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El dinero rompe parejas. La infidelidad financiera es todo engaño dentro de una relación que suponga mentir u omitir sobre cualquier tema asociado a la plata

Editora Jefa de Galería

Una vez escuché el comentario de que las principales razones por las que las parejas se divorcian son dos: el sexo y el dinero. Me pareció una conclusión un tanto simplista pero bastante cercana a la realidad. Tanto el sexo como el dinero son dos temas fundamentales, por no decir fundacionales, de una pareja. Es en esos terrenos en los que se pone en juego gran parte de la confianza mutua, el respeto, la vulnerabilidad, la comprensión; todos aspectos que alimentan el amor. También el egoísmo, la mentira, la manipulación; venenos que lo destruyen.

Del sexo se habla bastante, pero del dinero no. Y esto parece permear hacia adentro de las parejas; aunque, sabemos, cada una es un mundo. Tal vez en la interna entre las dos personas se hable mucho o poco de lo que les gusta hacer en la cama, de cuándo o cuánto quieren tener relaciones; pero es probable que las cuestiones financieras sean bastante más opacas. Sin embargo, es un tema que determina nuestra forma de vivir, las decisiones que tomamos cada día: lo que comemos, cómo nos vestimos, si salimos y a dónde, cómo nos divertimos, si alquilamos o compramos, dónde estudian los chicos, qué haremos en las próximas vacaciones. El dinero decide todo, pero parece que hablar de él es darle demasiada importancia, lo que nos hace materialistas.

Pero no solo es una cuestión de materialismo —visto como algo malo en una sociedad basada en el materialismo, una gran paradoja—, el dinero actúa directamente en la autoestima, en cómo nos ve el resto, en cómo nos vemos a nosotros mismos, si somos o fuimos exitosos, si logramos nuestras metas, si somos buenos en lo que hacemos y entonces recibimos la remuneración acorde.

Efectivamente, el dinero rompe parejas. Esta semana, la periodista y editora María Inés Fiordelmondo decidió escribir sobre la infidelidad financiera, un problema del que poco se habla y mucho menos se escribe, pero que afecta a muchas parejas. La infidelidad financiera es todo engaño dentro de una pareja que suponga mentir u omitir sobre cualquier tema asociado al dinero. Y en la nota se dan cifras de estudios en Estados Unidos (donde todo se estudia) que indican que un 40% de su población que vive en pareja comete o cometió alguna vez infidelidad financiera, y entre las formas más comunes están gastar más de lo que la pareja aceptaría (33%), ocultar deudas (23%), usar una tarjeta de crédito secreta (17%) o una cuenta de ahorros secreta (15%). Pero también se comete esta traición en actos más cotidianos, como esconder bolsas de compras, mentir sobre el precio que se pagó por un producto o servicio, omitir un aumento de sueldo o un bono. ¿Por qué mentimos u ocultamos?

Es probable que las cuestiones financieras sean bastante más opacas. Sin embargo, es un tema que determina nuestra forma de vivir, las decisiones que tomamos cada día. Es probable que las cuestiones financieras sean bastante más opacas. Sin embargo, es un tema que determina nuestra forma de vivir, las decisiones que tomamos cada día.

En la nota, María Inés aborda un aspecto del dinero que resulta fundamental, no solo para explicar estos actos de infidelidad, sino para comprender la relación que tenemos con el dinero en general. “El dinero no solo tiene un componente emocional vinculado a la seguridad, la proyección y la estabilidad, sino que también está cargado de historia. Atraviesa cómo se vivió en la infancia, si hubo escasez o abundancia. El dinero pudo haber sido o bien motivo de conflicto o de valoración social; todo eso influye en cómo cada uno lo maneja en la adultez”, dice la nota a partir de la explicación que la psicóloga clínica María José Soler hace del tema. “Sea como sea, está ligado a la autoestima, al poder, a la recreación; puede generar culpa, sensación de inferioridad o necesidad de control. En definitiva, el dinero despierta emociones intensas”.

Pero en todo este tema hay un detalle no menor, y es que en esta sociedad, el hombre lleva una ventaja de siglos en la práctica de la administración del dinero, mientras que las mujeres hace apenas algunas décadas que logramos tener acceso completo a él, a tener cuentas bancarias propias, por ejemplo. Y esa herencia cultural de siglos sigue actuando en las personas, en lo emocional y hasta en lo cognitivo, en el interés, el conocimiento y la habilidad de manejar el dinero.

En una sociedad en la que la brecha salarial entre los géneros sigue siendo significativa, ella es la que gana menos en el hogar, lo que la puede dejar en un lugar de menor poder y, muchas veces, de dependencia económica. En estas circunstancias, la infidelidad financiera puede ser una manera de ejercer violencia económica, una forma más de violencia de género.

De todas maneras, en las condiciones que sean, el dinero es un elemento determinante en nuestras vidas y ya tenemos que dejar de mirar para el costado y asumir la importancia que de hecho le damos. Es ridículo que en una lógica absolutamente capitalista en la que estamos sumergidos (y esto no quiere decir que sea la correcta ni mucho menos, simplemente es la que tenemos) no podamos hablar libremente del capital, si es lo que gobierna nuestra forma de vida. Pues, una vez más, el daño de no hablar es mucho mayor.