Con la inflación que se mantendrá cerca de los niveles actuales (8,9% en 2013 y 9,1% en 2014), en Uruguay —y también en Brasil— se “han comenzado a endurecer las condiciones monetarias para frenar las presiones sobre los precios, y es posible que (las autoridades) deban endurecerlas aún más”, dice la institución en su informe.
Más consumo
El BM calcula que la población de clase media en América Latina y el Caribe creció de 103 millones en 2003 a 152 millones en 2009, y que ese sector ahora es tan amplio como el estrato más pobre.
Dicha categorización es polémica; según ese organismo, son de clase media quienes perciben ingresos diarios de entre U$S 10 y U$S 50. En pesos, ese mínimo equivale a unos $ 6.600 al mes, un monto que difícilmente alcance para vivir sin penurias en Uruguay.
En un seminario organizado el jueves 10 por el BM en paralelo a su reunión anual y la del FMI, la definición de qué es clase media fue parte del debate. Más allá de ello, hubo consenso en que hoy los latinoamericanos están en condiciones de consumir más que antes.
En abril-junio pasado se vendieron en todo el mundo 435 millones de teléfonos inteligentes (smartphones), 3,6% más que en igual lapso de 2012. Pero el aumento fue mucho mayor en América Latina (55,7%), según Gartner, una firma que provee información sobre el sector tecnológico.
“Hay un acceso al consumo generalizado y barato, que ha explotado de forma espectacular y hace que la gente se autodefina como de clase media”, afirmó en ese foro el secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias.
Luego preguntó qué pasará cuando se haga más notorio el enlentecimiento económico en la región. El 38% de la población volvería a caer en la pobreza, estima el BM. Si así ocurre, dijo Iglesias, habrá personas “enojadas, frustradas”.
La directora ejecutiva de Latinobarómetro, Marta Lagos, señaló que por ejemplo en Chile, el 68% se define a sí misma como de clase baja, cuando el BM sostiene que 42% es de estrato medio considerando su ingreso. Opinó que las protestas callejeras que hubo en Santiago en los últimos años son parte de la “revolución de la clase baja, no de la media, que ya tiene superados sus problemas”.
Damián Vergara, un estudiante de economía chileno que estaba entre el público en el auditorio Preston de la sede del BM, intervino para señalar que él y otros se lanzaron a las calles en 2011 porque en su país el nivel de desigualdad y de concentración del poder “es alarmante”. Esas manifestaciones en Chile reclamaban cambios en el sistema educativo y otras similares producidas en Brasil este año reivindicaron mejoras en los servicios públicos.
“Los latinoamericanos sabemos que el que tiene corbata puede acceder (a esos servicios) y el que no, no”, comentó Lagos, como una explicación de esas movilizaciones.
Otro de los panelistas en ese foro, el ministro de Economía uruguayo, Fernando Lorenzo, relativizó la idea de que surgió una nueva clase media en la región, y opinó que lo que ocurrió fue que algunos sectores superaron “condiciones muy elementales” de ingreso y creció su “capacidad de gastar”.
Después quiso sacar el foco de las protestas callejeras y ponerlo en los “procesos de reforma” que a su juicio se requieren en América Latina y que, reconoció, son resistidos por los “corporativismos”. Y luego de aludir al sector de la salud y la educación, añadió: “Hay que destrabar los procesos que (las) obstaculizan, pero no ir al simplismo de que son iguales que otras reformas”.
El presidente del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, Luciano Coutinho, cerró la charla afirmando que el “superciclo de los commodities se está desacelerando” pero que la “recuperación posible de Estados Unidos y de Europa” abren la puerta a un “crecimiento mejor balanceado en la economía global. La perspectiva no es tan mala” para América Latina.
Ese diagnóstico fue el que, en esencia, hizo el sábado 12 el Comité Monetario y Financiero Internacional —uno de los órganos de conducción del FMI— junto con un llamado a los políticos estadounidenses para que alcancen un acuerdo presupuestal y eleven el tope de deuda para su país.
¿Fin de la “fiesta”?
La Universidad George Washington prestó su auditorio Jack Morton el jueves 10 para albergar el seminario titulado “América Latina: preparándose para tiempos flojos”, en paralelo a la Asamblea del FMI y el BM.
El moderador dijo al empezar que esta región vivió una “fiesta” económica y que ahora lo que viene es la “resaca”. La provocación surtió efecto.
“No estoy de acuerdo con que hubo una fiesta. Hay una declinación suave” en el crecimiento, matizó José De Gregorio, un ex presidente del Banco Central de Chile.
El chino Min Zhu, uno de los subdirectores gerentes del FMI, dijo que “la gente no sólo disfrutó de la fiesta” sino que la región aprovechó para, por ejemplo, reducir el peso de la deuda y sacar de la pobreza a miles de personas en años recientes. Pero ahora, sostuvo, América Latina “tendrá que ajustarse al contexto externo. Hay mucho margen para poner el énfasis en el aumento de la productividad”, para intentar superar el “rezago” en materia educativa, para elevar el ahorro interno y promover la inversión privada.
Iglesias, quien también intervino en esta charla mostrando unos lúcidos 83 años, llamó a “concentrarse en los asuntos importantes después de la fiesta” y se refirió a la innovación, la infraestructura y la productividad. “Es tiempo de enfocarse en estas reformas porque ya no habrá vientos a favor”, aconsejó.
De Gregorio machacó con lo mismo. “Hemos tenido macrovientos (favorables desde el exterior) y luego nos dimos de bruces contra la capacidad plena. Tenemos que hacer reformas”, señaló. Y llamó a tener cuidado con los populismos porque, alegó, no son más que “el atajo” a los cambios que se precisan.
“No hay ningún sustituto a las reformas”, dijo sumándose al grupo el ministro de Hacienda de Perú, Luis Miguel Castilla.
El director para el Hemisferio Occidental del FMI también se refirió a la necesidad de un nuevo impulso reformista en América Latina al hablar en una conferencia de prensa. Pero ya no se trata de aquellos ajustes de hace algunas décadas que buscaban darle más estabilidad a unas economías zarandeadas por la inflación descontrolada y por abultados déficit fiscales y de cuenta corriente, ya que en la mayoría de los países ese trabajo está hecho.
Werner dijo a Búsqueda que “en cada país las reformas” que se precisan ahora “son difrentes. En el caso de Uruguay hay muchos temas importantes en términos de la estructura de la economía. Aunque no es lo más relevante en lo inmediato, para el mediano plazo toda esta discusión sobre la posibilidad de tener un cierto sector de commodities en metales y en energía representa un reto significativo acerca de cuál es el entorno regulatorio y de impuestos adecuado para estas actividades. El entorno para las asociaciones público-privadas en infraestructura es también muy clave”, opinó.
Y “para toda la región, es muy importante mejorar su capital humano” ya que hoy “los indicadores sobre la calidad educativa son malos”, juzgó.
Otro funcionario del FMI dijo conversando informalmente con un grupo de periodistas en los pasillos de la sede del organismo que las reformas y sus resultados deben verse en una perspectiva de “10 años en el área de infraestructura y a 20 en educación”, lo que muchas veces supone una complicación cuando los gobiernos en la región cambian cada 4 o 5 años.
“A dónde va el mundo industrializado en términos de sus propias reformas y en el éxito que tengan o no, condicionan y desafían mucho más a América Latina. Nadie se preguntó si Europa realmente podrá aumentar su tasa de crecimiento y resolver el problema del desempleo. Y qué sucederá en Estados Unidos con su endeudamiento y los conflictos que está habiendo ahora. La forma en cómo el mundo vaya resolviendo todos estos asuntos —que no administramos los latinoamericanos— nos afecta, y la verdad es que todavía el mundo no sabe cómo hacerlo”, reflexionó por su parte Iglesias en una conversación con Búsqueda.
Pero más allá de todo eso, insistió con que las reformas son imprescindibles en América Latina. Y antes de despedirse, este viejo lobo que vio de cerca las fiestas y resacas de la región desde los organismos internacionales, señaló: “A esta edad no tengo más remedio que ser optimista”.