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Las mujeres diplomáticas se nuclean para combatir las brechas de género y romper el círculo de poder

En respuesta a cómo ser mujeres y madres influyó (e influye) en su carrera, varias funcionarias del Servicio Exterior crearon la Red de Mujeres Diplomáticas Uruguayas con el fin de combatir la brecha de género persistente en el sector

Eran nueve mujeres que estaban expectantes. No nerviosas, porque ya sabían que todas habían ingresado a la carrera diplomática. Habían superado la prueba eliminatoria y las distintas etapas. Estaban a la espera de los resultados, solas en un salón. El tribunal de evaluación no aparecía. A las horas, llegó un hombre refunfuñando. Con el ceño fruncido, les dijo: “Como ya sabrán, ustedes entraron todas. Pero quiero que sepan que esto no significa que a partir de mañana van a ser diplomáticas. Van a tener que venir a demostrar que tienen las condiciones para serlo. Porque acá sabemos bien que las mujeres ingresan a esta casa y terminan abandonando porque sus maridos no las acompañan o no quieren separarse de sus hijos. Las mujeres no están hechas para esta carrera”.

La escena parece del siglo pasado o del otro. Pero ocurrió en 2002, cuando ingresó al Servicio Exterior la primera generación 100% femenina. De esa generación formaron parte Valeria Csukasi, actual subsecretaria de Relaciones Exteriores, y Noelia Martínez, directora general adjunta para Asuntos Políticos.

El ingreso de mujeres a la carrera diplomática en Uruguay registra un crecimiento en las últimas décadas. De hecho, en la actualidad existe paridad de género en las primeras etapas. Entre quienes están habilitados a representar a Uruguay en el ámbito internacional, existen siete cargos principales. En un orden de menor a mayor jerarquía, según datos de Cancillería a junio de 2025, había 24 hombres terceros secretarios y 26 mujeres en ese cargo. Segundos secretarios eran 32 hombres y 31 mujeres; y la misma proporción se dio en los primeros secretarios. Entre los consejeros, eran 26 hombres y 28 mujeres. Los ministros consejeros eran 27 hombres y 21 mujeres.

Hasta ese nivel, al que los diplomáticos y las diplomáticas llegan a través de concursos de ascensos, se mantiene la paridad que se presenta en el ingreso a la carrera. Los cargos más altos de la escala jerárquica, de ministro/a y embajador/a, son de designación directa, y es allí donde esa paridad se pierde y comienza una brecha importante: 18 ministros hombres contra 11 mujeres y 24 embajadores hombres contra solo seis mujeres. “Los hombres eligen hombres”, concluye Csukasi.

Para tratar de combatir estas y otras desigualdades que se presentan en el Servicio Exterior, varias funcionarias de este rubro crearon en 2022 la Red de Mujeres Diplomáticas Uruguayas, y Galería conversó con seis de sus integrantes. Además de Csukasi y Martínez, participaron en la charla Laura Dupuy, representante permanente ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York; Gimena Hernández, embajadora ante la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) y el Mercosur; Gabriela Ortigosa, subdirectora general de Asuntos Políticos y directora de Regional Europa en Cancillería; y Elizabeth Moretti, directora de Asuntos Antárticos y del Atlántico Sur.

¿Qué opinaron sus padres cuando quisieron ser diplomáticas?

Laura Dupuy: Había una percepción, no de mis padres, pero sí de mi abuelo, por ejemplo, de que mejor era seguir abogacía, porque la diplomacia iba a afectar a mi familia. No dejaba de tener razón, pero uno tiene la vocación, así que empecé a cursar las dos carreras y, obviamente, me definí por la Licenciatura en Relaciones Internacionales, con miras a ingresar al Servicio Exterior.

Elizabeth Moretti: Entré a la carrera en democracia, en 1986, y nadie sabía muy bien lo que era esto de ser diplomática. No había tanto conocimiento como ahora, no estaban las redes, no había información. La elegí un poquito por descarte. Me había anotado en Administración de Empresas, fui el primer día y vi un pizarrón lleno de fórmulas y dije “esto no es para mí”. En paralelo, me había anotado, gracias a mi hermano, en diplomacia, y me encantó desde la primera materia. Pero mis padres no tenían conocimiento de lo que era. Tampoco sabían bien qué iba a hacer después. Tuve la suerte de empezar a concursar y entrar a la carrera. Por esa misma razón, todavía estoy en funciones y sigo trabajando. Lo seguiré haciendo hasta que la ley me lo permita.

Valeria Csukasi: Aún hay mucho misterio alrededor de lo que es la función diplomática. Una de las preguntas tradicionales que se hace en las entrevistas de ingreso a relaciones internacionales es: “¿Cómo te imaginás que va a ser tu primer año de trabajo?”. Y tenés quienes imaginan una vida de embajador o embajadora y ya sueñan con que van a estar en el Consejo de la ONU, en el Consejo de Seguridad, resolviendo la paz mundial, que es a lo que yo le llamo “la respuesta Miss Universo”. O tenés los que te dicen “no tengo la menor idea, estaré para lo que me digan, entiendo que tengo que aprender”. Hay mucho desconocimiento entre quienes concursan, y ni que hablar entre las familias y los amigos que quizás hoy, después de décadas, todavía no entienden lo que hacemos nosotras.

¿Cuáles son las principales cosas que la gente no imagina?

L.D.: Los sacrificios.

Gimena Hernández: La diplomacia siempre es vista como una carrera de privilegio. Creo que ese es el imaginario público, cuando, en realidad, el ingreso está abierto a todo el mundo. No es una carrera limitada ni privilegiada, y además implica muchos sacrificios. Uno se mueve permanentemente entre países, culturas diferentes. Nos movemos nosotras, que elegimos esto, y nuestras familias, que no lo eligieron y que nos acompañan. No llegamos a construir redes en ningún lado, porque cuando las construimos nos tenemos que mover.

Cuando comenzaron la carrera, ¿cuál era su mayor aspiración? ¿La mantuvieron en el tiempo o sintieron que tenían que bajar la vara?

E.M.: Va a hacer 40 años que entré a la carrera y pasé por diferentes etapas. Cuando entré era imposible pensar en llegar a embajadora. De mi generación llegaron a embajadores todos los hombres, pero ninguna mujer. A lo largo de las décadas ese escenario fue mejorando y algunas llegaron, pero no en los números que nosotras quisiéramos. Estamos muy por debajo de lo que sería un óptimo de equidad.

Gabriela Ortigosa: Nuestra visión como profesionales diplomáticas empezó a cambiar cuando comenzaron a existir los concursos de ascenso. Ahí vimos que podíamos llegar, al igual que los varones, hasta determinada categoría, que es para la que concursamos. Sabíamos que a ministra consejera íbamos a llegar todas. Después ya empezaba a ser distinto, porque empezaban las designaciones directas.

V.C.: Incluso cuando llegamos sigue habiendo un pequeño factor de frustración. Llegamos a posiciones de dirección, dirección general, embajadas, que imaginábamos que estaban asociadas a una jerarquía, a un nivel de responsabilidad y a una cercanía de la toma de decisiones. Y nos dimos cuenta de que por ser mujeres no estamos en los círculos donde se toman las decisiones. Podés estar en el lugar más maravilloso, cumpliendo la tarea más fabulosa y, de repente, te llevás la sorpresa de que, cuando tenían que designar a una persona para ocuparse de los temas que son tus temas, eligieron a un varón. Eso nos sigue pasando, lamentablemente.

Todas ustedes son madres, ¿sienten que la decisión de serlo tuvo un impacto en su carrera diplomática?

G.H.: Tenés un desafío más para compatibilizar con tu profesión y seguir creciendo, formándote y aportando al país. Tenés la responsabilidad de un hijo al que tenés que insertar en un lugar donde pueda adaptarse y le tenés que brindar las condiciones para esa adaptación. A veces no es tan fácil. Yo tengo un hijo con discapacidad (síndrome de Down) y eso en ocasiones me implica una oportunidad, porque le puedo dar otros tratamientos que quizás en Uruguay no hay, pero también me implica buscar lugares que no le signifiquen una reducción en su atención, su integración o inclusión.

V.C.: Y hay decisiones sobre la maternidad que nos damos cuenta de que están impactadas por lo profesional. Si yo pienso en mi experiencia personal, mi hija tiene dos años y medio y yo estoy casada hace 20. La decisión de ir postergando la maternidad y la paternidad tiene mucho que ver con los momentos profesionales. El sistema, de alguna forma, nos lleva a pensar que la maternidad es una carga y que no es parte normal de una carrera. Tenemos que empezar a normalizar la maternidad para darnos cuenta de que, desde el momento en el que las mujeres somos el 50% del Servicio Exterior, los hijos son parte del paquete. No hay otra.

Tenemos que empezar a normalizar la maternidad para darnos cuenta de que, desde el momento en el que las mujeres somos el 50% del Servicio Exterior, los hijos son parte del paquete. No hay otra. Tenemos que empezar a normalizar la maternidad para darnos cuenta de que, desde el momento en el que las mujeres somos el 50% del Servicio Exterior, los hijos son parte del paquete. No hay otra.

¿Las licencias maternales, los medios horarios y los beneficios y las flexibilidades para lactancia se cumplen en su rubro?

V.C.: No.

Noelia Martínez: Ese es uno de los motivos por los que conformamos la Red de Mujeres Diplomáticas. Porque, aun cuando esos derechos están establecidos en la legislación, no se cumplen y no se contemplan. Quizás por las particularidades de nuestra profesión, pero también porque no hay voluntad de buscar mecanismos alternativos que permitan que podamos gozar de los mismos derechos que las demás mujeres en Uruguay. Particularmente en el caso de licencias por maternidad, que, si una está en el exterior cumpliendo, por ejemplo, funciones consulares, y tiene que atender el teléfono de emergencia, que puede sonar en cualquier momento del día, el medio horario no existe. Yo tuve que concursar durante mi licencia maternal, amamantando. Y esas son cosas que no se contemplan. Además de los sacrificios personales, que uno toma la decisión de si hacerlos o no. Pero no existe un sistema, o no existía, que acompañe o que facilite.

¿En qué año surgió la red?

L.D.: Formalmente, en 2022.

V.C.: Pero a la luz del día, este año.

¿Cuántas mujeres la integran?

G.O.: Superamos las 70.

¿Cuáles fueron los principales logros hasta ahora?

V.C.: Una de las cosas que logramos implementar este año, que fue histórica, tiene que ver con los tribunales que evalúan todas las etapas de nuestra carrera. Los integraban los directores generales, y digo “los” no como genérico, sino con una intención de marcar el género. En todas nuestras etapas de evaluación, enfrente nuestro, siendo que el 50% del personal ya era femenino, había tal vez una mujer, o a veces ni siquiera una. Y cuando intentábamos plantearlo desde la Asociación de Funcionarios del Servicio Exterior, primero nos criticaban. Nos decían “al personal se lo evalúa de la misma manera, independientemente. Yo, si tengo que evaluar a un hombre o a una mujer, los evalúo igual”. Y era mentira. Yo había visto cómo se evaluaba a la mujer por cómo estaba vestida o cómo estaba peinada o maquillada, mientras que a un hombre no le miraban ni siquiera el tipo de corbata que tenía. Por ejemplo, nos encontrábamos en la junta de calificaciones con un embajador que en la calificación de sus funcionarias decía: “A pesar de estar embarazada, cumplió las funciones que le fueron encomendadas”. Y nadie reaccionaba. Hemos pedido que se respeten en todo su trayecto la licencia por maternidad y el medio horario. Hemos pedido un protocolo ante situaciones de acoso sexual y laboral, que, afortunadamente, se firmó con modificaciones. Porque teníamos un protocolo que concluía que eran los mismos jerarcas los que determinaban si tenían que hacer caso a una denuncia o no. En el exterior, si vos estás denunciando a la única persona con la que trabajás, ¿qué hacés? ¿Movés a la víctima de lugar? Es recontra injusto, porque esa es la persona que, de nuevo, tiene que desplazar su vida, a su familia, empezar de cero, porque no puede tolerar el comportamiento que recibe. Todo eso todavía lo tenemos que mejorar.

Hemos pedido que se respeten en todo su trayecto la licencia por maternidad y el medio horario. Hemos pedido un protocolo ante situaciones de acoso sexual y laboral, que, afortunadamente, se firmó con modificaciones. Porque teníamos un protocolo que concluía que eran los mismos jerarcas los que determinaban si tenían que hacer caso a una denuncia o no. Hemos pedido que se respeten en todo su trayecto la licencia por maternidad y el medio horario. Hemos pedido un protocolo ante situaciones de acoso sexual y laboral, que, afortunadamente, se firmó con modificaciones. Porque teníamos un protocolo que concluía que eran los mismos jerarcas los que determinaban si tenían que hacer caso a una denuncia o no.

¿Por qué creen que es más difícil que las mujeres diplomáticas accedan a cargos jerárquicos de designación directa?

G.O.: Porque tenemos una Cancillería masculina y una carrera pensada para los hombres. Nosotras nos hemos impuesto. Pero las designaciones directas entre hombres siempre se dieron porque hay algunas personas que están más cerca de la parte política y también hay un tema de amistad, de camaradería. Nosotras accedemos hasta ministra consejera, porque son las etapas concursables. Desde la conformación de la red, estamos generando más contactos entre nosotras y también con otras personas de otras cancillerías, y podemos acceder a otros lugares a los que antes era prácticamente imposible.

G.H.: El Ministerio de Relaciones Exteriores comparte con el de Ganadería, Agricultura y Pesca el récord de nunca haber tenido una ministra mujer. Y en el mundo somos de las pocas cancillerías que nunca han tenido una mujer al frente. Pero, cuando cambia el gobierno y empiezan a circular los nombres de quién viene de ministra o de ministro, quién viene de subsecretaria o subsecretario, hay muchos colegas que dicen: “Pero no hay mujeres para ministra”. ¡¿Cómo que no hay?! Las hay fuera y dentro de la Cancillería. Pero pasa mucho esto de que no hay visibilidad de las mujeres, no salimos en las fotos.

V.C.: Mientras las jerarquías sigan siendo masculinas, eso se va a seguir repitiendo porque, cuando es el ministro quien tiene que decidir con quién viaja, mira y elige a un varón. Desde el momento en el que las mujeres no estamos en los círculos de poder, tampoco estamos a la hora de recomendar otras mujeres, y eso es algo que nosotras empezamos a hacer. A nosotras nos preguntan y damos nombres de mujeres, yo digo cinco nombres de mujeres antes de que me saquen un nombre de varón. ¿Es injusto con mis colegas? Posiblemente sí, pero venimos de 200 años de que fuera injusto para nosotras. Todo eso, mezclado con un ambiente masculinizado, hace al porqué de que las mujeres no lleguen de igual manera que los hombres. Los hombres eligen hombres.

Desde el momento en el que las mujeres no estamos en los círculos de poder, tampoco estamos a la hora de recomendar otras mujeres, y eso es algo que nosotras empezamos a hacer. A nosotras nos preguntan y damos nombres de mujeres, yo digo cinco nombres de mujeres antes de que me saquen un nombre de varón. ¿Es injusto con mis colegas? Posiblemente sí, pero venimos de 200 años de que fuera injusto para nosotras. Desde el momento en el que las mujeres no estamos en los círculos de poder, tampoco estamos a la hora de recomendar otras mujeres, y eso es algo que nosotras empezamos a hacer. A nosotras nos preguntan y damos nombres de mujeres, yo digo cinco nombres de mujeres antes de que me saquen un nombre de varón. ¿Es injusto con mis colegas? Posiblemente sí, pero venimos de 200 años de que fuera injusto para nosotras.

¿Cómo creen que afecta la falta de mujeres en cargos de decisión a la representación del país en el mundo?

G.O.: Lo que importa es lo que transmitimos nosotras como mujeres en una negociación o en una reunión bilateral. Lo vemos de otra manera, transmitimos otra sensibilidad, porque tenemos también un rol tradicional en la sociedad que está arraigado: un rol de madres, de hijas, de esposas.

N.M.: Existimos, somos la mitad de la población, tenemos que estar en todos los ámbitos. Se logra cierto equilibrio al tener todas las visiones representadas. Hay ámbitos en los que tradicionalmente uno piensa en un varón, como ser los temas de seguridad. Se cree que las mujeres pueden sentarse pero solo para hablar sobre temas de género. Eso suele pasar en mesas de negociación o de derechos humanos. ¿Y por qué no puede hablar la mujer de cese al fuego, de entrega de armas? Tenemos qué decir en todos los ámbitos, porque nos hemos preparado para eso.

G.H.: Yo haría la pregunta al revés: ¿qué se pierde el país no teniendo mujeres? Porque, si vos limitás la posibilidad de que las mujeres tengan determinadas funciones, limitás la capacidad técnica y la mejor representación del país. Entonces, creo que nos tenemos que preguntar si queremos los mejores técnicos o negociadores, las mejores representaciones del Uruguay en el exterior, sin importar el género. Pero, si las mujeres tienen un techo, no estás presentando lo mejor, sino solo una parte.

Creo que nos tenemos que preguntar si queremos los mejores técnicos o negociadores, las mejores representaciones del Uruguay en el exterior, sin importar el género. Pero, si las mujeres tienen un techo, no estás presentando lo mejor, sino solo una parte. Creo que nos tenemos que preguntar si queremos los mejores técnicos o negociadores, las mejores representaciones del Uruguay en el exterior, sin importar el género. Pero, si las mujeres tienen un techo, no estás presentando lo mejor, sino solo una parte.

L. D.: Estamos todas capacitadas. Todas ascendimos de la misma manera y tenemos nuestra experiencia. Tenemos formas de liderazgo diferentes, a veces más inclusivas, más horizontales. De repente tenemos más flexibilidad que la rigidez que traen asociados ciertos egos masculinos. En operaciones de mantenimiento en la paz a veces se pide que haya más mujeres presentes, también a nivel de soldados, oficiales, etc., porque, cuando tienen que llegar a poblaciones locales, esas poblaciones están conformadas por hombres y mujeres. Y el hecho de que haya una mujer puede ser un factor de acercamiento con otras.

Laura Dupuy | Representante permanente de Uruguay ante la ONU

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Es la primera vez en la historia que una mujer diplomática uruguaya ocupa este cargo, por lo que “sin duda se rompe un techo de cristal”, señala Dupuy. “Me siento gratificada por la alegría que les genera a otras colegas y también a mujeres de otros escalafones o de fuera, y cada vez que me ven me dicen: ‘Nos sentimos representadas en vos, estamos supercontentas, estamos felices’. Y eso, la verdad, me llena de orgullo”.

Dupuy ingresó a la carrera en 1991 y, antes de ocupar su cargo actual, alcanzó otros importantes. Fue representante permanente ante ONU Ginebra y presidenta del Consejo de Derechos Humanos entre 2011 y 2012. Fue también embajadora de Uruguay en La Haya, directora general para Asuntos Técnico-Administrativos de Cancillería, directora de Derechos Humanos y Derecho Humanitario, directora de la Regional Europa, de Medio Ambiente, coordinadora alterna de la Comisión de Comercio del Mercosur y representante alterna ante la Organización de Estados Americanos. Está casada y tiene un hijo.

“Esperemos que se sigan abriendo esas puertas que estuvieron cerradas tanto tiempo, porque, efectivamente, estamos en los 80 años de las Naciones Unidas y es la primera vez que Uruguay está enviando una representante permanente mujer”, expresó.

Gimena Hernández | Embajadora ante la Asociación Latinoamericana de Integración y el Mercosur

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Ingresó a la carrera en 2007. Fue directora general adjunta de Asuntos Limítrofes y Marítimos; ministra consejera a cargo del Departamento Político en la Embajada de Uruguay en Argentina; y directora de la Regional América, Consulado y Embajada de Uruguay en Panamá. Está casada y tiene dos hijos.

Elizabeth Moretti | Directora de Asuntos Antárticos y del Atlántico Sur

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Ingresó a la carrera en 1986. Fue directora de Programación Comercial e Inversiones del Ministerio de Relaciones Exteriores, cónsul en Roma con funciones en la embajada de Uruguay en esa ciudad; representante alterna ante la Unesco en París; y cónsul general en Rosario (Argentina). Es viuda, tiene dos hijos y dos nietas.

Valeria Csukasi | Subsecretaria de Relaciones Exteriores

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Ingresó a la carrera en 2002. Es magíster en Género y Políticas Públicas Integrales. Fue embajadora de Uruguay en Malasia, ministra en la Misión del Uruguay ante la Unión Europea; embajadora de Uruguay en Bélgica y Luxemburgo; consejera en la Misión de Uruguay ante la Organización Mundial del Comercio en Ginebra; y directora general de Integración y Mercosur. Está casada y tiene una hija.

Noelia Martínez | Directora general adjunta para Asuntos Políticos de Cancillería

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Ingresó a la carrera en 2002. Fue cónsul general de Uruguay en México; embajadora de Uruguay en Argentina; cónsul de Uruguay en Barcelona; directora de Asuntos Multilaterales de Cancillería; y representante alterna del Ministerio de Relaciones Exteriores ante el Sistema Nacional de Operaciones de Mantenimiento de la Paz. Es madre de dos hijos.

Gabriela Ortigosa | Subdirectora general de Asuntos Políticos y directora de la Regional Europa en Cancillería

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Ingresó a la carrera en 2000. Fue cónsul general en Nueva York (2019-2024); representante ante Naciones Unidas (2010-2015); embajadora de Uruguay en Bélgica; y subdirectora de Asuntos Multilaterales de Cancillería. Además, es la actual presidenta de la Asociación de Funcionarios del Servicio Exterior del Uruguay. Está casada y tiene dos hijos.

Fotos: Adrián Echeverriaga y Mauricio Rodríguez

Producción creativa: Sofía Miranda Montero

Producción: Guillermina Servian Berois