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Los hobbies y las pasiones de Carolina Cosse y Valeria Ripoll
Lo que recarga de energía a las candidatas a la presidencia
Le gusta estar con las ventanas abiertas, que ese verde entre y la casa se ventile, que corra el aire. Normalmente se fija cómo está el clima a la vez que escucha despertar al barrio Cordón con el canto de los pájaros, desde gorriones hasta halcones. Los reconoce por su canto.
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Mientras se calienta el agua para el mate o espera que se enfríe el té, cada mañana Carolina Cosse sale al patio de su casa para cuidar y mantener las plantas. Si bien instaló ella misma un sistema de riego automático, le interesa cuidar de ese microclima que creó en su jardín, donde a veces saca una silla al sol, se sienta y simplemente piensa.
A esas horas, en que el barrio Cordón está despertando y ella escucha el canto de los pájaros, empieza su slow morning routine. Valora mucho ese tiempo consigo misma y el silencio. Cuenta que es de procesos graduales, se va incorporando poco a poco al día hasta que llega la hora de salir a hacer campaña y cumplir con sus militantes.
La pasión de Valeria Ripoll, en cambio, son las piedras, especialmente las amatistas. “Tengo un vínculo especial. Siempre dejo que la piedra me elija a mí”, cuenta a Galería desde su casa en el barrio Aguada. Tiene decenas repartidas por distintos rincones de la casa y siempre lleva alguna como accesorio, principalmente en colgantes. “Sin una piedra, siento que me falta algo”.
Le han dicho, quienes saben del tema, que las piedras cargan energía y ofician de escudo: se rompen cuando cumplen su función o cuando absorben energía negativa y evitan que alcance a su portador. Cuando empezó la campaña, se le partieron tres piedras mientras las usaba como colgantes. Creer o reventar, dice. “Son días intensos. Y, en el ambiente, no todo el mundo te desea lo mejor o te transmite buenas energías… Son un escudo natural, además de que me encantan, así que las llevo siempre”, detalla la compañera de fórmula del candidato a presidente por el Partido Nacional, Álvaro Delgado.
Las que usa como accesorios las guarda en una caja de cartón, que está llena de ellas, de todos los colores, formas y tamaños. En todos los casos, prefiere que no estén muy trabajadas; lo justo y necesario para no lastimar su piel, pero conservando buena parte de la piedra al natural.
Empezó comprando piedras a un vendedor instalado en la vereda de la avenida Lecueder en Artigas, quien le recomendó visitar un taller en la ciudad para comprar las de mayor porte. Ahora tiene una emprendedora local de cabecera, a quien intenta comprarle piedras naturales mensualmente.