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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDurante mucho tiempo creí que la última dictadura había transformado violentamente a nuestra sociedad. Luego comprobé que no sólo la conjunción cívico-militar fue la responsable y la culpable. La alteración de la salud de nuestra sociedad pudo haber desaparecido tras el período de resolución (precedido por los prepatogénico-patogénico subclínico-prodrómico y el clínico), etapas comunes a muchas enfermedades. Otras circunstancias y entidades reforzaron la primigenia patología y la distribuyeron bajo la forma de mutaciones.
La violencia física y moral es la materia prima integrante de los males que nos azotan. La encontramos en todos los ambientes que podamos imaginar; en todos los lugares donde se desarrolla una actividad humana. En muchos hogares; lugares de enseñanza y estudio; de trabajo y de ocio…hasta en los cementerios.
¿Por qué el término mutación? ¿Cuándo los hijos comenzaron a matar a sus progenitores? ¿Cuándo éstos castigaron a los maestros? ¿Cuándo los paros decretados por un gremio sindicalizado obligaron a que el resto de la población quedara de rehén y no pudiera ir al hospital, a estudiar, a trabajar? ¿Por qué ningunear a la otra clase trabajadora? ¿Cuándo por razones político partidarias se impidió averiguar la verdad? ¿Qué tipo de violencia se ejerce cuando se tergiversa y se niega la Constitución, el Estado de Derecho, la Historia Nacional? ¿Qué tipo de violencia aprende un ciudadano cuando comprueba que aquellos en quienes delegó funciones, roles, soberanía y que debían salvaguardarlo “proactivamente”, física y espiritualmente, prefieren mirar a un costado (el propio)?
Acá y ahora, delincuentes que rondan el 10% tienen en jaque al resto de la población capitalina (1.310.000). El 90% de estos habitantes gastan ingentes fortunas para enfrentar y soportar a los que mienten, estafan, roban, secuestran y matan.
Todos sabemos que los tiempos han cambiado. Que se han perdido códigos. Que el fairplay o juego limpio ya no existe. Que las causas son múltiples e interactuantes. Que los valores éticos, morales y las religiones no han logrado convencer a las mayorías. Que las artes tampoco lograron incidir en los desalmados.
No delinquir parecen ideales y objetivos deteriorados, obsoletos, perimidos, pasados de moda. Poco importa si las autoridades responsables de superar este problemón no saben o no pueden resolverlo. ¿Y si no quieren?
Sí, es cierto que hay mucha gente que cura, descubre o inventa, etc., pero los perjuicios generado por los malos de la película nos están ¡ma-tan-do!
Cuando la malversación y los crímenes de unos pocos prosperan impunemente en perjuicio de los más, dentro de este grupo mayoritario surge una forma de reacción que termina minando la relación de bienestar que existía.
Si las autoridades responsables no logran revertir la situación, surgen sensaciones a-térmicas denominadas “primaveras”, revueltas, “impeachments”, etc.
Es muy “edificante” enunciar que primero hay que intentar rehabilitar a los malvivientes. ¿Quién no está de acuerdo con curar antes que enterrar? ¿Acaso no somos partidarios de las vacunas? ¿No preferimos una amigdalectomía a padecer las infecciones emergentes?
Estamos cansados de los que sesudamente plantean las causas de la violencia. Conocemos de primera mano las consecuencias. Queremos comprobar qué soluciones se están llevando a cabo para eliminarlas. Estamos hablando de una minoría que está minando, más que la salud, la existencia de una mayoría.
Las guerras y las epidemias dan pautas a tener en cuenta. Todo comando sabe que puede y debe sacrificar a unos pocos civiles y soldados para salvar a muchos. Cuando surge una enfermedad contagiosa, se aisla a los que la padecen; incluso quienes los atienden se blindan con trajes especiales. Cuando en un cuerpo surge una infección cancerosa o gangrenosa, para evitar que se propague, se suprime quirúrgicamente la parte maligna.
Los estafadores, los asesinos, los violadores y los ladrones reincidentes deberían ser comparados con esas extirpaciones.
Las discusiones “principistas” que alegan derechos humanos para los asesinos y violadores se olvidan del principio elemental que dice que la parte es menor que el todo, y cuando éste corre el riesgo de desaparecer hay que erradicar cuanto antes lo que lo hace peligrar.
Uno del pueblo