Su fundador, Brandon Wade, se convirtió en un caso de “éxito” de su compañía. La propia empresa describe en su sitio web que el empresario creció en Singapur entre la timidez y la torpeza social, y que compensó estas aparentes “debilidades” cuando ganó el primer premio en la Olimpíada de Física de su país y se transformó en uno de los dos únicos estudiantes de Singapur admitidos en el MIT en 1988. Con 50 años, era millonario y todo iba viento en popa, salvo su vida amorosa. Al no funcionarle las aplicaciones de citas habituales, creó Seeking “con un objetivo bastante simple y superficial: quería elevar su posición social saliendo con las mujeres más bellas del mundo”, indica la web. Así fue como en 2020 conoció a su esposa, Dana Rosewall, una joven economista 30 años menor que empezó a usar la app para encontrar a una persona ambiciosa que coincidiera en sus aspiraciones.
En 2024 ella se integró a la dirección de la empresa como coconsejera delegada, e introdujo el concepto de hipergamia moderna: “A diferencia de su contraparte tradicional, la hipergamia moderna es un estilo de relación único. Es más matizada, influenciada por los cambios de valores, el feminismo y las redes sociales, y no está sujeta a estereotipos de género ni a factores socioeconómicos”, subraya la app. Si bien primero señala que para las mujeres que hoy buscan recorrer el camino de la hipergamia “el objetivo no es en absoluto obtener ganancias materiales”, enseguida el discurso parecer volver sobre su viejo leitmotiv: “En Seeking, lo ideal es encontrar una relación que te lleve a una nueva era de tu identidad: una transformación que podría llevarte a ser directora ejecutiva, con una pareja a tu lado que te ayudó a llegar allí”. Acompañada de una potente campaña de marketing, la pareja de Wade y Rosewall fue entrevistada por numerosos medios, mientras que sus mensajes hicieron eco en redes sociales y diferentes artículos.
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Este año, la película ganadora del mayor premio Oscar, Anora, también tiene como base —aunque el mensaje pretenda ser distinto— la vieja cuestión de la hipergamia. Y, por si fuera poco, la serie más vista de marzo de 2025, Adolescencia, también alude a la supuesta preferencia de las mujeres por parejas con mayor estatus socioeconómico; habla sobre la llamada regla del 80/20, una teoría sin sustento que afirma que el 80% de las mujeres se sienten atraídas por el 20% de los hombres más deseables, generalmente de buen pasar.
En 2017, un artículo de Medium analizó 32 comedias románticas entre las décadas de 1990 y 2000 y descubrió que, aunque todas presentaban a mujeres inteligentes y ambiciosas, solo cuatro de ellas mostraban a una protagonista de mayor estatus que su pareja masculina.
De guiarse por la ficción, entonces, parecería que la hipergamia tradicional está lejos de haber quedado en el siglo XX, una idea que contrasta directamente con los postulados del feminismo y la creciente independencia económica de las mujeres, que hace años también lideran en niveles educativos, y un patrón que parece aferrarse a viejos estereotipos de género.
Vieja pero no tanto
Más allá del patriarcado, la elección romántica de una pareja como modelo universal “es un invento bastante reciente en la historia de la humanidad”, apunta Fernández Romar. En ese sentido, desde la psicología evolutiva se argumenta que la hipergamia tiene una raíz biologicista, ya que se basa en conceptos darwinistas (selección natural, supervivencia del más apto) sobre la competencia por recursos y estatus con el fin de asegurar la situación personal y, a fin de cuentas, mejorar el futuro para la descendencia. “En términos absolutos y matemáticos, la mayoría de las parejas en la historia de la humanidad no han estado conformadas por valores propios de un ideal romántico”, sostiene el psicólogo.
En sistemas patriarcales, esa elección por conveniencia recayó mayoritariamente sobre las mujeres, y no fue hasta que comenzaron a ocupar los mismos espacios y posiciones sociales y educativas que los hombres que la ecuación empezó a cambiar.
El estudio La economía de la hipergamia, publicado en 2019 en el Instituto de Economía Laboral de Noruega, reveló que, a pesar del contexto igualitario del país —ocupa el tercer puesto en el Índice de Igualdad de Género—, incluso en matrimonios heterosexuales en los que ambos trabajan, son ellos quienes tienen una mayor capacidad económica dentro de la pareja.
De todos modos, aunque considera que el concepto de hipergamia es reduccionista, el psicólogo social plantea que “lo más consensual en el campo de la ciencia es que son realidades muy complejas”. Con esto se refiere a que nadie es lo suficientemente egoísta como para hacer o elegir algo (como una pareja) por una razón de beneficio exclusivamente personal ni nadie es lo suficientemente altruista como para desconocer “ventajas coyunturales” o beneficios probables de desarrollar ciertas elecciones, una idea que aplica a todo tipo de vínculos, incluidos los de pareja y amistad.
En los últimos años, sin embargo, los intentos de regresar a viejas prácticas y tradiciones de la mano del auge de corrientes conservadoras y sus poderosos representantes —desde Donald Trump y Javier Milei hasta Elon Musk y Joe Rogan— trajeron consigo narrativas que refuerzan la idea de que las mujeres pueden elevar su estatus al casarse con hombres exitosos y que los hombres se sienten disminuidos ante una potencial pareja que tenga un mayor nivel socioeconómico. En una columna para The New York Times titulada “Cómo nuestra cultura de citas desastrosa nos lleva a la soledad, la ira y a Donald Trump”, la escritora canadiense Sarah Bernstein plantea que “muchos argumentan que una generación de hombres está resentida porque ha quedado rezagada frente a las mujeres en el ámbito laboral y académico” y que esta corriente no habría resultado “tan desestabilizadora si nuestra sociedad no tuviera todavía un pie de cristal en el mundo de Cenicienta”.
La prevalencia
Si la hipergamia sigue vigente, es una interrogante que no tiene una respuesta única. La realidad, según la psicóloga Mariana Álvez Guerra, difiere según culturas y países. Persiste con fuerza en India con sus sistemas de castas y en los países musulmanes, donde la expectativa es que el hombre sea el proveedor.
Por otro lado, existen casos curiosos, como el de Noruega, que demuestran que por fuera de las culturas en las que la hipergamia se ejerce de manera explícita, también prevalece, aunque de forma más sutil. El estudio La economía de la hipergamia, publicado en 2019 en el Instituto de Economía Laboral de Noruega, reveló que, a pesar del contexto igualitario del país —ocupa el tercer puesto en el Índice de Igualdad de Género—, incluso en matrimonios heterosexuales en los que ambos trabajan, son ellos quienes tienen una mayor capacidad económica dentro de la pareja. A partir de una muestra de 1.600 noruegos nacidos entre 1952 y 1975, se concluyó que los hombres con mayores ingresos tienen más posibilidades de estar en una relación, mientras que el potencial de ingresos en las mujeres no influye significativamente en su probabilidad de encontrar pareja. También constató que, a la hora de elegir una pareja, los hombres tienden a valorar más la apariencia física, mientras que las mujeres dan más importancia al potencial económico del varón. No obstante, el estudio no analiza la prevalencia de la hipergamia entre las nuevas generaciones, como los millennials y Z.
En su columna en The New York Times, Bernstein cita un estudio de 2019 de la economista inglesa Joanna Syrda, que encontró que los hombres en su país eran más felices cuando sus esposas contribuían con un 40% del ingreso familiar. Sin embargo, cualquier porcentaje superior a este aumentaba su ansiedad.
Para Álvez Guerra, en Uruguay se presentan dos situaciones muy disímiles. Por un lado, no se visualiza la hipergamia en “mujeres profesionales que eligen un compañero”. Por otro, puede llegar a prevalecer en mujeres que no acceden a estudios y ven al hombre como “salvador”. “Hay páginas en las que se ofrecen chicas como sugar baby buscando hombres que las mantengan. En Uruguay, la prevalencia tiene que ver con una brecha social muy marcada”, apunta.
De todos modos, si bien no niega que “algunas cosas han quedado” de la vieja noción de hipergamia en muchos sectores, duda que esté tan presente como lo quieren “vender” las redes sociales. “Hay toda una movida de hombres alfa que comparten muchos términos que son bastante misóginos, pero no es real. Las mujeres no son utilitarias, las mujeres tienden a valorar más la seguridad, el compromiso y el sentirse protegidas. Va mucho más por lo emocional, sobre todo si son mujeres con independencia económica”. Conceptos como el del 80/20 podrían tener también una connotación positiva, partiendo de la idea de que las mujeres ya no eligen por necesidad y que, por lo tanto, serán más selectivas y se tomarán “mucho más tiempo en elegir una pareja saludable”. En esa línea, señala que “estamos en una bisagra”, entre hombres con una visión abierta y comprensiva que admiran a mujeres seguras e independientes y aquellos que se han quedado con conceptos “más antiguos y más misóginos, que se sienten amenazados por una mujer independiente”: “Por eso se ven tantas mujeres solteras, porque no es que cualquier cosa vale. Si soy una mujer independiente, tengo mi carrera, mis amigos, mi familia, no necesito una pareja que me cubra una carencia, entonces elijo tranquila. Pero te encontrás con esos hombres a los que no les gusta que sean tan inteligentes, o tan independientes”. Es un contexto que contribuye a lo que muchos llaman “brecha de apareamiento” o “epidemia de soledad”.
En su columna en The New York Times, Bernstein cita un estudio de 2019 de la economista inglesa Joanna Syrda, que encontró que los hombres en su país eran más felices cuando sus esposas contribuían con un 40% del ingreso familiar. Sin embargo, cualquier porcentaje superior a este aumentaba su ansiedad.
De hipergamia a homogamia
Por un lado, términos como hipergamia vuelven a circular cuando se creía un asunto del pasado, mientras los estudios muestran que aún existe una sutil prevalencia. Por el otro, las redes sociales y aplicaciones de citas también parecen estar teniendo un impacto en su subsistencia.
En un artículo de la revista Cosmopolitan, la coach oficial de la aplicación de citas OkCupid, Damona Hoffman, argumenta que los recientes debates en torno a la hipergamia surgen de problemas actuales relacionados con el capitalismo: “A medida que el costo de vida sigue subiendo y la imagen de estilos de vida lujosos impregna en las redes sociales, la gente seguirá esforzándose por ascender socialmente”. Y una de las maneras más fáciles de conseguirlo es casarse con alguien que tenga plata y estatus, agrega en el mismo texto la terapeuta del consultorio de parejas Modern Love, Alysha Jeney.
Más allá de todos estos mensajes que aparecen en la vuelta, lo cierto es que la idea de hipergamia hace décadas dio paso a la construcción de relaciones cada vez menos estructuradas a partir de desigualdades socioeconómicas, y conformadas “a partir de la autonomía, el respeto mutuo, la corresponsabilidad”, apunta el psicólogo social Juan Fernández Romar. “Tenemos ese ideal, que me parece un logro histórico haberlo desarrollado, pero si uno mira el mapa mundial, las realidades en África, Asia e incluso en nuestro país en diferentes segmentos en los que hay mucha desigualdad, es un objetivo difícil”, subraya.
Por su parte, Álvez Guerra agrega que la psicología ha comprobado que las relaciones más exitosas son las más igualitarias, y que la hipergamia, percibida como la aspiración a encontrar “un igual” más que una pareja que asegure cierto estatus, “no es negativa”. “Cuando se enfoca en buscar una pareja que esté a mi nivel y que nos potenciemos y crezcamos juntos, se convierte en un aspecto sano, no es algo necesariamente negativo”. En la misma línea opina Fernández Romar, quien dice que no entra dentro de criterios “utilitaristas” ni en el enfoque reduccionista de la hipergamia el buscar un compañero o compañera de similar estatus para conformar una sociedad en la que ambos puedan promoverse social y económicamente. La jerga moderna, que no deja a nada ni a nadie completamente libre de etiquetas, lo define como homogamia. Aunque siempre habrá excepciones, la psicología señala que este es el camino más sano y, por fortuna, predominante, de las relaciones amorosas del presente y el futuro.