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Thelma Fardin: “Soy de las poquísimas que consiguió justicia en la Justicia”
Este 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y en este marco, la actriz argentina Thelma Fardin participó en un conversatorio en Cultural Alfabeta donde habló sobre lo que se espera de las víctimas de abuso sexual y cómo la reparación real va mucho más allá de las sentencias judiciales
Siete años después de que la actriz Thelma Fardin lo denunciara, el actor Juan Darthés fue sentenciado en junio del 2024 a la pena de seis años de prisión por abuso sexualmente agravado, una condena que la justicia de Brasil ratificó en marzo de este año.
"Soy una de las poquísimas sobrevivientes que consiguió justicia en la Justicia”, dice la actriz argentina Thelma Fardin, micrófono en mano, ante un grupo de mujeres —y un par de varones— que colmaron el jardín de Cultural Alfabeta para formar parte de un conversatorio llevado adelante por el proyecto Ikove sobre posibilidades y desafíos en los procesos de reparación, militancia y activismo en torno a la violencia sexual.
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En marzo de este año, la Justicia de Brasil condenó a seis años de prisión a Juan Darthés por abuso sexual agravado, un caso de cooperación internacional sin precedentes en el que trabajaron ministerios fiscales de Nicaragua, Brasil y Argentina.
Al dictarse la condena, la directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina, Mariela Belski, dijo que la decisión envió un “poderoso mensaje de respaldo y apoyo” a todas las niñas y adolescentes que se animaron a romper el silencio y denunciaron la violencia sexual “en el contexto regresivo que enfrenta Argentina en materia de persecución y condena de la violencia de género”.
Thelma Fardin solía hablar de su lugar de “privilegio”. Es una actriz conocida, con visibilidad pública, recursos para acceder a abogados y a redes de apoyo. Sin embargo, ocho años transcurrieron entre batallas judiciales con avances y retrocesos para que la actriz, desde esos supuestos privilegios, lograra finalmente escuchar a los jueces dictar la condena. “Fue muy llamativo escuchar a seis jueces varones, con su toga, y yo ahí, cumpliéndoles pleitesía, poniéndome de pie, llorando desgarrada”.
Ahora, la actriz ya no habla de privilegios, sino de “derechos menos vulnerados”. No debería ser visto como un privilegio, dice, sufrir menos violencia por motivos de raza o clase social. “Tener este micrófono en la mano y que me escuchen, ese sí que es un enorme privilegio, como si lo que tuviese para decir fuera más importante de lo que tienen tantas otras para decir”, expresa sentada junto a las otras protagonistas del conversatorio: Carolina Ferrari, Stephanie Demirdjian, Lu Garbarino, Micaela Benavente, Colectivo La Voz de las Madres, Mariana Olivera y la organizadora y moderadora, Victoria Marichal.
Bajo el hashtag #miracomonosponemos, el caso de Fardin es el equivalente al movimiento estadounidense MeToo en Argentina, ya que la denuncia de la actriz impulsó a muchas otras mujeres a salir del silencio y exponer a sus abusadores.
Camino hacia la reparación
La escritora Mariana Olivera detalla que un 95% de las participantes de sus talleres de escritura han sido mujeres y que de todas ellas surgieron relatos de violencia de género.
En el jardín de Cultural Alfabeta, Olivera recuerda a Milagros, una joven que en 2022 se animó a denunciar la violación grupal que había sufrido 12 años atrás, un caso que la Justicia cerró ese mismo año debido a que el delito había prescrito. Milagros luchó, pero no sobrevivió. Al año siguiente de haber verbalizado su situación, la joven trabajadora social que llevaba muchos años tratando su depresión y estrés postraumático se suicidó en un centro de salud mientras esperaba ser atendida por un psiquiatra.
Aunque en los últimos años se registraron avances, en América Latina las tasas de condena en casos de violencia y abuso sexual siguen siendo muy bajas. En Argentina, por ejemplo, de cada 1.000 casos de abuso sexual, solo 100 se denuncian y, de ellos, uno solo recibe condena, según datos publicados por el Centro de Prevención y Atención del Abuso Sexual en la Infancia y Adolescencia (Cepasi).
Pero una condena, aunque fundamental, es apenas una parte del camino hacia la reparación de una sobreviviente de abuso sexual. Más allá del hecho en sí, las secuelas del abuso permanecen como una “bomba” que “explota en los vínculos más íntimos”, cuenta Fardin desde su experiencia. Por eso, tan importante como la sentencia judicial es la reparación emocional, es decir, aquella que se atraviesa en lo cotidiano. “Si yo salía de esos tribunales en Brasil y volvía a mi casa y no estaban mis amigos, no estaba mi familia, no estaba mi pareja, no estaba mi vieja, no estaban mis sueños, mis libros escritos, mis libros leídos, si salía con una sentencia para mi abusador pero no tenía todo eso otro, entonces no tendría reparación. Buscar reparación en la Justicia es importante pero, si en esa búsqueda todo lo demás es arrasado, entonces no hay reparación”, subraya.
Mala víctima y la deuda del Estado
No hay víctima que resulte cómoda de mirar, dice Fardin. “Es muy difícil mirar esto a los ojos y saber que pasa, que puede pasar y que a otras les pasó”. Pero existen víctimas que “encajan” más que otras.
Thelma Fardin domina la terminología jurídica. A la vista está que detrás de sus palabras hay estudio y reflexión profunda, lo que se traduce en su elocuencia al hablar. Es, más que una víctima, una sobreviviente: una mujer que atravesó una experiencia de violencia extrema, que pese a los daños está viva, sigue adelante y se apropia del disfrute, el goce, el deseo. Afirma que todo eso, en tiempos de retroceso de la causa feminista, resulta un acto de pura rebeldía, que no encaja con lo que otros esperan de una víctima. Aún hoy, la vergüenza continúa siendo de las víctimas y no de los abusadores ni de quienes los encubren. “Ese es el debate que hoy está en disputa; ese es el lugar de silencio al que quieren que volvamos”, resume la actriz argentina.
Thelma Fardin. Denuncia en 2018
En abril del 2018, la actriz Thelma Fardin hizo pública su denuncia por abuso sexual con el apoyo del colectivo Actrices Argentinas.
AFP
“Si hay que ser esa mala víctima, yo estoy para serlo, porque no quiero encajar en lo que al otro lo deja tranquilo. Creo que ahí está una de las rebeldías, en esa incomodidad que genera el disfrute en alguien que piensa que deberíamos estar escondidas sufriendo. Esa es, creo, una de las formas de reparación”.
En Uruguay, a diferencia de otros delitos graves, la violencia sexual no tiene actualmente un régimen de reparación económica efectivo, sostuvo la abogada Micaela Benavente, quien también formó parte del conversatorio. Subrayó los cuestionamientos a la idea de resarcimiento económico a las víctimas y sobrevivientes, quienes debido a la violencia sexual se ven muchas veces obligadas a dejar trabajos, casas y objetivos. “¿Está mal pensar que es necesaria la plata para que esas víctimas recuperen eso que les fue quitado, que fue su autonomía?”.
Solo en ciertos casos, cuando hay una sentencia condenatoria, la legislación uruguaya contempla ciertas vías de compensación económica. Pero, si llegar a la sentencia ya es un gran desafío, lograr la reparación económica resulta hoy en día un objetivo casi imposible. Y aun cuando se obtiene, el proceso es frío, burocrático y humillante. Benavente recordó el caso de Lucía, una joven que se suicidó tras haber sido víctima de violación por parte de tres oficiales de la Guardia Republicana, para mostrar el funcionamiento —o mal funcionamiento— del régimen de reparación económica aun cuando el Estado está obligado a responder. Benavente contó que en plena audiencia un abogado se acercó a ella y a la familia para decirles: “Por un muerto pagamos 50.000 dólares”, una frase que resume la total desconexión entre el sistema y el sufrimiento de las víctimas.
Todo empieza en la crianza
Menos de un tercio de la población uruguaya piensa que la principal función de los hombres en el hogar es aportar económicamente. Dentro de ese porcentaje, a menor educación formal y a mayor edad, mayor es la tendencia a ver al hombre como proveedor de un hogar. La ideología también influye, con la derecha algo más inclinada hacia roles tradicionales. Estos datos se desprenden de un estudio sobre estereotipos de género en la crianza que fue llevado a cabo por ONU Mujeres en el marco de su campaña Biencriados, una propuesta que invita a reflexionar acerca de la crianza de niños y niñas y a promover vínculos basados en la empatía y el respeto con el fin de promover la prevención de la violencia de género.
El estudio pretende dar a conocer el estado de situación para orientar y, de ese modo, contribuir al cambio de las normas sociales que impactan en las situaciones de violencia.
A partir de 801 casos de Montevideo y el interior, se obtuvo que un 51% está entre “de acuerdo y muy de acuerdo” con que las niñas y los niños deben recurrir a sus madres para contarles sus problemas, porque ellas los comprenden mejor. Una clara mayoría en el interior, entre mayores de 45 e inclinados ideológicamente hacia la derecha, piensa que las madres son mejores a la hora de comprender los problemas de sus hijos.
Apenas un 3% piensa que jugar, bailar, actuar y cantar es apropiado para niños y niñas. Solo el 8% cree que jugar al fútbol es más apropiado para varones, mientras que 9 de cada 10 de los encuestados creen que jugar al fútbol es apropiado para ambos géneros. La excepción es jugar con muñecas: un 54% de los hombres lo considera más apropiado para las niñas, mientras que solo un 25% de las mujeres asocian este juego con ese género. Más de la mitad de quienes lo consideran un juego para niñas cuentan con educación primaria y se identifican con la derecha.
Los datos demuestran que, en general, se percibe que no está bien tener estereotipos antiguos. En cuanto al rol de los varones en las tareas del hogar, las respuestas sugieren cambios, ya que son los jóvenes más educados quienes reconocen el papel múltiple de los hombres. Mujeres de mediana edad de Salto y Montevideo, por su parte, coinciden en que son quienes están más atentas a la dinámica del hogar, mientras que algunas de ellas a veces deben “pedir ayuda” para realizar ciertas tareas, ya que no siempre los demás reparan en lo que hace falta hacer.
Las mujeres también perciben que cuando ellas realizan las tareas no reciben el mismo reconocimiento que los varones.
“Sucede con las mujeres en política, ‘todos estamos de acuerdo’ con que deben estar, pero resulta mucho más difícil para ellas llegar a cargos. Con la crianza de niños y niñas probablemente está ocurriendo algo similar. Deberíamos criarlos igual, y quizás tratamos de hacerlo, pero es difícil a partir de esta encuesta determinar cuánto lo estamos logrando”, concluye el estudio. Esto sugiere que la gran mayoría de los adultos es consciente de cómo se debería actuar, y que el desafío está en pasar del discurso al cambio en las conductas cotidianas.