• Cotizaciones
    viernes 21 de marzo de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Viaje a la semilla

    La Comedia Nacional y Anthony Fletcher rescatan La tierra purpúrea, de W. H. Hudson, pieza clave de la novela uruguaya

    Imagen Nº 1. Una plataforma circular de madera de tonos verdes, con mapas, peces, insectos, huellas de herraduras, sobre patas curvadas. El público aprecia el escenario en formato circular, desde las cuatro plateas de la Zavala Muniz. Isabel Legarra, agazapada en la penumbra, se apresta a salir a escena. El resto de los actores están sentados en las gradas. Comienzan a discutir cómo llevar adelante la representación. Jimena Pérez parece ser la directora. Luis Martínez el asistente que anuncia lo que se verá. Lucio Hernández es el escéptico, el que discute si esa idea realmente funcionará o no. Martínez cuenta una historia de un espía que muere degollado “por las dudas” y un perro fiel que se queda en el lugar donde yace su amo, hasta perecer. “Aquí si no se mata, se muere”.

    , regenerado3

    Más o menos así comienza La tierra purpúrea, un espectáculo diferente de la Comedia Nacional, basado en la novela histórica de William Henry Hudson, publicada en 1885 y reeditada recientemente por Banda Oriental en la nueva colección Heber Raviolo.

    “Cuando llegué a Uruguay, algunos me hablaron de una novela misteriosa escrita por un inglés en el siglo XIX, que transcurre en el campo uruguayo, que habla de un tiempo casi místico, de caudillos y gauchos y aventuras románticas. Hudson la escribió para un público inglés, victoriano. (…) Mostraba un mundo que el imperio británico había perdido. Quería representar un mundo lejano, exótico, al estilo de Kipling. Hudson, hijo de yankees que vivió sus primeros 34 años en Argentina, ha sufrido el mismo destino que el imperio británico: desapreció como el imperio; hoy en día Hudson también es casi un desconocido en Inglaterra”, comenta en el programa de mano el británico Anthony Fletcher, quien desde 2009 va y viene entre Inglaterra y Uruguay, donde ha montado varios espectáculos: Traición, de Harold Pinter, y El otro lado, de Ariel Dorfman, en El Galpón; Ellos, autoría colectiva, en el Circular; Molly y Harper, de Brian Friel y Simon Stephens, con la Comedia Nacional, y dos textos propios, Pelea de osos y Habitación 2820, sobre el escándalo sexual de Dominique Strauss-Kahn.

    Ahora se atrevió a la compleja empresa de adaptar una rara avis de las letras orientales, pues si bien está ambientada en territorio uruguayo y está poblada de personajes criollos, no existe consenso académico para integrarla al canon literario uruguayo, tal como explica el historiador Gerardo Caetano, asesor de la puesta en escena.

    La historia narra el deambular del botánico inglés Richard Lamb (aunque nacido en Argentina) por el interior uruguayo enrojecido de sangre derramada en reyertas de pulpería, luchas de divisas blancas y coloradas y fratricidas guerras civiles. La mirada de este álter ego de Hudson (que también era un valioso ornitólogo autodidacta, y es considerado uno de los precursores de la ecología) se dirige por igual a la naturaleza y a la sociedad rural, signada por la anarquía y caudillismo y habituada a resolver los problemas con la violencia como herramienta cotidiana.

    Imagen Nº 2. “¿Se toma algo por aquí, amigo?”, pregunta Leandro íbero Núñez en la piel del forastero. “Caña”, le responden. “Calienta en invierno y refresca en verano ¿Qué más se puede pedir?”. El inglés escucha por todos lados que “va a haber una revolución”. Y no sabe qué decir cuando le preguntan qué sucede en la capital. “¡Hágales un cuento!”, le aconsejan. El mito hecho realidad.

    Fletcher y su elenco resolvieron el desafío de representar este texto árido y cruento con el recurso justo: el de airear la acción entrando y saliendo de la ficción con la excusa del ensayo. La metateatralidad al palo. Los actores anuncian las imágenes elegidas y se zambullen en ellas. Salvo el de Núñez-Lamb, no hay personajes fijos. Fernando Dianesi puede ser un gaucho harapiento y al rato un revolucionario en pie de guerra. Lucio Hernández es un lúmpen sin nombre y al rato da órdenes con el uniforme del general Santa Coloma. Leonor Chavarría es una revolucionaria de las huestes del caudillo blanco y al rato se pasea como una gallina. Sí, una gallina que cacarea y aletea como la mejor bataraza. Hay que verla. Fletcher se muestra como el gran director de actores que es.

    El elenco es un cuerpo orgánico que respira, se expande y se contrae como un todo, con Núñez como un sobrio y equilibrado centro gravitatorio, que baja varios puntos la intensidad de su histrión y convence en una cuerda más sosegada que la usual. Su personaje se metamorfosea del inglés inmaculado que mira con extrañeza y no quiere involucrarse con nada ni nadie, al hombre comprometido que se calza el poncho blanco, levanta la bandera y declara su aversión por “ese ilusorio sueño de la paz perpetua”.

    “Esta es la república perfecta, lo más cercano a la libertad total que conozco, donde el asalariado y el estanciero pueden dialogar”, dice, y les augura a quienes quieran poseer “esta tierra libre” la suerte de los españoles, ingleses y brasileños. Por algo Borges la definió como “uno de los muy pocos libros felices que hay en la tierra”.

    Curiosamente, esta obra es, para Fletcher, una metáfora de la historia uruguaya hasta el presente, concepto que pudo comprender conviviendo con los actores: “Paso a paso, en los ensayos, empezó a emerger ese país, el de hoy en día como el de la época de Hudson. Ambos con profundas divisiones, pero ambos vinculados con la naturaleza, y un fuerte instinto de libertad”.

    Imagen Nº 3. Las aparcerías gauchas, el truco, el pericón, la carne, la leche (“¿No se cansan de comer carne?”). La payada como herramienta narrativa de los sucesos cotidianos, la fábula que reúne animales humanizados y hombres bestiales, el teatro de máscaras que potencia la imaginación del espectador, que proyecta estados de ánimo sobre esos rostros inertes. La justicia como un valor en pañales, encarnada en un juez impresentable, y su esposa Toribia.

    “¿Cómo un argentino con ascendencia sajona y que se quería inglés llegó a enamorarse para siempre de una sociedad y de un estilo de vida que venían a contrariar todas las convicciones en las que había sido formado?”, se pregunta Caetano, y define la barbarie como “una condición en que las pulsiones parecían vencer a la razón y en la que la inexistencia de reglas se proyectaba como un estilo de vida invencible”.

    Esta teatralidad ventila las páginas de Hudson y refresca al espectador con buena dosis de humor: los actores plantean sus dudas sobre cómo abordar dos siglos después personajes ajenísimos a la vida contemporánea urbana. Regala momentos como un hermoso cielo estrellado (obra de Luciana Acuña) que recuerda los paseos escolares al planetario, acompañados de una banda sonora de excepción de Martín Buscaglia, que condensa magistralmente la sonoridad de la guitarra campera. Y no esquiva la arraigada dicotomía entre el campo y la ciudad, reflejada en el debate histórico blancos-colorados.

    Hay suficientes motivos estéticos, teatrales, históricos, sociales y políticos para ir a ver La tierra purpúrea. Al salir de la sala, limpie la sangre de sus zapatos, por favor.

    La tierra purpúrea, por la Comedia Nacional, adaptada y dirigida por Anthony Fletcher sobre la novela de W.H. Hudson. Sala Zavala Muniz. Viernes y sábados, 20.30; domingos, 19 (los domingos, mayores de 65 años, gratis). Tickantel y boletería, $ 110. Hasta el 2 de agosto.