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Desde agosto del año pasado hasta la fecha, los precios al consumo —medidos por el IPC oficial— aumentaron poco más de 4% en Uruguay. Es un registro mínimo en 20 años e inusual en una perspectiva histórica para el país, en el que si bien casi no se ha conocido la hiperinflación lo común durante décadas ha sido que el costo de vida se incremente por año a tasas de dos dígitos.
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Dentro de ese historial, Uruguay aparece en los últimos 50 años con un único “shock inflacionario”, ocurrido en 2002, en el marco de una grave crisis económica. Eso constató el estudio Cien shocks inflacionarios: siete hechos estilizados publicado el jueves 15 por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que define un shock de inflación como aquellos aumentos en la tasa inflacionaria de al menos dos puntos porcentuales dentro de un año después de períodos de relativa estabilidad en este indicador.
Los autores —cuatro economistas del FMI y un académico— identificaron, más precisamente, 111 episodios de shocks inflacionarios en 56 países desde la década de 1970, de los cuales más de 60 estuvieron vinculados a las crisis petroleras de 1973-1979. En su análisis documentaron que “solo en el 60” de los casos la inflación volvió a bajar dentro de un punto porcentual de su nivel previo al shock (se “resolvió”) en cinco años.
Establecieron a su vez que los niveles de éxito —controlando los saltos inflacionarios— fueron menores y los tiempos de resolución más largos para los episodios inducidos por shocks en los términos de intercambio durante las crisis petroleras de los años 70. De hecho, según el estudio, la mayoría de los casos no resueltos involucraron “celebraciones prematuras”, en las que la inflación disminuyó inicialmente para luego estabilizarse en un nivel elevado o volver a acelerarse.
Los países que lograron encauzar la inflación aplicaron una política monetaria más estricta, que se mantuvo de manera más consistente en el tiempo, un menor crecimiento de los salarios nominales y una menor depreciación de su moneda, en comparación con los casos no resueltos (entre los que figura el uruguayo del 2002). Además, conforme con el documento publicado por el FMI, las “desinflaciones exitosas estuvieron asociadas con pérdidas de producción a corto plazo, pero no con mayores pérdidas de producción, empleo o salarios reales en un horizonte de cinco años, lo que potencialmente indica el valor de la credibilidad de las políticas y la estabilidad macroeconómica”.
Aunque con perspectiva histórica, esta investigación tiene vigencia dado el reciente shock inflacionario que comenzó en 2020 por la afectación de las cadenas de suministro ante los cierres de las economías en tiempos de pandemia y el trastorno en ciertos mercados —en particular, de alimentos y energía— provocado por la guerra de Rusia contra Ucrania. Según los autores, las predicciones de que la inflación resultaría “transitoria” chocaron con la “dura realidad durante 2022-2023, cuando esta se aceleró y resultó más persistente. En 2022, la inflación llegó a superar el 8% en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos —un máximo desde 1984— y se acercó a los dos dígitos en las economías emergentes y en desarrollo por primera vez desde los años 90. Por otras razones, en Argentina escaló a niveles por encima del 120%.