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    “No siempre los subsidios terminan favoreciendo a las familias”

    Juan Andrés Gordo Verde, el sacerdote que es activo en redes sociales y trabaja con jóvenes de Carrasco en barrios carenciados

    A Juan Andrés Verde le gusta vestirse de sacerdote. Por eso siempre usa su cuello clerical, salvo cuando sale a caminar o va al gimnasio a hacer ejercicio. De todas maneras, más allá de ese detalle en el cuello, su vestimenta se parece más a la de un estudiante de Agronomía o Veterinaria que a la de un cura: camisa celeste de manga corta, pantalón azul estilo bombacha, chaleco oscuro y botas marrones.

    Gordo Verde, como lo conocen sus amigos, seguidores, y como se identifica en las redes sociales —donde tiene una presencia muy activa—, tiene algunas características que lo hacen un sacerdote atípico. Tiene 29 años, fue integrante de la sub-20 de Los Teros, llegando a disputar dos mundiales; estudió tres años de Veterinaria, y tuvo novia. Hasta que un día decidió dejar esa vida para dedicarla a Dios, con un estilo volcado al trabajo con jóvenes. Fue uno de los impulsores del Movimiento Luceros, una organización que nació hace nueve años en el Prado, y que hoy también funciona en Stella Maris de Carrasco, la iglesia en la que él vive y donde oficia misa cada día. En el caso de la parroquia de Gabriel Otero, la organización reúne a más de 500 jóvenes de la zona, que todas las semanas recorren barrios carenciados llevando comida y ropa a personas en situación de calle o familias que viven en hogares de bajos recursos.

    La ayuda social de la Iglesia católica a personas vulnerables no es nueva, y en todas las parroquias ocurre en mayor o menor medida. En el caso de Stella Maris tiene la particularidad de que reúne a un porcentaje de personas de nivel socioeconómico medio alto, y que muchos jóvenes pertenecientes a esas familias encontraron en la manera de ser del Gordo Verde una forma de acercarse a esas formas de voluntariado. En eso incide la personalidad de este sacerdote ordenado en diciembre, y que tiene una manera de comunicarse accesible y poco acartonada, que promueve desde hace varios años mientras era seminarista. Contesta rápido si alguien le escribe por las redes sociales; tiene 40.000 seguidores en Facebook (@elgordoverde), 16,8 en Instagram (@gordo.verde) y 6.500 en Twitter (@gordo_verde).

    Nació en el Prado, fue a la escuela y parte del liceo al Monte VI, pero aclara que no pertenece al Opus Dei, a pesar de que su hermano menor es supernumerario. En bachillerato fue al Juan XXIII, donde conoció al hoy cardenal Daniel Sturla. Como exrugbista de Carrasco Polo se vinculó con chicos de la Colonia Berro y con reclusos de cárceles, a los que intentó atraer a esa disciplina que todos consideran un vehículo de transmisión de valores. Además, escribió tres libros —uno de ellos prologado por Diego Forlán— destinados a jóvenes.

    Antes de ingresar al sacerdocio tuvo novia durante cuatro años. Dice que fue ella la primera en hacerle notar que tenía una inclinación hacia lo religioso que debería tomarse en serio. Hoy lleva una alianza de oro en el anular izquierdo. Se la regaló su padre cuando se ordenó diácono e hizo su promesa de celibato, como forma de recordarle que estaba para siempre “esposado” con Dios.

    A Verde no le gusta que le digan que está de moda, pero en los hechos es así. Las solicitudes para que oficie bautismos y casamientos le llueven todas las semanas, y por eso él prioriza las de los asistentes a Stella Maris, amigos o familiares. Sus misas diarias —es el segundo vicario de la parroquia— están colmadas de público, con una fuerte presencia juvenil. “Que me digan ‘estás de moda’ no me cae bien. Me siento un soldado de Cristo y cuando me dicen eso lo que siento es que no sé si estoy haciendo bien mi trabajo. No sé si estoy viviendo de la mejor manera al punto de que se queden con mi figura y no con el que sigo”, dijo a galería, en una pausa en su trabajo con un grupo de chicos, con los que planificaba una actividad en Solís de Mataojo en el fin de semana largo, a la que concurrió a cantar Meri Deal (de Toco para Vos), que es catequista de la parroquia.

    ¿Se acuerda del momento en el que decidió ser sacerdote? Fue un proceso. La primera vez fue en tercero de liceo. Después, estando de novio, sentí el llamado más de una vez de que “dedicaría a esto toda mi vida”. Estaba en el Juan XXIII, con Sturla, que fue un gran ejemplo como sacerdote. Para mí es raro verlo cardenal y obispo, cuando jugábamos al fútbol, íbamos al tranque. Es un hombre muy simple, muy llano. Te mira a los ojos y no tiembla en decirte lo que piensa.

    Tiene mucha exposición en las redes sociales. ¿No le tiraron de las orejas por eso? No. Ya el papa Pablo VI en una exhortación apostólica hablaba de la importancia de utilizar los medios para llegar a la gente. En mi caso estoy mucho con los jóvenes, y las redes son un medio para mostrarles una cara que quizás no conocen de la Iglesia. El papa Francisco recogió esa exhortación para actualizarla y potenciarla. La Iglesia tiene redes, está buscando sus canales, es una responsabilidad, es un desafío. A veces siento que tengo que ser cuidadoso porque te ven tus amigos y gente con la que no tengo nada que ver. Como toda herramienta, hay que saberla usar.

    Hace unos días posteó la foto del director de ASSE Pablo Cabrera disfrazado de sacerdote en la Marcha de la Diversidad, acompañada de una foto de él junto al papa Francisco, con el siguiente texto: “Me parece perfecto que libremente marches por tus derechos. Eso no te habilita a burlarte de tantísimos en el mundo y en tu propio país, que tenemos fe y respetamos las diversas manifestaciones religiosas. ¿Por qué no te vestiste así en el Vaticano?”. ¿Qué lo llevó a opinar sobre eso? Soy una persona primaria, no pensé mucho y respondí lo que me salió. Me parece perfecto que defienda sus derechos, pero siempre el respeto tiene que ser la clave, en cualquier idioma, en cualquier contexto. Quizá no se dio cuenta, pero ofendió y ofende mucho a los que vivimos de la fe, especialmente a los que somos católicos. Tendrá que resolver él si tuvo un doble discurso pero me parece que no fue un buen gesto. En el Vaticano respetó; acá debió haber respetado. Por más que el contenido sea válido, la forma en que lo hizo fue agresiva.

    Hace algunos días, la Iglesia católica difundió a través de las redes un informe sobre casos de abuso en la institución, donde distintos sacerdotes rechazaban lo ocurrido. ¿Cómo trata el tema con los chicos de la parroquia? Lo estamos hablando grupo por grupo. Hay algunos en los que todavía no llegamos a hablarlo. Se trata con honestidad, con franqueza y con verdad. Diciendo que han pasado cosas terribles como las que han pasado, lamentables. Que son cosas que pasan en la sociedad pero que terriblemente han pasado también en la Iglesia y eso es inadmisible. Para mi sorpresa, muchos jóvenes, chicos de 16 años, no tenían ni idea de lo que les estaba hablando. Fuimos muy francos.

    Hace algunos días, el cardenal Daniel Sturla fue cuestionado porque hablando de abusos en la Iglesia dijo que el tema no había sido con niños sino con adolescentes menores, un comentario bastante poco feliz. Sturla habla con los hechos más que con las palabras. Ha sido un obispo que ha empezado a encarar esto con autenticidad, sin miedo y con verdad. Quizá ese comentario fue poco feliz, él mismo reconoció después que no lo dijo para quitarle entidad. Si hay alguien que verdaderamente encaró el tema, dio la cara, y busca ir a fondo, ese es Sturla. Es muy difícil hablar en los medios... Además, no me parece que yo opine de los dichos del cardenal. En este tema estoy a favor de la tolerancia cero, como han manifestado públicamente varios sacerdotes uruguayos. La Iglesia es un cuerpo muy grande, que como cuerpo tiene muchos miembros y en este momento con esta situación se ve con una “mano fracturada”. Creo que sería muy injusto dejar de ver cuántos otros miembros del cuerpo siguen funcionando bien, como el corazón, el cerebro, los pulmones, la otra mano. Si es necesario, amputar “lo podrido” por el bien del cuerpo que sigue vivo y dando “vida en abundancia”; pienso que sencillamente hay que amputar. Y creo que el papa Francisco lo está haciendo con mucha firmeza, como el conocido caso de Karadima (el exsacerdote chileno expulsado por el papa Francisco por estar involucrado en situaciones de abuso de menores). Se le terminó la chapa. Son muchos los miembros de la Iglesia que continúan sirviendo con honestidad, fidelidad y absoluta entrega. A veces, el cuerpo entero se ve afectado por estas realidades que nos duelen a todos: en primerísimo lugar, por las víctimas afectadas y luego por todos aquellos que se ven salpicados. Me da consuelo saber que a Dios no se le escapa nada.

    ¿Cómo maneja la homosexualidad como asunto entre sus feligreses? Yo tengo amigos homosexuales. En la Iglesia hay lugar para todo, hay muchos homosexuales. A la persona siempre se la respeta y se le da lugar. La Iglesia no está en contra de la persona; sí puede estar en contra de tus actos. Vos podés ser homosexual y vivir con una pureza de corazón mucho más profunda que personas que no son homosexuales. La condición de homosexual no te hace transgresor, ni hereje ni opuesto a la Iglesia. Obviamente que la fe nos invita a llevar una vida que a veces choca con muchas propuestas que la sociedad actual nos hace de felicidad, como choca que yo cura viva el celibato por amor a Dios. Entiendo que choque. Pero respeto y está bueno que te respeten.

    Para determinada gente, usted representa un estilo de sacerdote que se rodea de “nenes bien” de colegios privados de Carrasco, de familias que mayoritariamente votan a partidos tradicionales. ¿Qué responde a eso? Yo no siento que haga distinción con nadie. Acá me toca estar circunstancialmente y dejo todo en la cancha, como lo haría en cualquier lado. Antes estuve en Malvín. Con los jóvenes de acá tratamos de llegar a realidades donde es importante que estemos.

    ¿Le molesta que se los estigmatice así? Quizá se estigmatice, pero en lo personal no he sentido que me marquen que soy un cura de chetos. Soy un cura de todos, trato de estar con todos y darle lugar a cada uno por igual. En las charlas que recibo de tarde entra un cuidacoches y sale un empresario. Es verdad que muchos de los chicos de esta parroquia son de un contexto determinado y lo que más me gusta es poder llegar con ellos a personas en situación de calle de todo Montevideo, a los barrios Santa Eugenia, detrás de Carrasco Polo, donde nos reciben un montón de familias, celebramos cumpleaños, cenamos una vez a la semana, rezamos juntos. Y en Felipe Cardozo, donde tuvimos aquella situación (en la que un grupo de chicos fue asaltado con armas de fuego cuando repartía comida en hogares carenciados). A pesar de lo que ocurrió, muchas familias nos pidieron que no dejáramos de ir.

    Hace unos años fue uno de los impulsores del Movimiento Luceros en el Prado, que ahora también funciona aquí. ¿En qué consiste ese trabajo? Tenemos una red de cerca de 500 madrinas que cocinan una vez al mes unas tortas de jamón y queso riquísimas, las traen acá, las cortamos y salimos a repartirlas. A veces llegan con corazoncitos, gestos importantes para gente que está tan sola que a veces no escucha que la llamen por su nombre. “Amigo”, “compañero”, “jefe”, “ñeri”... Pero que lleguen y le digan: “Carlitos, ¿cómo pasaste?”. Tenemos seis recorridos por la calle desde Camino Carrasco, Malvín, Buceo, avenida Italia, para el lado de 8 de Octubre, y luego otros grupos que vamos a esos dos barrios. A raíz de lo que sucedió en Felipe Cardozo, que no pudimos volver de noche casa por casa porque no teníamos garantías de seguridad, estamos volviendo casa por casa a la luz del día los fines de semana. Y surgió algo nuevo que se llama Luceros Buenas Noches. Es un grupo de jóvenes que va a distintos residenciales de la zona donde hay muchos ancianos a los que les cantan un canto de buenas noches y una oración para que descansen. Hay muchos adultos mayores que están solos y disfrutan mucho la presencia de los jóvenes. Una de las claves del Movimiento Luceros es dignificar al otro. Es fuerte decir devolver la dignidad porque hay gente que no la perdió. Pero no está de más dignificar, humanizar con los ojos, mirar a los ojos.

    Ustedes hacen tareas en las que el Estado parecería estar omiso, porque colaboran con gente que vive en la calle o en la pobreza. ¿Reciben ayuda del Mides, por ejemplo? No. Pero es como un trabajo en equipo. Creo que el Estado está, debería estar más en esos lugares. Nosotros aportamos lo que podemos con un granito de arena a la sociedad. Lo hacemos desde la fe, no somos una ONG. Capaz una ONG lo hace mejor que nosotros.

    Y recibe plata. Y recibe plata. Nosotros lo hacemos desde la fe, desde el amor a Dios, buscando dignificar al otro con lo que tenemos a nuestro alcance. Somos en la mayoría jóvenes, tratamos de prepararnos lo mejor que podemos, tomamos todas las precauciones, pero lo vivimos desde la fe y eso lo hacemos como Iglesia.

    Hay quienes critican a estos jóvenes y también a chicos de buen pasar económico que colaboran con organizaciones como Techo. Y muchos de los que lo hacen son personas que están tuiteando en el living de su casa, en algunos casos sin haber ido nunca a un barrio carenciado. ¿Se encuentra con eso? Sí, principalmente en las redes. ¿Pero sabés qué? Uno tiene que hacer oídos sordos a los comentarios que no suman. Cuando veo esos comentarios trato de visualizar a los chicos que hoy al mediodía tienen horas libres en facultad y vienen a organizar ropa y a dar una mano, pudiendo estar haciendo cualquier cosa. Trato de ver lo bueno de los que están y no lo malo de los que no están.

    ¿Qué opina de la penetración que están teniendo los pastores evangélicos en barrios de bajos recursos? Me parece genial. La presencia de Iglesias evangélicas ha hecho mucho bien a la gente del barrio, ha dignificado a familias. Pastores evangélicos, no pienso lo mismo de otros que con la excusa de la fe tratan de beneficiarse tanto de la ingenuidad como del deseo o la necesidad de fe de las personas. La Iglesia evangélica ha llegado con un mensaje bueno. Hay otros que están para otra.

    ¿Esos evangélicos están ocupando nichos que quizá la Iglesia católica descuidó? Quizá sí. Pero uno hace lo que puede, tratar de llegar a donde puede. Y es bueno que lo haga.

    Muchas veces se habla de los indicadores económicos favorables, y de los cambios sociales como logros de los últimos años. ¿Eso se refleja en los barrios carenciados que recorre? Soy partidario de aquello en lo que insistió mucho el padre Pedro Opeka, el argentino que está en Madagascar, al que la intendencia reconoció como Ciudadano Ilustre hace poco. Él insistía mucho en que a la gente no le hacés bien dándole el pez en la boca si no generás recursos, sistemas para que aprendan a pescar. Creo que a veces es muy grande el daño que se le puede hacer a alguien dándole subsidios y cosas por todo, y más cuando de repente son personas que no saben administrarse o no tienen nociones básicas que de repente todos podemos tener. Creo que no siempre el subsidio económico es el verdadero trabajo que se debería hacer. A veces es la más fácil, es la cómoda. Lo traduzco en algo que a veces les digo a mis propios parroquianos. No siempre dando un billete al que te pide una moneda es la mejor manera de dignificarlo. De repente que frenes para preguntarle cómo está, que lo invites con una hamburguesa, eso es más humanizante que sacarte el problema de encima, por más que el billete sea de cien pesos. No quiero poner en juego acá la generosidad y el gesto de aquel que compartió.

    Cada uno está en el contexto en el que le toca estar. Yo acompaño en determinados barrios y lo que veo es esto mismo: no siempre los subsidios terminan favoreciendo a las familias. Hay gente que se lo gasta en drogas y esto es recontra sabido. Hay gente que mal usa lo que recibe porque no está preparada para recibir, entonces si los preparamos creo que las cosas serían distintas. Le daría más corte al trabajo inmenso que muchos asistentes sociales están haciendo. Les daría más recursos, y trataría de estar ahí, no asistentes sociales como fiscalizadores del gobierno o fiscalizadores del Estado, sino como verdaderos agentes de cambio que busquen maneras y formas de transformar las distintas realidades que como sociedad nos toca vivir.

    “Decirle a una mujer: ‘No abortes’ sin darle una mano para enfrentar esa decisión, no es responsable de mi parte”

    Hay una serie de temas que estuvieron sobre el debate público en los últimos meses, como la ley trans o la discusión sobre la despenalización del aborto en Argentina, que movilizó a muchos jóvenes. ¿Lo hablan en la parroquia?

    En el tema del aborto damos la visión de la Iglesia al respecto. Nos parece importante siempre estar a favor de la vida. También como sacerdote me ha tocado acompañar situaciones de todo tipo y el hecho de que esté a favor de la vida no me pone en contra de nadie que haya tenido que pasar por un aborto. De hecho, como sacerdote joven me ha tocado acompañar a mujeres que han caído en esa situación. Algunas con las que he hablado se han arrepentido y no sabían cómo llevar adelante la situación; otras vinieron con planteos previos y les di mi opinión. Cuando me veo sobrepasado porque no me siento capacitado, de repente les hablo de lugares donde las pueden acompañar o apoyar mejor que yo. Hay lugares a los que llegamos con el Movimiento Luceros en los que se dan situaciones muy complejas. Una madre que de repente quiere tener a su hijo pero no lo puede mantener y a la vez el hijo fue fruto lamentablemente de una violación. Aun así esa mujer que lo quería tener se choca con la realidad, que con los hijos que tiene no puede. La derivé a personas que están con esto. Pero evidentemente puedo entender su problemática, decirle a una mujer: ‘No abortes’, simplemente, sin darle una mano para enfrentar esa decisión, no es responsable de mi parte. Si me pide mi opinión, siempre voy a estar a favor de la vida, pero también la vida es compleja, entonces dar herramientas para que pueda enfrentar las complejidades de la vida. Si no, es lavarte las manos.

    “Un divorciado vuelto a casar no puede comulgar”

    Hay determinadas cosas en que la Iglesia católica parecería haber ido flexibilizando su postura en los últimos años. Por ejemplo, ¿qué pasa con la situación de los divorciados?

    En la misa de domingo hay lugar para todos. Están quienes pueden comulgar, están los que no, están los que se acercan a recibir la bendición por muchos motivos, más allá de su situación, estén casados o no. La bendición no se la niego absolutamente a nadie. Para recibir la comunión uno debe estar preparado y cada uno sabe en conciencia si está preparado o no. Pero todos pueden venir a recibir la bendición.

    ¿Pueden comulgar los divorciados?

    Los divorciados vueltos a casar, no. Pero el hecho de haber fracasado en tu matrimonio no te impide recibir la comunión. Vos podés ser divorciado y venir a comulgar, si estás en paz con Dios. Y me consta que hay varios casos. Este es un tema que la Iglesia está acompañando. De a poco creo que hay que ver cómo acompañar esta realidad aún más de cerca y cómo no ser ajenos. Un divorciado vuelto a casar puede venir a recibir la bendición y es muy lindo que lo haga. Y muchas veces es un signo muy fuerte para esa persona que tanto desea recibir a Jesús. Un gesto tan valioso o más, que aquel que de repente puede comulgar y no lo valora tanto como debería.

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    2018-10-18T00:00:00