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Europa pone la música a sanar las heridas de las guerras

Instrumentistas y musicoterapeutas europeos trabajan en campos de refugiados del Líbano y Ucrania para alentar a niños y jóvenes a transitar y procesar los traumas de la guerra a través del arte

El concierto terminó. Después de un verano intenso de ensayos y estudios, todos volvieron a sus casas, pero un grupo de chicos debió quedarse. Se había hecho de noche y tenían instrumentos que cargar. El conflicto estaba tenso en el sur del Líbano y esos estuches con violines capaces de crear hermosas melodías podían confundirse con armas y poner en peligro sus vidas. En un salón, esperaron a la mañana siguiente para regresar.

Así es vivir en una zona bajo un conflicto armado, que, incluso en personas que están habituadas a la guerra, como el musicoterapeuta italiano Luca Scavone, impactan mucho. Scavone integra la veintena de especialistas que viajan al Líbano cada verano como parte del equipo coordinador del programa Música y Resiliencia (MyR).

El proyecto nació en 2011 en Italia y su objetivo es apoyar y aportar recursos psicoeducacionales a niños y adolescentes que viven en campos de refugiados bajo situaciones de estrés y restricciones en su acceso a actividades recreativas o educativas. La música es la herramienta para trabajar estos aspectos.

La esencia

Crear una orquesta y tocar juntos. Ese objetivo, que quizás puede sonar simple, permite a los profesionales trabajar aspectos como la atención para escuchar a los demás, la cercanía con otra persona, alternar roles en un grupo, comunicarse utilizando lenguajes a través de melodías o ritmos y apreciar los silencios. Así como también respetar los tiempos de cada persona y tener un objetivo, un propósito, en medio de una vida rodeada de inestabilidades.

Todo esto se puede trabajar sin mencionar palabras explícitas, algo que para quienes nacen y viven en una zona de conflicto muchas veces es difícil de expresar.

Profesores y musicoterapeutas viajan a un centro de refugiados cada año y estos son los tres abordajes que se trabajan durante el campamento de verano: allí se trabaja en torno a la música comunitaria, el trabajo clínico de musicoterapia y acciones en el área psicosocial.

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No es necesario saber música para ingresar, la participación es voluntaria y experimental. Se propone un primer acercamiento a instrumentos, tales como piano, xilófono, percusión, guitarra, y finalmente se elige en cuál enfocarse. Cada año una veintena de participantes de entre cinco y 22 años, de seis campamentos de diferentes partes del Líbano, se reúnen para compartir las actividades.

El trabajo no se limita al verano. Durante el año, profesores continúan ensayando semanalmente con los jóvenes para preparar el concierto del próximo encuentro. “Nosotros también esperamos que llegue el verano y viajar porque sabemos que ellos trabajaron para ese momento, queremos llegar y compartir esa música”, comentó Scavone a Galería.

La incorporación de instrumentos típicos, como la darbuka (percusión árabe), crea a la vez un intercambio cultural pues los estudiantes enseñan a sus profesores música local y viceversa.

“Me dio muchas cosas ser parte de este proyecto, la más importante: conectar con palestinos de diferentes partes del Líbano, italianos y libaneses. Aprender música árabe, italiana y de otras partes del mundo”, dijo Jana Alyoussif, de 23 años, quien integró el proyecto durante nueve años.

Comenzó sin saber tocar un instrumento, hoy participa en el proyecto como profesora de piano y fue capaz de preparar, junto con otros compañeros, un concierto de unas 30 canciones de 13 países diferentes. Esa fue una de sus mejores experiencias. “Nos dimos cuenta de que estábamos haciendo algo profesional”, agrega.

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La idea de MyR nació en Italia desde la asociación Prima Materia, que desde 1993 trabaja en este sentido con comunidades de bajos recursos. “Educación musical como promotor de cambios sociales positivos”, ese es el motivante de su trabajo, que un día casualmente­, al entrar en contacto con la Institución Nacional de Asistencia Social y Capacitación Profesional palestino-libanesa (NASCP­), decidieron llevar al Líbano. Años después, asociándose con otras organizaciones no gubernamentales, el proyecto se trasladó a Ucrania y Lampedusa.

En el Líbano, NASCP compró los instrumentos, los mantiene allí y en ocasiones se los prestan a los estudiantes para que se los lleven a sus casas. En los otros dos casos, los talleristas llevan sus propios instrumentos cuando visitan el lugar. Mientras que la financiación es a través de las organizaciones socias y donaciones. Los profesionales trabajan de forma voluntaria y pagan los viajes de su bolsillo.

MyR obtuvo un reconocimiento por parte del Consejo Internacional de Música-Unesco por su promoción al acceso a la educación musical. Así como en 2019, se logró que un grupo de jóvenes italianos viajaran al Líbano para actividades de intercambio, y en algunas ocasiones palestinos han visitado Italia.

Expresar sin palabras

“Empezamos a hablar en grupo y me puse a llorar, pues estábamos hablando de la historia de Palestina y lo que estábamos viviendo. Todos quedaron en silencio y una mujer vino con un acordeón. Empezó a tocar una canción italiana, no entendía el idioma pero sí la melodía”, relató Alyoussif.

Esa canción italiana hablaba sobre el amor de una persona a su país y la obligación de tener que abandonarlo. “Luego ella empezó a tocar otras canciones más alegres y fue una secuencia de sentimientos tal que terminamos todos bailando”, agregó. Ese fue el primer año en el que ella participó del campamento de MyR.

“No se puede explicar, es algo que se siente. Ella en vez de calmarme con palabras, tocó y yo era capaz de sentirlo, cambiar mi estado de ánimo”, indicó Alyoussif.

Alyoussif no se dedicó a la música profesionalmente, pero aprendió a tocar y enseñar piano. Uno de sus hermanos menores también se sumó al proyecto y hoy a sus 21 años es profesor de guitarra. “Para él, ha sido algo muy importante y ahora está recibiendo un sueldo por eso”, comentó.

Por el contrario, “otro compañero se tomó la música seriamente y ahora toca en una orquesta, canta en un coro y vive de la música profesionalmente”, agregó.

Su familia fue expulsada de Gaza en 1948 en el marco de la guerra territorial que tienen Israel y Palestina hace varias décadas. Ella nació en el Líbano al igual que sus hermanos­ y crecieron en el campamento de refugiados. Hoy, gracias a una beca, logró mudarse a Italia para estudiar un Máster en Management y Medio Ambiente.

“Nos acostumbramos a no enojarnos” y vivir bajo las circunstancias que implica un conflicto armado, indicó Alyoussif. Esto incluye las precauciones y alertas constantes de seguridad, atravesar puntos de control para traslados a ciertos lugares, el impedimento de concurrir a otros y vivir en espacios reducidos, entre otros aspectos.

“Es muy difícil para nosotros solo quedarnos en casa, hay que buscar algo para soltarte un poco. La mayoría de las actividades paran cuando hay conflicto y no vuelven”, indicó Alyoussif.

En 2023 la guerra en el sur se recrudeció y amenazaba el hacer realidad el campamento de verano. Finalmente se redujo el número de voluntarios que viajaron desde Italia y se trasladó a los estudiantes hacia el norte, para trabajar en conjunto con quienes viven allí. “No teníamos idea de qué estábamos haciendo pero dijimos: ‘Esto no nos va a parar’, y fuimos. Algunos padres no querían”, pero lograron convencerlos, recordó.

Experiencia en Ucrania y Lampedusa

La guerra en Ucrania comenzó en 2022. Por ser reciente, el abordaje de MyR está en etapa inicial y abarca un rango etario más amplio, que incluye también a adultos y ancianos.

“Nos basamos en la necesidad de la gente, es importante escucharlos y hacer música todos juntos”, indicó Scavone.

“Se trata de personas que dejaron sus casas hace poco tiempo y no estaban acostumbradas a una guerra, empezaron a vivir en un refugio de repente. Entonces tenemos que crear una relación de grupo, una comunidad, compartir el tiempo juntos y eso es suficiente”, agregó Marco Lolli, coordinador de MyR.

Hacer una ronda, poner música y, siguiendo el ritmo, pasar una pelota de mano en mano sin que se caiga, adaptándose a los cambios de velocidad. Una actividad tan simple como esta permite trabajar la atención, la colaboración grupal, la coordinación mental, física y, finalmente, la distensión y el entretenimiento.

“Cuando vives en un lugar en guerra, a veces te sientes solo”, indicó Lolli. Con este tipo de actividades las personas pueden tener un respiro de las problemáticas cotidianas. “Por ejemplo, estábamos haciendo una actividad en una plaza de Lviv y los aviones pasaban a veces, y si sonaba la sirena, teníamos que cortar todo e irnos al refugio. Se vive con esa tensión”, agregó.

Un abordaje similar se aplicó desde MyR en Lampedusa, una pequeña isla ubicada en el medio del mar Mediterráneo que tiene una gran problemática de inmigración ilegal, principalmente de personas que llegan en embarcaciones precarias desde África. Allí, a través de actividades grupales, el foco es propiciar la unidad entre muchas personas que son desconocidas, y también expresar con sonidos o melodías sentimientos que no pueden poner en palabras, como la pérdida.

La Musicoterapia y su evidencia científica

La musicoterapia es “el uso profesional de la música y/o el sonido, ritmo, melodía y armonía, para facilitar, promover comunicación, aprendizaje, movimiento y otros objetivos terapéuticos para satisfacer necesidades” diversas, según la Federación Mundial de Musicoterapia.

Investigaciones científicas afirman que el uso de esta disciplina con fines terapéuticos era utilizado por médicos egipcios en el 1500 a. C. Durante la Segunda Guerra Mundial, investigadores comprobaron que el uso de la música ayudaba a soldados a superar sus trastornos de estrés postraumático causado en el campo de batalla.

De allí en más, lentamente se ha ido desarrollando y ganando terreno en el ámbito clínico, y se ha comprobado a través de diversas investigaciones los beneficios en personas que atraviesan diferentes tratamientos de rehabilitación por diversas afecciones o enfermedades crónicas.

La ciencia ha comprobado que el uso de música adecuada ayuda a estabilizar el ritmo cardíaco, contribuye a establecer vínculos­ sociales, tratar depresión, mejorar las habilidades de comunicación.

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“Cuando vives en un contexto de guerra no es tan simple expresar tus emociones, decir que tienes miedo porque vives rodeado de bombas, discutir sobre eso explícitamente. La música nos permite trabajar sin este control del cerebro y expresar los sentimientos de una forma más genuina” y sin palabras, indicó Lolli.

Algunas personas cuando están tristes eligen escuchar cierta música para reanimarse o para sentir plenamente ese dolor. Supermercados o tiendas de ropa tienen una lista de temas musicales específica, diseñada para que el cliente cuando la oiga por los altoparlantes se relaje, permanezca más tiempo en el lugar y compre lo más que pueda. Las propagandas políticas utilizan melodías que refuerzan el sentimiento patriota, el orgullo nacional, que interpelan sobre ciertas temáticas.

Todo esto es la música entrando en tu cerebro e influenciando tu conducta, estado de ánimo, toma de decisiones: la neurociencia de la música.

De esa forma también trabaja la musicoterapia, pero con el fin de aportar “beneficio al binombio salud-enfermedad. Un instrumento de cuidados muy económico y carente de efectos secundarios”, según la Organización Mundial de la Salud.

Actualmente, en Latinoamérica también se ha trabajado con un enfoque similar al de MyR con víctimas del conflicto armado en Colombia, a través de la Universidad Nacional, con el foco puesto en niños y adolescentes.

El documental

Esta es nuestra resistencia. En música somos uno es el documental que este año se estrenó en Europa para dar a conocer el trabajo de MyR a través de diferentes testimonios. Allí se muestra cómo se trabajó en el campamento de verano de 2024 en el distrito de Trípoli. El audiovisual se puede ver en línea en la web musicandresilience.net