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El ganador de dos premios Goya Luis Zahera presentó su monólogo Chungo y tuvo que explicar su significado

El prestigioso actor español desplegó su faceta de comediante y agotó dos funciones en el teatro El Galpón y una en Life de Punta del Este

Parece un idioma solo, pero no lo es. Hay 21 países que tienen al español como su lengua oficial, pero cada uno de ellos lo habla de una manera distinta. Quizás las diferencias sean mínimas, pero hay ciertas palabras, expresiones, modismos, que no son los mismos en México que en Argentina, o en España que en Uruguay. Cuando el actor español José­ Luis Zahera eligió el título de su monólogo de humor, no pensó en esto. Tampoco pensó que llegaría a interpretarlo fuera de su país natal.

Casi 20 años después de haberlo presentado en un teatro español por primera vez, Zahera hizo salir de España a su monólogo Chungo y el destino del vuelo fue Uruguay. El jueves 13 de marzo llenó la sala de Life del Punta Shopping de Punta del Este, y el viernes 14 agotó dos funciones en el teatro El Galpón de Montevideo. Para quienes se quedaron sin verlo, dicen que prometió volver.

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Su actuación en El reino (Rodrigo Sorogoyen, 2018) le valió a Zahera su primer premio Goya

Su actuación en El reino (Rodrigo Sorogoyen, 2018) le valió a Zahera su primer premio Goya

“En cuanto al título, yo no sabía que aquí (en Uruguay) no se entendía la palabra chungo­. En España, chungo quiere decir ‘malote, malo’. Básicamente, chungos son los papeles que yo suelo hacer en televisión (se ríe). De ahí el título del show”, dijo Zahera a Galería. Lo cierto es que, diga lo que diga sobre sus papeles en televisión, fueron esos trabajos los que lo llevaron a ser un actor premiado y reconocido en el mundo.

Fue el Pertur en la serie española Sin tetas no hay paraíso (2009), Ferro en Vivir sin permiso y Ezequiel en Entrevías (las dos últimas de Netflix). Hizo muchos personajes cercanos a la definición de villano. Personajes de violencia, vinculados al narcotráfico, pero, aun así, disparadores de risas, queribles por el público. “Me clasificaron como uno de los mejores personajes de violencia y ahí sigo. El problema no es que te encasillen, el problema sería no trabajar”, opinó Zahera.

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Con As bestas (Sorogoyen, 2022), el actor gallego obtuvo su segundo Goya por el papel de Xan, un hombre amargado que busca escapar de su destino

Con As bestas (Sorogoyen, 2022), el actor gallego obtuvo su segundo Goya por el papel de Xan, un hombre amargado que busca escapar de su destino

Fue Luis Cabrera en El reino (Rodrigo Sorogoyen, 2018) y Xan en As bestas (Sorogoyen, 2022), dos interpretaciones que lo hicieron merecedor de premios Goya. Los galardones significaron para él “un reconocimiento a toda una vida de trabajo”, pero no el único. “El día a día y que te sigan llamando es el mayor reconocimiento que hay, agregó, y contó que, en la actualidad, las dos estatuillas las custodia su tía Cefe, de 90 años, en su casa.

Con 58 años, Zahera no descansa. No puede dejar de trabajar. El 28 de marzo estrena en España Tierra de nadie, una película también vinculada al narcotráfico, en la que comparte elenco con Karra Elejalde (Ocho apellidos vascos). Acaba de terminar el rodaje de Zeta, una película dirigida por Dani de la Torre y que protagoniza, junto con Mario Casas (Tres metros sobre el cielo, Contratiempo, Instinto).

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En la serie Entrevías (Netflix), Luis Zahera interpreta a Ezequiel, un policía que se ve envuelto en casos de corrupción y narcotráfico

En la serie Entrevías (Netflix), Luis Zahera interpreta a Ezequiel, un policía que se ve envuelto en casos de corrupción y narcotráfico

Reírse de sí mismo

En el mundo hay tantas versiones del español como países que lo hablan. También dentro de la propia España se hablan diferentes versiones, según la provincia o la ciudad. Zahera nació en Santiago de Compostela, Galicia. Es un auténtico gallego y no sabía que en Sudamérica (o al menos en Uruguay y Argentina) se les tiende a llamar “gallegos” a todos los españoles, y no solo a los de Galicia. Él nació en la cuna de miles de chistes, algunos de salón y otros más verdes, pero no le molestan los chistes en sí mismos. Sí reconoce que “al gallego no le termina de gustar que le imiten el acento”, algo que, dice, “ya es un secreto a voces”.

Uruguay lo recibió con los brazos abiertos, la mejilla siempre dispuesta al beso (una de las cosas que le llaman la atención, pero le divierten, de las costumbres nacionales) y el celular siempre pronto para la selfie. Conoció Punta del Este y Montevideo, recorrió un poco, provocó risas de esas que hacen doler la panza, y aprendió cosas curiosas del español uruguayo. Además de encontrarse con que la mayoría quizás no entendiera el título de su monólogo de humor, y tener que explicarlo, aprendió un término que lo hizo reír a él: pipí cucú.

Sin saber cuántas veces lo habrá escuchado, o de boca de quiénes, sobre el escenario del teatro El Galpón el actor dijo que suena como el nombre de una droga, y luego bromeó con que, si tuviera una hija, le pondría de nombre Pipí Cucú.

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Salió a escena tras unos segundos en los que sonó la famosa orquesta Carmina Burana, apareció con una bandera de Uruguay entre sus manos, besó el sol, saludó al público y dejó la bandera en una mesa ubicada junto a una silla que ni tocó durante los 90 minutos que duró su monólogo. Caminó, se arrodilló (varias veces, en cada ocasión en la que juró por su madre que las anécdotas que estaba contando, aunque no lo parecían, eran reales­), se acostó, se agachó, se encorvó, mostró el pecho, bajó, se metió entre los asientos del público y volvió a subir.

En Chungo, Zahera hizo humor sobre su propia vida. Se rio de sí mismo y, aunque bromeó con ofenderse con quienes lo acompañaron en la risa, las carcajadas del público de El Galpón fueron tan fuertes como Carmina Burana. Sus chistes, su acento, su actuación daban ganas de aplaudir a cada rato. Sin embargo, pidió (un poco en chiste, pero otro poco en serio) que no lo hicieran, al entender que aplaudir en medio de un monólogo es “una pérdida de tiempo”. Entonces, aceptó con ganas los aplausos al comienzo y al final.

El actor gallego contó que se crio en un “matriarcado”. Es el menor de cinco, tiene cuatro hermanas mujeres y su madre, María Dolores, era quien mandaba en el hogar (a pesar de que su padre quería creer lo contrario). María Dolores (fallecida), a quien todos conocían como Lolecha o Lecha, es uno de los objetos de homenaje de Zahera durante todo su monólogo. Además, por cómo la describe, ella misma pudo haber sido un personaje de humor de una película o serie de televisión.

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Lecha estaba obsesionada con la muerte. Le pedía a Zahera que pusiera el “parte” (como le llaman en el español de España al informativo) para ver si había habido “alguna hecatombe”. Y cuando su hijo perdía algo y no lo encontraba, ella, en vez de darle la respuesta típica (“a que voy yo y lo encuentro”), le decía: “Yo no voy a vivir para siempre”.

Niño de los años 70, creció y se fanatizó con Los ángeles de Charlie, y estaba completamente enamorado de Farrah Fawcett (Jill Munroe). Uno de sus primeros trabajos en televisión fue en Luar, un programa musical de la Televisión de Galicia que comenzó a emitirse en 1992 y aún sigue vigente. Allí, Zahera interpretó a un cartero y vio cantar a Camilo Sesto y Jorge Vélez. Al segundo lo definió como “gafe” (lo que en Uruguay sería yeta o mufa­), porque cada vez que iba a cantar a Luar sucedía una catástrofe en el estudio de televisión (como un apagón en vivo o la rotura de una pecera enorme de utilería).

Zahera asistió a un colegio católico, de la congregación de Hermanos de La Salle. Allí, la violencia física era un método de disciplina que se entendía aceptable y efectivo, y él fue víctima de “una ostia” (una bofetada, en uruguayo) aplicada porque sí, solo para demostrar lo que podría pasarle al resto si no acataban las normas. Casi todo era un pecado, pero algunos significaban un pase directo al infierno, y otros, casi igual de graves, se solucionaban con unas simples oraciones y una confesión.

No tuvo reparos en bromear sobre religión, en hacer humor negro o de cualquier color. En Chungo, Zahera demostró ser un actor y humorista que no tiene miedo al ridículo ni pretende ser políticamente correcto, sino todo lo contrario.