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Vuelven las historias raras, emotivas y bizarras del fútbol uruguayo con dos libros que son uno

Se publicó Van Basten nunca conoció San José, de Miguel Méndez, junto con la reedición de Beckham nunca conoció Durazno, del mismo autor

“El 9 de julio de 2006, minutos antes de jugar para Italia ante Francia el encuentro decisivo del Mundial de Alemania, a Mauro Germán Camoranesi se le cerraba el pecho de la ansiedad (…). Miró para los costados y admiró la imponencia del moderno Estadio Olímpico de Berlín. Cerró los ojos. Rebobinó su vida, su carrera. Se felicitó por su impresionante progreso en los últimos años. Pensó que menos de una década atrás su lugar en el mundo era otro (…). Quienes hoy eran (como compañeros de equipo) Andrea Pirlo, Gianluigi Buffon, Francesco Totti, Genaro Gattuso o Marco Materazzi fueron en su momento el Canario Pablo García, Alejandro Grandi, el Chifle Jorge Barrios, Andrés Scotti y Martín del Campo”.

Este es un fragmento de Sabe cuánto pesa, una de las 27 historias que conforman el recientemente editado Van Basten nunca conoció San José, de Miguel Méndez. El volante italoargentino que en 2006 estaba a un paso de salir campeón del mundo había defendido en 1997, nueve años atrás, al histórico Wanderers del Prado montevideano. Es uno de los dos campeones del mundo extranjeros que pasearon su fútbol por estas tierras.

Este nuevo libro de Méndez (34), el tercero de su cosecha, coincide con la reedición del primero, Beckham nunca conoció Durazno, de 2019, del cual sería una secuela, cinematográficamente hablando. “En su esencia son muy parecidos; son dos libros que buscan pintar el fútbol uruguayo a través de situaciones muy poco usuales y con el mismo formato. A su vez, a medida que fui encontrando historias para el libro nuevo, me di cuenta de que las podía conectar con algunas de Beckham. Por ejemplo, el pasaje de Silas por Central Español con el de Camoranesi por Wanderers, la definición clásica de shot-gol con una que se realizó unos pocos años antes en un Cerro-Rampla, además de las historias que dan título a los trabajos”, cuenta el autor a Galería. “Aun así, con todas estas coincidencias, son libros independientes que pueden leerse de forma autónoma”, agrega.

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Van Basten durante su apogeo en el Milan en los 90; hay quien pensó en traerlo al Tito Borjas de San José

Van Basten durante su apogeo en el Milan en los 90; hay quien pensó en traerlo al Tito Borjas de San José

La decisión de reeditar el primero de los tres libros de Méndez junto con este nuevo trabajo —en 2021 publicó El quinquenio de los chicos, con las campañas campeonas de Defensor, Danubio, Progreso y Bella Vista entre 1987 y 1991— fue editorial, con dos portadas que dialogan entre sí. Hay un común denominador en todos ellos: Miguel Méndez sigue escarbando en las historias que hicieron del fútbol uruguayo uno de los más insólitos y folklóricos del mundo. Muchas de ellas parecen haber emergido de la pluma de algún maestro del realismo mágico, de la más afiebrada de las imaginaciones, y sin embargo no son más que fruto de la más pura realidad. Y sin dejar de haberse llenado de glorias y ser cantera inagotable de varios de los mejores jugadores del mundo.

Como la experiencia vale, Miguel se siente más ducho para abordar este tipo de historias. Si el primero de sus libros era, sobre todo, gracioso, esta “secuela”, perdón por la insistencia, es emotiva. “Para este nuevo libro entrevisté a más de 20 personas, desde el accesible Pelado (Enrique) Peña hasta un ignoto angoleño que en 2006 hizo una prueba en Peñarol (Marcio Benvindo) y terminó comiendo dulce de membrillo para recuperarse de una descompensación. También conocí a varias personas desde la publicación del primer libro que fueron muy generosas con sus datos, archivos e historias. Es decir, he ido adquiriendo más y mejores herramientas para trabajar que me sirvieron para pulir más la narrativa de las historias, que en muchos casos se enfocan más en el aspecto emocional de las anécdotas y no tanto, como quizás sucedía en Beckham…, en la búsqueda del detalle descacharrante”, dice el autor.

De Europa al interior profundo de Uruguay

Ambos libros, el de 2019 reeditado ahora y el de este año, llevan en el título el nombre de una quijotada que causó risas, incredulidad y expectativa para volver a la incredulidad y las risas. Así como alguna vez un glamoroso relacionista público argentino un día anunció que David Beckham jugaría un partido amistoso en Durazno F.C., narración desarrollada en el primero de ellos, a un empresario agropecuario maragato devenido mecenas futbolístico se le ocurrió que Marco van Basten, el neerlandés del Milan, el que solo ha sido superado por Johan Cruyff en la consideración nacional, podría volver de su retiro para jugar en un humilde club de la liga de San José.

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Tajante, 256 páginas, 890 pesos

Tajante, 256 páginas, 890 pesos

Esta quimera que se terminó develando como tal, ocurrida a principios de siglo, tiene su basamento en la realidad. Haroldo Marín, el mecenas de marras, ya fallecido, sí puede decir que agarró a un equipo ignoto como el Tito Borjas (nombre tomado de uno de los héroes olímpicos de Ámsterdam en 1928, porque en el fútbol uruguayo lo glorioso y lo bizarro siempre se tocan) y lo transformó en el mejor club del departamento y uno de los mejores del interior. A fuerza de un bolsillo que no parecía tener fondo, en 2003 compró a Alfonso Domínguez, Julio de Souza y el veterano Ruben Paz. Al año siguiente, cual galácticos maragatos, se sumaron Danilo Baltierra, Diego Tito y Fabian O’Neill. Con semejante inversión, todo el mundo acabó creyéndole cuando dijo que iba a traer a Van Basten, quien se había retirado a los 28 años, en 1993.

“Dijo que iba a traer a O’Neill y cumplió. ¡A O’Neill! Estando con nosotros lo llamaba el presidente del Cagliari para que volviera, el de la Juventus, el de Nacional”, señala en el libro el delantero Fabricio Martínez, una de las figuras josefinas. Ricardo Machado, arquero, leyenda del fútbol del interior, también aporta otra de las excentricidades de Marín: “‘Una noche estábamos viendo carnaval por TV y apareció Tina Ferreira. Él la vio y dijo que al otro día la iba a llevar al bar’. Y fue así nomás: a la tarde siguiente el empresario estaba con la artista dando vueltas por San José en su descapotable”.

El campeón sin gloria

La gloria y el tormento van de la mano. Algo parecido a la tristeza y la bronca produce la historia No me ticen, sobre Ruben Tiza Morán. Este fue el más joven, más inesperado y menos célebre héroe del Maracanazo. Jugador con hasta entonces poco pero destacado recorrido en Cerro —donde llegó a marcarle a Rampla, su clásico rival— se puso la celeste el día del partido más importante de la historia del fútbol uruguayo, el del 16 de julio de 1950 en Brasil, porque el titular —Ernesto Vidal— se había lesionado. Morán tenía 19 años y fue parte del plantel porque otro jugador, Julio César Abbadie, no quiso ser convocado. En una de esas historias no tan contadas porque reflejan cierta mezquindad, los veteranos del plantel charrúa (quizá Obdulio Varela, quizá Schubert Gambetta, quizá Roque Máspoli) no veían con buenos ojos su inclusión en el 11 inicial. Luego de alcanzado el éxito, su apellido fue adoptado artísticamente por una locutora y actriz radial de su misma edad llamada Iris Fariña; desde entonces se hizo conocer como Cristina Morán.

La consagración mundial significó sus 15 minutos de fama. “Para el puntero izquierdo la intachable alegría de Maracaná pudo haber significado un trampolín en su carrera, pero eso no sucedió. Siguió en Cerro hasta 1953 sin tener ninguna campaña destacada. Otros tres goles clásicos fueron las huellas más grandes del Tiza en el albiceleste de la Villa”. El presidente de Cerro de ese momento, Luis Tróccoli, le impidió que fuera transferido a Boca Juniors de Argentina y al Sporting de Gijón de España. Luego se fue a Defensor y a Huracán de Rivera. Se retiró a los 24 años. El más joven campeón de Maracaná fue también el primero en irse de este mundo. “Morán trabajaba en el depósito del desaparecido Consejo Nacional de Subsistencias y, en un accidente laboral que le produjo un golpe en la cabeza, falleció. Tenía apenas 47 años. Era enero de 1978. No tenía hijos y todavía vivía con su madre en el Cerrito de la Victoria”.

Nadie se acordó de él, agrega el autor. Los testimonios de cómo cayó en el olvido, incluso de sus compañeros de gesta, son particularmente conmovedores.

La otra arista

“Siempre me gustó tratar de entender el fútbol uruguayo desde todas sus aristas. El nuestro es un fútbol con mucha gloria, con títulos muy pesados. Esa es una realidad innegable”, dice Miguel sobre lo que más ha nutrido a las historias y leyendas del balompié local. Tanto es así que lo han puesto en un pedestal de mármol digno de mejor causa. “Pero acá, a lo largo de toda la historia, hubo características que se siguen repitiendo hasta hoy: desorden organizacional, improvisaciones, vacíos reglamentarios, hechos violentos fuera de lo común, y así podría seguir agrandando la lista”, añade.

Así se suceden historias como el fracasado intento de Nacional de tener una moneda propia, el cabezazo que el entrenador de Nacional Luis Cubilla le aplicó al árbitro Otello Roberto, los “penales” sin arquero y desde mitad de la cancha que definieron un insólito cuadrangular en 1993, el exjugador y cura que ayudó a levantar una huelga en el fútbol uruguayo, el arquero uruguayo que murió como combatiente francés en la Primera Guerra Mundial o el despido del técnico de Rampla Juniors minutos antes de jugar un partido en 1996. Es difícil escoger cuál destacar.

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Tajante, 216 páginas, 890 pesos

Tajante, 216 páginas, 890 pesos

“Todas esas situaciones convivieron con esa gloria que hoy nos suena tan lejana y esa es la pena más grande y también el mayor cuidado que hay que tener a la hora de contar este tipo de historias: el objetivo nunca es ridiculizar a nuestro fútbol, sino tratar de entenderlo de una manera más completa. Además de estas cosas ‘comprobables’, siento que este tipo de narrativa puede capturar la atención de gente no tan futbolera, que igualmente pueda disfrutar del libro sin entender demasiado cómo es la mecánica del VAR o quién era el 9 de Danubio en el 2000. Y a todo esto hay que agregarle también afecto, acostumbramiento, interés y un montón de subjetividades más que me mantienen ligado al fútbol uruguayo, que, cuando le encontrás la vuelta, resulta atrapante, más allá de todo”, relata Miguel.

Diablo en la mira

El Mundial de España 1982 no tuvo a Uruguay entre sus protagonistas. La Celeste ya había estado ausente de Argentina 1978. Mientras los mayores sumaban fracaso tras fracaso, los juveniles en cambio arrasaban en los torneos sudamericanos. “El razonamiento fue el siguiente: si los jóvenes son los que traen alegrías futbolísticas a este país, busquemos la mayor cantidad posible de jóvenes”, se narra en El campeonato más grande del mundo. “Por lo tanto se convocó a que se formaran equipos en cada círculo social del país: en barrios, liceos, clubes”.

Esta historia del libro evoca uno de los capítulos más olvidados de la historia del fútbol uruguayo: el Torneo Nacional de Fútbol de Jóvenes Uruguay 86, organizado por la Comisión Nacional de Educación Física (CNEF), en la que participó la disparatada cifra de 536 equipos integrados por jóvenes menores de 16 años a principios de 1982. Ganó la UTU de Paso de los Toros, que venció a un representativo de Pando en un Estadio Centenario casi lleno. Impensable hoy.

Miguel vive y trabaja en el campo, en un punto equidistante entre Salto y Artigas. Sus visitas a Montevideo significaron jornadas completas en las que buscó en las hemerotecas, sobre todo la de la Biblioteca Nacional. Todo el proceso insumió unos tres años.

Mientras cursaba Ciencias de la Comunicación en la Universidad ORT, estuvo al frente del portal de fútbol Aguanten, che y fue colaborador de programas deportivos como Falta uno, en la Radio Sport 890. Este año resurgió su faceta de comunicador, en Porco TV, un canal de streaming, y en Ovación, el suplemento deportivo de El País en el que colabora de forma freelance.

Luego de Beckham y Van Basten, se puede pensar en una trilogía. “Si bien para este libro quedaron historias afuera y se trata de un camino que me gusta y que hasta me queda cómodo, no sé si le sigue quedando tanta cuerda al chiche. Al mismo tiempo, hace poquito descubrí que Punta del Este, un club amateur, quiso traer al boliviano Marco Etcheverry para jugar una Liguilla y no pudo por cuestiones reglamentarias. Así que, en una de esas, dentro de unos años trataré de explicar por qué el Diablo nunca cruzó el puente de La Barra”.