El presidente de Chile, Gabriel Boric, ocupó los portales de noticias del mundo el 26 de junio, cuando supo el nacimiento de su primera hija, Violeta. Pero la noticia no era solo el nacimiento de la niña, sino que Boric, de 39 años, decidió hacer uso de su licencia por paternidad de cinco días, en pleno ejercicio de su gestión. Que un presidente se convierta en padre durante su presidencia es algo que no ocurría desde hacía casi un siglo en el país trasandino. Y que el presidente se tomara licencia por paternidad era la primera vez.
Según la ley chilena de 2005, es un derecho de todos los padres trabajadores este permiso parental pago de cinco días, pero no es una obligación. Las últimas estadísticas reflejaron que se trata de una licencia poco usada entre el género masculino.
“Ser padre y ver lo que hace la naturaleza, el cuerpo humano, las mujeres realmente es conmovedor y primero mi profunda admiración a la Paula (Carrasco, su pareja) por este proceso que nunca había visto tan de cerca, realmente impresionante”, dijo a la prensa en la puerta del Hospital Clínico de la Universidad de Chile en Santiago, donde nació su hija.
Según la ley uruguaya de Tenencia Compartida (de 2023), la corresponsabilidad en la crianza “implica la participación equitativa de ambos padres en el ejercicio de los derechos y deberes que tienen respecto a la persona y bienes de sus hijos menores (niños, niñas y adolescentes), atendiendo al interés superior de los mismos”.
Si bien no hay datos sistematizados que lo reflejen, la psicóloga clínica Fanny Berger, que trabaja en orientación a padres y madres, percibe que en los últimos años hubo un cambio en el rol de las figuras masculinas en la crianza de sus hijos. A medida que las mujeres empezaron a ocupar puestos de trabajo y a lograr la independencia económica luego de la Segunda Guerra Mundial, se volvió cada vez más necesario que los hombres participen de forma activa en las tareas de cuidado de los niños y adolescentes. Ya no son siempre ellas las que se quedan a cargo en sus casas.
“Al estar la mujer trabajando tantas horas fuera de la casa, evidentemente tiene menos tiempo para las tareas hogareñas, para sus hijos. Hay un vacío. A mí me parece bárbaro que lo adquieran los hombres”, opinó Berger.
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Cuidadores y no meros ayudantes
Uruguay puede jactarse de haber regulado de forma temprana, en comparación con la región, la licencia por maternidad. Y no solo eso, sino también de haber aprobado la licencia por paternidad y la reducción de la jornada laboral para cuidados.
El subsidio parental para cuidados que brinda el Banco de Previsión Social (BPS) puede ser utilizado en forma indistinta y alternada entre el padre y la madre, luego de finalizado el subsidio por maternidad correspondiente. Mediante este beneficio, el padre o la madre tienen derecho a una reducción de su horario laboral, que no puede exceder la mitad de su horario habitual ni tampoco cuatro horas diarias. A partir de 2016, este subsidio se extendió hasta los seis meses cumplidos del hijo.
Sin embargo, la mirada global sigue centrada en la mujer, casi como única cuidadora. Así lo reflejan datos del Banco de Previsión Social (BPS) a mayo de este año, que muestran que la reducción horaria es utilizada solo en un 2,2% por hombres, una cifra que se mantiene por lo menos desde los últimos cinco años.
En abril de 2024, el grupo de trabajo sobre licencias para cuidados parentales, a cargo de la Unidad Especializada en Género de la Institución Nacional de Derechos Humanos, publicó un informe titulado “Normativa para la conciliación de la vida familiar y laboral con corresponsabilidad de género. Revisión y recomendaciones”. En él concluyó que aún permanecen algunos nudos que producen discontinuidad entre los tiempos para el cuidado, los servicios y prestaciones para mujeres y hombres con hijos.
El informe enumera una serie de recomendaciones, que podrían resumirse en el impulso de la corresponsabilidad de género en la crianza, a través de medidas que fomenten el uso de la licencia paternal e involucren a los varones en las tareas de cuidados. Además, resalta el impacto positivo del equilibrio en el ejercicio de estas tareas en los espacios de trabajo: esto significa una mejora en las condiciones y el desarrollo laboral, por representar un incentivo para hombres y mujeres por igual. El grupo de trabajo sugiere “contemplar elementos que permitan que los padres se conviertan en cuidadores y no meros ayudantes”.
Para Berger, la disparidad de responsabilidades entre los hombres y las mujeres surge de que el rol de cuidados es “adquirido”. Si bien las mujeres se insertaron en el mercado laboral desde hace varios años, la sociedad sigue viendo a las madres como cuidadoras principales.
“La parentalidad depende de la empatía, del involucramiento. Eso no tiene nada que ver con el género, para nada. Si la mujer se corrió, porque cada vez tiene menos tiempo, no me extraña que el hombre asuma más el rol en la crianza y educación. Y lo hace muy bien”, dijo la psicóloga.
Datos del Banco de Previsión Social (BPS) a mayo de este año muestran que la reducción horaria es utilizada solo en un 2,2% por hombres, una cifra que se mantiene por lo menos desde los últimos cinco años.
Como resalta Berger, ser buen padre o buena madre e involucrarse tiene que ver con características de la personalidad, y la principal es la empatía. “Hay mujeres que no son empáticas. Es importante que la persona se involucre, que sepa por dónde anda el hijo, qué le pasa, qué siente, quiénes son los amigos, cómo lo puede ayudar”, agregó.
Incluso, la psicóloga cuestionó la existencia del famoso “instinto maternal”. Se refirió a aquellas mujeres que son madres por imposición o por un mandato social más que por deseo. “Todavía hay mucho de eso, pero los roles se pueden cambiar, eso es lo más importante”, dijo.
Entre la firmeza y la culpa
El concepto de familia ha adquirido cada vez más variantes. Madres solteras, padres solteros, dos madres, dos padres… La figura paterna no es imprescindible, quizás ninguna lo sea. Pero sí es una figura de gran valor e importancia en la educación del niño, sostiene la psicóloga. Si bien siempre existen excepciones, el hombre tiende a ser “más firme” que la mujer. A ellos les cuesta menos poner límites, mientras que las mujeres tienden a ser más compasivas. Berger aseguró que “al niño eso le brinda seguridad”.
Las madres, en cambio, suelen sentir más culpa y cierto miedo a que sus hijos no las quieran. Además, existe una responsabilidad desde el embarazo, en cómo se alimentan, si fuman, si consumen alcohol, que puede tener repercusiones directas en el desarrollo de su hijo. Allí también se gesta esa culpa. Los padres pueden preocuparse y ocuparse, pero no comparten ese sentimiento. Para el niño, esto también es beneficioso, porque educar con culpa es educar con miedo, y eso se transmite, advierte la psicóloga.
“Muchas veces, el hijo se lleva mejor con el padre porque es más calmo, porque lo ve menos controlador, con menos culpa. Porque el control y la culpa no son buenos amigos durante la educación de los hijos”, añade Berger.
Por esa mayor capacidad de firmeza, esa baja o nula cuota de culpa y un carácter más calmo, en ocasiones, que el de las madres, “el padre es importante para mostrar el mundo”, concluye.