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Una de las colecciones privadas de arte más importantes del país ofrece visitas guiadas

Ubicada en la calle Rondeau de Montevideo, la colección de arte Engelman Ost propone recorridos guiados por los artistas y por su dueña, Clara Ost

Ella está de pie, en el primer piso del edificio que guarda su colección de arte, y la rodean unas 40 personas (y cerca de 60 obras que cuelgan de las paredes o descansan en el piso o sobre pedestales). “Un artista muere en la vida real y puede morir también en la memoria de la gente. Si su trabajo sigue expuesto, sigue viviendo, sigue en contacto con ustedes, sigue mandando mensajes”, dice Clara Ost, la dueña, de 84 años, de la colección Engelman Ost, al recibir a uruguayos y extranjeros en su espacio. “Hay muchos puntos de vista y todos son válidos, no seamos fundamentalistas. Que cada uno haga lo que le gusta, sin cancelaciones”, sentenció.

Sus palabras recibieron los aplausos de los que la siguieron por los tantos salones y recovecos de la colección, y la escucharon, atentamente y haciéndole preguntas, durante dos horas de visita que ella misma guio, acompañada­ del artista uruguayo Gustavo Tabares, cuyas obras cubren varios metros de una de las paredes del segundo piso.

Privada pero abierta

Es un sábado de julio y son varias las personas que se amontonan fuera de la puerta de Rondeau 1430. Las edades de los que esperan son más que variadas y se escucha español, portugués e inglés. Hay un padre con dos hijas pequeñas, varios jóvenes solos y duplas de adultos. Poco antes de las 14, hora en la que la colección Engelman Ost citó a su recorrido, que es gratuito y requiere agendarse previamente a través de su correo electrónico ([email protected]), la puerta se abre y todos son invitados a pasar.

Colección Engelman Ost (8).jpg

“Se anotaron 80 personas para hoy”, le comenta Vera Engelman a Galería, una de las hijas de los dueños del espacio, y quien gestiona las reservas desde Nueva York, donde reside hace años. “Pero no siempre vienen todos los que se anotan”, dice, y agrega que está en Uruguay de visita. Tanto Clara como sus hijas, Vera y Greta, saludan a varios de los visitantes con un beso y se presentan. Clara, galardonada con la Medalla­ Delmira Agustini en 2021 por su aporte a la Cultura­ y las Artes en Uruguay, conversa por lo bajo con Gustavo. Están organizando el recorrido, decidiendo si comenzar por las obras de María Freire y José Pedro Costigliolo, o si hacerlo por las de Hugo Longa (que son alrededor de 30 y se pueden ver desde el lugar donde se espera al resto de los visitantes que están por llegar).

Con obras de más de 80 artistas uruguayos contemporáneos —es decir, con producción artística originada a partir de la mitad del siglo XX—, la colección Engelman Ost es una rareza en su especie (al menos en Uruguay) por ser privada pero abierta al público. Originado en 1963 por Clara­ Ost y Carlos Engelman (1934 - 2021), ambos aficionados por el arte y él neurofisiólogo, este acervo busca conectar con la gente. “La colección no es un secreto, lo que a mí me interesa es la comunicación, que esta colección trascienda”, confirma su dueña­. Si bien el espacio no tiene un horario de apertura al público, como lo tiene una galería o museo, sí está abierto para quien lo quiera visitar.

Personal, viva y en crecimiento. La colección­ se fue conformando gradualmente desde la compra de una obra de María Freire en 1963, y se fue consolidando en la década de los 80, siempre siguiendo un hilo conductor alineado a los intereses personales de sus dueños. Ninguno de ellos pensaba convertirse en coleccionista, según cuenta Clara en el recorrido, sino que se fue dando, algo con lo que fueron conectando cada vez más. “Siempre me interesó una rama de artistas que no tenían oportunidad de exhibir en ningún lado”, dice Clara mientras camina por el segundo piso, acompañada de Gustavo, y seguida por el grupo de visitantes. “Durante años, los museos exhibieron poco menos que solo artistas muertos”, agrega él con un tono cómico.

A Clara y Carlos siempre les gustó visitar los talleres de los artistas que les llamaban la atención, en general por la vida de cada uno, y cómo esta se veía reflejada en las obras que creaban. “Muchos artistas que acá no están presentes son igualmente buenos como los que sí están, pero acá se encuentra lo que se alinea con nosotros”, comenta Clara. “Eso es algo que me parece muy bueno de las colecciones privadas”, acota Gustavo. “No es como en las colecciones del Estado, que son más complejas porque deberían incluir a todos”.

Al día de hoy, Clara sigue visitando talleres y se mantiene en contacto con los artistas, tanto con los que conoce hace años, como Virginia Patrone, de quien adquirió una nueva obra hace poco, como con artistas más nuevos, como Dani Umpi o Florencia Flanagan. Es decir, la colección sigue viva y en crecimiento.

Visceral, expresivo, impactante

“En el arte hay que buscar algo más que lo estético, va más allá de lo lindo que puede quedar un registro fotográfico”, dice Clara. El arte que conforma su colección es de gran impacto visual. Con trazos, gestos o materiales fuertes, se expresa en distintos formatos, desde la pintura y la fotografía a la escultura o instalación, y en algunas obras hay guiños pop, evidentes o sutiles­. Además­ de José Pedro Costigliolo, Lacy Duarte, Florencia Flanagan, María Freire, Hugo Longa, Virginia Patrone, Gustavo Tabares y Margaret Whyte, otros nombres que conforman su acervo son Javier Abreu, Carlos Barea, Javier Bassi, Juan Burgos, Eduardo Cardozo, Julia Castagno­, Fernando López Lage, Carlos Musso, Hugo Nantes­, Álvaro Pemper, Sergio Porro­, Agustín Sabella, Carlos Seveso, Juan Uría, Ernesto Vila, entre muchos más.

“Era una adelantada para su época”. Así describe Clara a Lacy Duarte (a quien conoció en la década de los 80) mientras entra al salón cubierto con sus obras. “Siempre le gustó hablar de la arquitectura y de la posición de la mujer, de la libertad”. Clara se detiene en varias obras de Duarte y las comenta. Se nota admiración en su tono de voz. Los visitantes rodean una obra gigante que cubre varios metros del piso. Hay gran cantidad de tierra desparramada, también dos cercos de madera, típicos del campo uruguayo, de donde era oriunda la artista, cabezas de oveja en formol y ramas campestres.

Colección Engelman Ost (6).jpg

Contacto cercano

Ninguna obra fue adquirida con mediadores, sino directamente a su creador. El vínculo de los coleccionistas con los artistas que conforman esta agrupación de obras es tan cercano que en cada salón Clara comparte anécdotas con ellos o datos sobre su vida.

En el segundo piso, lo primero que se muestra es un salón empapelado con obras de Freire, incluida la primera de la colección, y Costigliolo. “Conocí a María en 1955, así que saquen la cuenta”, cuenta Clara con una risa. “Desde entonces estoy en el tema del arte. Ella fue mi profesora de Historia del Arte cuando estudiaba bachillerato de Arquitectura. Fue una gran mentora, una gran impulsora del arte que encendió la llama en muchas personas que no nos dedicamos a pintar; gracias a ella quedamos conectados durante toda la vida con el tema, con esa exigencia y ese rigor que ella impartía en sus clases inolvidables”.

Las obras cubren cada centímetro del edificio. Es difícil elegir para dónde mirar. Algunas, por su formato de instalación, cuelgan del techo, están en algún rincón o cubren piso­ y pared, como las impactantes obras de Margaret­ Whyte. Otro salón del segundo piso, con tres grandes claraboyas, alberga obras de Gustavo, que fue alumno de Hugo Longa —uno de los artistas con mayor presencia en la colección— por un corto período de tiempo. Gustavo habla frente al público sobre su búsqueda artística, los formatos y materiales que le atrae explorar (incluida la yerba mate), y sobre cómo su vida se refleja en sus obras. Cuenta sobre los años en los que atravesó una adicción a las drogas, cómo la superó y cómo todo el proceso se revela en su forma de hacer arte. “Reconozco tus distintos estados”, le dice Clara a Gustavo. “A Clara le gustan más mis obras fuertes”, comenta él entre risas. Habla también sobre los colores intensos y brillantes de sus obras. Dice que Longa tuvo mucho que ver en la aplicación de ellos en su obra. Explica que el color de Longa fue una respuesta política a los colores tierra y grises muy conocidos en el arte nacional, colores y tonos que en general son descritos como “muy uruguayos”. “Estos colores”, agrega Clara señalando las obras a su alrededor, “también son representativos del Uruguay, este Uruguay también existe, y acá se puede ver”.