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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn la edición de Búsqueda del pasado 10 de agosto, en Cartas al director, el Sr. Álvaro Sosa Farías expresa de manera concreta y concisa su asombro ante manifestaciones del cómico argentino Brieva, en el programa Polémica en el bar de Canal 10.
Antes de profundizar al respecto, deseo expresar que coincido totalmente en sus manifestaciones y apreciaciones.
No soy televidente asiduo de dicho programa televisivo, salvo cuando algún invitado me despierta interés. Ese día justamente lo vi entero, y también me indigné.
Le asiste razón al Sr. Sosa Farías sobre el inexplicable silencio de los panelistas de ese día. Es claro que la mesa tiene una integración variopinta, por lo cual uno puede suponer distintas razones a los silencios. Ignorancia por juventud (argumento débil), comunicadores y participantes sin formación histórica ni política, ser políticamente correcto y ni por asomo esgrimir un elogio al gobierno dictatorial de la época, y seguramente otras.
La verdad histórica de dicha guerra absurda, en lo que a nuestro país refiere, es la que menciona el Sr. Sosa. Y agregaría el eficiente y delicado papel que le cupo al presidente del momento, el Gral. Gregorio Álvarez, en el manejo de tan compleja situación con nuestros hermanos argentinos, como también al canciller Valdés Otero, en particular en la postura del Uruguay en el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), plasmada en la reunión en Río de Janeiro en pleno conflicto.
Este episodio no es más que una muestra de cómo se trata y relata el llamado pasado reciente.
Se ha construido un relato oficial, falso, tergiversado, parcial, y donde se procura culpar solo a quienes ya no tienen voz ni defensores.
Es brutal la falta de honestidad intelectual en dicha construcción. Para empezar, poniendo el tema en la equivocada dicotomía democracia/dictadura.
Nadie medianamente sensato puede apoyar las dictaduras por sobre las democracias.
Obviamente, dicho abordaje excedería el motivo de estas líneas, y es imposible encararlo en este espacio.
Ese “relato” que se ha ido construyendo intencionalmente para procurar sacar responsabilidades, exorcizar actores políticos y dejar a un grupo de militares como únicos gestores de ese período es groseramente insostenible. Pero el transcurrir del tiempo lo afianza, cuando además a nadie interesa que la verdad aflore, sea por interés, complicidad o temor a ser señalado como “golpista y facho”.
Los terroristas fueron “idealistas equivocados”, y los militares que los combatieron por mandato del gobierno democrático fueron “terroristas de Estado”. Lectura falaz y grotesca que no significa negar abusos castrenses.
Solo me permito dejar una reflexión al respecto, de un aspecto que parece soslayarse por razones fácilmente entendibles. Si hoy se hace una compulsa, en particular entre menores de 50 años, sin duda la mayoría dirá que los militares derrocaron al poder político. En Uruguay en 1973 el “golpe de Estado” lo dio el presidente de la República electo democráticamente con el apoyo mayoritario del Partido Colorado y de la minoría del Partido Nacional. Sin mencionar el entusiasmo de vastos sectores de la izquierda de la época.
¿Alguien recuerda al Dr. Martín Echegoyen, veterano político herrerista de fuste y miembro del Consejo Nacional de Gobierno? Fue nada menos que el primer presidente del Consejo de Estado, institución creada por el gobierno de facto que fungía de Poder Legislativo.
Datos, no relatos, aunque sostenidamente se diluyen, tergiversan, esconden y edulcoran.
Pero desde ya que daría para mucho más.
Ciudadano observador