleado del festival y a dos niños— los dejó en el Cantegril varados en plena madrugada. Hubo quejas y dedos que señalaron a la organización festivalera. Finalmente, el conductor se apiadó de la pobre gente y la depositó en sus hoteles. Pero la imagen de los críticos varados en la noche es muy buena, una escena de Capusotto. ¡Y sin faaa-sooo!