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    Uruguay “ha quedado solo” en su defensa de Venezuela

    Posición de la Cancillería de “no intervención” es “coherente” con la tradición histórica del país, opina el experto Roberto García Ferreira, y asegura que la situación en Nicaragua es “terrible y abrumadora”

    El profesor de Historia Americana de la Universidad de la República Roberto García Ferreira es pesimista respecto a que Uruguay consiga aliados en su posición tradicional de no intervención en los asuntos de Venezuela, como en la década de 1960 ocurrió con Cuba y República Dominicana. Este historiador, que se dedica a investigar la Guerra Fría y es docente en la carrera de Relaciones Internacionales, no descarta que Washington busque convertir a Venezuela en otra Siria y considera que el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, se transformó de manera extraña mediante “un viraje de derecha demasiado radical”.

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    A su vez, opina que lo que ocurre en Nicaragua, donde actúan grupos paramilitares y francotiradores progubernamentales, es “terrible y abrumador”, un verdadero “neosomocismo” que debe ser condenado, porque “lo que está mal está mal”, aunque “no hay que ser ingenuo” respecto a los intereses de Estados Unidos.

    García, que la semana pasada disertó en un taller de geopolítica en la Fundación Vivián Trías, dijo en entrevista con Búsqueda que el desprecio del presidente Donald Trump hacia América Latina, más allá de sus particularidades, es coherente con la política exterior estadounidense, que ahora busca frenar a China y Rusia en el continente que fue su “taller” de “aprendizaje imperial”.

    —¿Cómo evalúa la posición de la Cancillería uruguaya en el contexto de la situación de América Latina?

    —Tengo la impresión de que la posición del Uruguay es consecuente con su tradición histórica. Mirado en perspectiva histórica, lo que está aconteciendo en Venezuela, por ejemplo, tiene un antecedente muy claro, que es la Revolución cubana, porque también nos colocó ante un desafío que nos obligó a posicionarnos en el marco de las relaciones y los organismos internacionales. Me parece que la línea uruguaya actual es coherente con esa posición histórica de no intervención y de respeto a la autodeterminación de los pueblos, que se basa en el concepto de que no es la mejor solución aislar a un país dentro del sistema interamericano.

    —Sin embargo, algunos actores en el Uruguay le piden a la Cancillería que tenga una posición más en línea con la del secretario general de la OEA, Luis Almagro.

    —Sí, le piden eso. Creo que la presión desde adentro del Frente Amplio es una presión de resistencia, no para plegarse a la postura de Almagro, mientras la presión que existe desde el sistema político y de los organismos internacionales es hacia un alineamiento acrítico con Estados Unidos. La victoria del colombiano Iván Duque va en esa línea y es hasta peligrosa. Duque estuvo en Estados Unidos y se reunió con Almagro y asumió una postura mucho más activa respecto a la crisis de Venezuela. Entonces, el escenario internacional es complejo para Uruguay, porque está quedando cada vez más solo, al igual que le aconteció con Cuba cuando el colegiado con mayoría blanca cedió a la presión para que se produjera la ruptura de relaciones, aunque lo hizo a último momento, en setiembre de 1964.

    El resultado del domingo 1° en México, sin embargo, abre una expectativa. Hay que esperar, no sé si es un cambio, pero por lo menos al candidato Andrés López Obrador no le impidieron llegar al poder, aunque la campaña fue terrible.

    —Cuando se produjo la invasión a República Dominicana en mayo de 1965 el embajador uruguayo ante la OEA Carlos María Velázquez tuvo una posición contraria a pesar de las presiones de Washington y a que el año anterior se había producido el golpe de Estado en Brasil, de mucha influencia en Uruguay.

    —El embajador Velázquez hizo dos exposiciones que siguen con la tradición uruguaya de no intervención, pero que, además, denunciaban con fuerza la política estadounidense y la doctrina Johnson.

    —Sin embargo, Velázquez dejó de ser funcional al gobierno y recibió fuertes críticas.

    —En 1965 lo que se debate es hasta qué punto este diplomático se extralimitó respecto a las instrucciones que llevaba del gobierno uruguayo. Los documentos desclasificados, publicados por la historiadora Clara Aldrighi en 2012, muestran que Estados Unidos miró con mucho recelo la posición uruguaya, censuró los discursos de Velázquez y apuntan a que se extralimitó y se dejó ganar por la pasión. Esto se produjo en un momento muy particular de la historia del Uruguay, cuando, entre otras cosas, estaba quebrando el Banco Transatlántico.

    'La línea uruguaya actual es coherente con esa posición histórica de no intervención y de respeto a la autodeterminación de los pueblos'

    Para Uruguay, la crisis dominicana fue un punto de quiebre y eso tuvo fuerte repercusión interna. El país estaba en una situación difícil con los dos vecinos, Argentina y Brasil, desde donde llegaban amenazas. Era un momento en el cual los brasileños estaban a la vanguardia del anticomunismo en América Latina. Uruguay se opuso a la creación de la Fuerza Interamericana de Paz para República Dominicana y sostuvo en los organismos internacionales que la invasión de 23.000 marines con el apoyo armado de los gobiernos dictatoriales de El Salvador, Nicaragua, Brasil y Paraguay, más el de Costa Rica, se trató de una ilicitud jurídica. Por otro lado llegaban informaciones de que nuestros vecinos temían un brote comunista.

    —El director de la Fundación Vivían Trías, Luis Vignolo, dijo la semana pasada en un taller de geopolítica que existe el peligro de que Venezuela se convierta en la Siria de América Latina.

    —Mirado desde una perspectiva histórica no descartaría un ataque preventivo contra Venezuela. Cuando miramos los períodos previos a un ataque militar, siempre existieron planes de provocación y órdenes ejecutivas como ahora. En el caso de la invasión a Guatemala, hay documentos que confirman que se usó a Honduras como pretexto para aprobar eso en la OEA. Colombia y Panamá son ahora indicativos de lo que pasa en estos momentos.

    —¿Qué papel juega el excanciller Almagro? ¿Cree que se “pasó al otro bando”?

    —Es difícil. Lo de Almagro es muy complejo. Se cabildeó mucho y el propio expresidente José Mujica intervino para que llegara a la posición de secretario general de la OEA. Después Almagro tuvo un viraje conservador y hacia la derecha demasiado radical. Eso nos obliga a pensar y a discutir para qué sirve la OEA, en el sentido de que Estados Unidos siempre ha ejercido un poder muy significativo. En los últimos años han existido posibilidades de construir alternativas (Unasur, Celac) que lamentablemente ahora se están dejando de lado.

    —Sin embargo, llama la atención que Almagro esté rodeado de asesores frenteamplistas como Gabriel Bidegain, Luis Porto o el exministro de Defensa Luis Rosadilla.

    —Sí, es llamativo ese viraje, ese cambio en la concepción. Existe un doble rasero para valorar los acontecimientos, por ejemplo, de Honduras. O la situación de Guatemala. Sin embargo, la OEA también es la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que es bastante diferente que la propia OEA.

    'Almagro tuvo un viraje conservador y hacia la derecha demasiado radical'

    —Precisamente, respecto a Nicaragua, el embajador de Daniel Ortega en Montevideo dijo la semana pasada en El Observador que el informe de la Comisión Interamericana sobre la represión en Nicaragua es sesgado.

    —Lo que pasa en Nicaragua es terrible, abrumador. A lo que estamos asistiendo en Nicaragua es a un neosomocismo. Representantes muy significativos del sandinismo se han ido apartando del gobierno desde hace mucho tiempo y han denunciado a la familia Ortega. Sin embargo, tampoco hay que ser ingenuos; es un país con una importancia geopolítica histórica y Nicaragua ha intentado ser una alternativa de canal interoceánico. Estados Unidos tiene que tener algún tipo de incidencia, porque está enfrentado a los intereses de China. Al menos no lo descartaría. También hay que tener en cuenta que es un país con una tradición de represión que viene desde los Somoza.

    —¿Qué le parece la posición adoptada tanto por el Frente Amplio, de silencio hasta ahora, como por la Cancillería, que fue crítica de la represión?

    —Al menos en el ámbito oficial, Uruguay mantuvo también en eso una postura más independiente. Tengo colegas nicaragüenses que estuvieron cercanos al sandinismo y que me están enviando fotos y noticias terribles con la intervención de paramilitares y francotiradores. El otro día prendieron fuego a una casa, son cosas indefendibles, censurables desde todo punto de vista.

    —En una reciente conferencia usted decía que no hay que asombrarse tanto de las declaraciones del presidente estadounidense, Donald Trump, quien dijo que hay países de América Latina que son “agujeros de mierda”.

    —En una perspectiva de larga duración no es sorprendente lo que dijo Trump. Estados Unidos ha despreciado al latino. Lo han hecho gobernantes y empresarios estadounidenses que en general han considerado a los latinos seres impulsivos, irracionales, para los cuales la democracia es algo demasiado sofisticado. Hay una industria académica y de producciones audiovisuales dirigidas a denostar al latino y, sobre todo, al mexicano. Eso se explica por ciertos condicionantes de la política exterior de Estados Unidos caracterizados por el temor a la revolución, el racismo y la arrogancia imperial. Historiadores como Greg Grandin enseñan que Estados Unidos aprendió a ser imperialista en América Latina. Fue la primera zona donde ensayó. Entonces no es sorprendente. Muchos otros presidentes de Estados Unidos se han referido en términos similares a los latinoamericanos. Otro estadounidense, Michael Hunt, advierte acerca de estos componentes ideológicos estratégicos estructurales que caracterizaron la política exterior de los Estados Unidos.

    'La OEA ha hecho silencio con varios de los procesos dictatoriales en América Latina o lo que está ocurriendo en países como Guatemala o Colombia'

    Y entre demócratas y republicanos no han existido demasiadas diferencias. El expresidente John Kennedy, por ejemplo, aprobó más operaciones encubiertas que Eisenhower para América Latina y la consideraba la zona más peligrosa del mundo.

    —Estados Unidos intenta recuperar posiciones respecto a China y Rusia en América Latina. Pero en el caso de Venezuela y sobre todo de Nicaragua con Ortega, ¿la mayoría del Frente Amplio está aplicando el famoso aserto que hizo el expresidente Franklin Roosevelt respecto al dictador Anastasio Somoza cuando dijo: “Sí, es un hijo de puta, pero un hijo de puta nuestro”?

    —Me parece que hay que tener independencia de criterio. Lo que está bien está bien y lo que está mal está mal. El Frente Amplio reacciona así quizás porque la lógica de Estados Unidos es tratar de revivir la doctrina Monroe. Es algo muy significativo, porque si bien hoy el secretario de Estado cambió, el discurso que su antecesor hizo en la Universidad de Texas, tratando de apelar a la historia de las relaciones de Estados Unidos con América Latina, es muy significativo. Y el intento de erosionar la influencia de China y Rusia en América Latina es evidente. Me parece que en Washington tienen que estar más tranquilos con el rumbo de Brasil, Argentina, Chile y Colombia.

    Las críticas al alineamiento histórico con Estados Unidos están presentando fisuras, pero no se puede dar luz verde para una intervención militar en América Latina. Son temas sensibles de las relaciones internacionales. La posición de Uruguay es buena, pero queda muy aislada otra vez, a pesar de que Argentina, México y Perú han señalado que la intervención en Venezuela no es el camino y hasta en los momentos más críticos no han acompañado esa postura. Pero el vicepresidente estadounidense repitió en Ecuador que “ahora nos vamos a ocupar de Venezuela” y el futuro embajador en Montevideo ha prometido intervenir en el mismo sentido. Además, la imprevisibilidad que tiene un presidente como Trump es un punto complicado. Estamos hablando de alguien muy impulsivo, que dispara contra los latinoamericanos a través de un teléfono celular.

    Uruguay no tiene demasiados aliados ni los va a tener en el futuro en contra de la intervención. Hemos quedado solos como nos ocurrió en el pasado con Cuba y Dominicana. Uruguay se resistió hasta último momento a reconocer al gobierno de Fulgencio Batista en Cuba y lo hizo recién en marzo de 1952. Eso fue así por una tradición antimilitarista de la política exterior uruguaya.

    Almagro es un aliado de Estados Unidos, como lo fue antes otro uruguayo, el excanciller José Mora Otero, aunque este último cuando se discutía la situación de Cuba fue mucho más moderado que lo que es ahora Almagro. La OEA ha hecho silencio con varios de los procesos dictatoriales en América Latina o lo que está ocurriendo en países como Guatemala o Colombia. No hay que olvidar que Guatemala y Honduras son de los pocos países que ha acompañado el traslado de la Embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén. Y muchos de los que son detenidos en la frontera con México son guatemaltecos y hondureños y sus gobiernos no han elevado la voz. Tampoco lo ha hecho la OEA respecto a lo que ocurre en esos países.

    Información Nacional
    2018-07-05T00:00:00