Es científico y también fue consultor en Boston Consulting Group. ¿Hoy cómo se define?
Son complicadas las etiquetas porque te encasillan, sos el científico o la persona de negocios o el educador. Hice el ejercicio y de hecho cambié hace poquitos años mi perfil de Instagram y redes sociales. Puse lo que creo que es la definición de a lo que me dedico, que es la forma que encontré, mirando para atrás, de unir cosas tan distintas que fui haciendo a lo largo del tiempo, y es: me dedico a encontrar buenas excusas para hacer cosas con la gente con la que quiero estar. Me di cuenta de que todo lo que he hecho fue eso, con otras estrategias, otros enfoques. Quiero pasarla bien, quiero estar con gente con la que quiero estar, aprender de esa gente, disfrutar del vínculo, del intercambio. Y me volví bastante bueno en encontrar buenas excusas para que eso suceda.
Su charla se titula Superpoderes para potenciar nuestra humanidad. ¿Cree que estamos perdiendo la humanidad?
Sí. Estamos en un mundo muy incierto, que cambia mucho y que todo el tiempo nos sorprende con cosas, cosas chiquititas y cosas grandes, cambios políticos o guerras que me agarro de los pelos diciendo: cómo puede ser que nos estemos matando de la forma en que nos estamos matando.
Estamos cada vez más deshumanizados por cambios tecnológicos, culturales y con todo lo que sea que está sucediendo (...) Y siento que la manera de hacer frente a eso y poder seguir disfrutando de la vida (...) es potenciar la humanidad. Y para eso creo que hay que hacer tres cosas durante toda la vida: seguir aprendiendo, innovando —porque el mundo cambia, entonces hay que hacer algunas cosas distintas— y cultivar los vínculos. Estamos cada vez más deshumanizados por cambios tecnológicos, culturales y con todo lo que sea que está sucediendo (...) Y siento que la manera de hacer frente a eso y poder seguir disfrutando de la vida (...) es potenciar la humanidad. Y para eso creo que hay que hacer tres cosas durante toda la vida: seguir aprendiendo, innovando —porque el mundo cambia, entonces hay que hacer algunas cosas distintas— y cultivar los vínculos.
Entonces la pregunta que siempre me hago es cómo hacer para estar bien plantados en un mundo tan incierto, que nos va a dar sorpresas siempre, buenas o malas; cómo hacer para poder aprovechar las oportunidades de las aguas revueltas y hacer frente a las amenazas y desafíos de esos cambios, de esas sorpresas. Y estoy convencido de que la forma de hacerlo es potenciando nuestra humanidad, justamente en un mundo donde estamos cada vez más deshumanizados por cambios tecnológicos, culturales y con todo lo que sea que está sucediendo, siendo que estamos tercerizando nuestra humanidad a otras cosas, a tecnologías, a algoritmos, a artefactos sociales. Y siento que la manera de hacer frente a eso y poder seguir disfrutando de la vida, que es lo que quiero, para mí, ojalá, y para otros también, es potenciar la humanidad. Y para eso creo que hay que hacer tres cosas durante toda la vida: seguir aprendiendo, innovando —porque el mundo cambia, entonces hay que hacer algunas cosas distintas— y cultivar los vínculos. No creo que haya nada, o por lo menos hasta ahora no encontré nada, que nos ayude a potenciar la humanidad que no caiga dentro de una de esas tres cosas.
¿Las tres al mismo tiempo?
Son tres patas de una mesa, digamos. Si sacás una, se te cae, porque si dejás de aprender no vas a entender qué pasa, si no innovás no podés adaptarte al mundo, y si no tenés buenos vínculos la vas a pasar mal.
¿Se puede aprender a aprender?
Mucha gente, diría casi todos, conscientemente o inconscientemente, decimos en algún momento: “Yo a esta edad ya no voy a… llamale tocar un instrumento, aprender a nadar o jugar al tenis”. Y lo que hoy sabemos es que salvo que tengas alguna enfermedad degenerativa compleja, la mayoría de los seres humanos podemos aprender hasta el último día si tenemos la motivación y sabemos cómo hacerlo. En Aprender de Grandesme dedico justamente a desarrollar la motivación y las herramientas para hacerlo. Una de las cosas más lindas es darnos cuenta de que los seres humanos aprendemos cuando vemos algo nuevo y queremos tratar de entender, de incorporar un nuevo conocimiento o saber hacer, preguntándonos a qué se parece de lo que ya sabemos. Es decir, nuestra memoria y nuestro aprendizaje son asociativos. Nuestra memoria es una red de asociaciones entre las distintas cosas que fuiste aprendiendo a lo largo de la vida. Una historia que me encanta es la de un chico de siete u ocho que estaba todo el día con la compu y fue con sus padres por primera vez a misa. Si vas a misa, no entendés muy bien qué está pasando, y el chico estaba ahí, tratando de entender qué pasaba. Cuando terminó la misa, dijo: “Pa, ma, eso que dicen al final de cada oración, amén, ¿es el enter de cada oración?”. Cuando uno reconoce que la forma de aprender es a través de analogías, de comparaciones o de metáforas, que sería llevar al extremo estas comparaciones, se te abre un mundo, porque reconocés cómo aprendés y entonces podés empezar a hacer la gimnasia de buscar y construir metáforas para aprender sobre lo que pasa. Por ejemplo, me transformé casi en un coleccionista —no profesional pero bastante dedicado— de metáforas de qué es la inteligencia artificial, ahora que nos sacude y nos hace preguntas y no entendemos nada y nos da miedo, inseguridad e ilusión al mismo tiempo. Entonces lo que estoy haciendo en Aprender de Grandeses preguntarle a cada invitado qué es la inteligencia artificial, cada uno desde su lente. Ya tengo una colección de como 50 metáforas, entonces siento que tengo un escaneo tridimensional de preguntas interesantes.
¿Podrá compartir alguna?
Hernán Casciari (escritor) me dice: “Para mí, la inteligencia artificial es un lápiz nuevo. Él es un escritor que escribe con lápiz o con el teclado, pero esta es una nueva herramienta para escribir. Entonces ahí, como escritor, se pregunta: esta cosa que no entiendo qué es ¿cómo va a cambiar mi trabajo, mi oficio de escritor? ¿Voy a seguir escribiendo yo, vamos a escribir juntos, cómo funciona este nuevo lápiz? Otra metáfora fue la de pensar la inteligencia artificial como un nuevo medio de transporte. En nuestras vidas solíamos ir del punto A al punto B y teníamos distintas opciones, no solo en el traslado físico, sino proyectos, cosas que querés hacer. La inteligencia artificial te permite hacer esos recorridos de maneras nuevas, que pueden ser más lindas, más efectivas, más eficientes, menos peligrosas, lo que fuera en cada caso. Por ahí las tomás o no, pero te da opciones que antes no tenías. Pero es más, quizás estabas en el lugar A y vos querías ir a otro lugar C y creías que no podías, que no estaba a tu alcance. Quizás este nuevo medio de transporte te permite hacer cosas que antes creías que no ibas a poder hacer. De hecho, ahora hay mucha gente programando sin saber mucho de programación. O dibujando sin saber dibujar, ayudado por este nuevo lápiz.
Nuestra memoria es una red de asociaciones entre las distintas cosas que fuiste aprendiendo a lo largo de la vida. Una historia que me encanta es la de un chico de siete u ocho que estaba todo el día con la compu y fue con sus padres por primera vez a misa. (...) y el chico estaba ahí, tratando de entender qué pasaba. Cuando terminó la misa, dijo: “Pa, ma, eso que dicen al final de cada oración, amén, ¿es el enter de cada oración?”. Nuestra memoria es una red de asociaciones entre las distintas cosas que fuiste aprendiendo a lo largo de la vida. Una historia que me encanta es la de un chico de siete u ocho que estaba todo el día con la compu y fue con sus padres por primera vez a misa. (...) y el chico estaba ahí, tratando de entender qué pasaba. Cuando terminó la misa, dijo: “Pa, ma, eso que dicen al final de cada oración, amén, ¿es el enter de cada oración?”.
Es una manera más esperanzadora de pensar en la inteligencia artificial.
Hay otras metáforas que me tiran para abajo también. Una es que la inteligencia artificial es el nacimiento de una nueva conciencia global. No solo eso, sino que va a ser una conciencia que no va a estar a nuestro alcance. Esa me da miedito, me sacude mucho porque no entiendo. Va a ser parecido a lo que quizás siente un perro cuando nos ve charlar a nosotros. ¿Qué piensa cuando se da cuenta de que está pasando algo pero no entiende qué está pasando? De repente entiende algo porque corre, se pone contento. Es muy probable que, si no está pasando todavía, pronto pase que la inteligencia artificial esté haciendo cosas muy superiores a las que podamos entender. De hecho, ya hay aparatos de inteligencia artificial que hacen cosas y no entendemos cómo. A pesar de que nosotros las construimos, fueron evolucionando y aprendiendo y no entendemos muy bien cómo. Inclusive los más expertos del mundo de inteligencia artificial te dicen eso y ya me empieza a dar miedo. Hay un escenario en el cual terminamos siendo la mascota de esa inteligencia artificial. Dicen que los perros están felices, por lo menos los que viven en una casa en donde los cuidan bien.
En uno de los episodios del podcast, su hijo le dice que siente presión por encontrar algo que le apasione. Mucha gente dedica gran parte de su vida a trabajos que no le apasionan. ¿Qué piensa y qué les aconseja tanto a su hijo como a todas estas personas?
En general, en muchos episodios aprendo, en otros salgo transformado. En este salí transformado. Cambié de opinión sobre una cosa central de mi paternidad. Está bastante instalado en nuestra cultura y hay frases impresas: “Encuentra lo que te apasiona y nunca más tendrás que trabajar en tu vida”, también pensando que el trabajo tiene que ser sufrimiento. Está todo mal en esa frase. Mi hijo Lele me dice que siente mucha presión porque en casa me ve a mí que estoy apasionado. Marce, mi esposa, hace arteterapia, ayuda en un montón de cosas y es apasionada de eso. Y Juli, el hermano de Lele, estudia ciencia de datos y matemática y le encanta y quiere estar todo el tiempo con los amigos hablando de eso. Y Lele dice: “Yo no sé, yo voy a la facu, tengo mi laburo, pero no es que me apasione. Y a pesar de que nunca le dijimos nosotros explícitamente esto de “encontrá tu pasión”, él lo siente porque nos ve. Los padres y los hermanos hablamos más a través de nuestras acciones que de nuestras palabras. Siente una mochila pesada porque no sabe si tiene la pasión. Ahí él me hizo ver que en realidad la pasión quizás es un resultado de haber hecho algo durante bastante tiempo con foco y entrega. Puede ser que venga la pasión, puede ser que no, pero es muy raro que la pasión sea preexistente. Es raro sentir pasión por algo que nunca hiciste. Puede ser un sueño, una fantasía, pero la mayor parte de la gente que se termina apasionando en algo es como resultado de un camino, de una búsqueda. Y me encantó esa manera de verlo, porque por lo menos a él le saca la mochila.
Y yo me di cuenta de que estuve pregonando una cosa que no está buena. Si vos tenés un laburo que más o menos te gusta, no hace falta que te apasione; si no la pasás del todo mal, si con eso pagás las cuentas y después tenés tiempo para hacer algo que te gusta o tenés ganas de hacer, está buenísimo también, está bárbaro. Pero si ese laburo lo elegís con una lente de “acá hay algo que por ahí me termina copando”, si ese laburo lo hacés con mucha entrega y foco, creo que todos tenemos el potencial de apasionarnos.
En Aprender de Grandes abarca todo tipo de temáticas, desde violencia estética hasta física cuántica, humor o cocina multicultural. ¿Todas le interesan a priori?
En general soy bastante curioso. No creo que haya temas que no me interesen. Sí me atraen más los invitados de un área que conozco menos. También converso con muchos científicos, gente de mi palo y lo disfruto mucho, pero no aprendo tanto como cuando viene un músico, una educadora o un activista social. De ellos suelo aprender más porque justamente ven el mundo con otras metáforas, otras lenguas, otros puntos de vista y eso me ensancha la vida, me enriquece. Me pasa mucho con los artistas. Me encanta conversar con escritores. Esa gente que puede contar una buena historia me hace volver loco.
¿Se ha llevado alguna lección universal de todas sus entrevistas?
El nivel meta más alto es que conversar es relindo. No solo que es lindo, sino que es una de las mejores maneras de aprender; cuando estás con otra persona y estás ahí, entregado a la conversación, y no hay nada que moleste. El ego suele patear en contra de todas estas cosas. Pero si te proponés escuchar con 100% de tu atención y seguir la conversación de manera natural, es algo muy lindo, es un pequeño dispositivo que me ayuda a tener conversaciones que en otros lugares no tengo. Tuve que encerrarme en un estudio de grabación para que Lele me dijera esto de la pasión. Con Lele estoy todos los días, vivimos juntos, y nunca me lo había dicho.
¿Siempre fue bueno conversando o aprendió en el camino?
No, de hecho me animé a escuchar algunos de los primeros episodios y me da vergüenza.
No es que fuera malo, pero lo que pasaba era que yo estaba ansioso, nervioso, con la adrenalina de empezar algo nuevo. No había hecho entrevistas nunca en mi vida y en los primeros episodios, que la gente no se da cuenta pero yo sí, hay momentos en los cuales la persona con la que estoy conversando me dice algo y yo estaba más preocupado por mi próxima pregunta que por escuchar lo que me está diciendo. No quería que hubiera un bache. Entonces, me dice algo que está espectacular, me tiró un centro y no cabeceo. Ahora vuelvo a escuchar y digo: qué salame, tendría que haber seguido conversando lo que estábamos conversando. Ahora me siento mucho más cómodo y voy casi sin pensar nada, capaz que solo con una serie de temas. Sé quién es la persona, sé qué hace y sé que tengo muchas ganas de aprender. Es saber un poquito de la persona y tener muchas ganas de aprender de esa persona. Si uno escucha con 100% de atención y está presente en cuerpo y alma, la conversación fluye de manera natural y más profunda.
Usted genera el contexto. ¿Por qué en la vida cotidiana es tan difícil tener buenas conversaciones?
Si ponés la tele, un programa donde hay tres, cuatro personas alrededor de una mesa, están todos gritando a la vez. Nadie escucha a nadie. Esa es un poco la cultura de esos programas y también los de streaming. Pasan cosas así. En una cena entre amigos están todos gritando. Por ahí hay momentos en los que es divertido hacerlo así, pero me parece que no siempre. Está bueno tener conversaciones donde hablamos uno por uno, nos escuchamos, tratamos de construir por lo que dice el otro. En nuestra cultura pensamos las conversaciones o las discusiones como una guerra. De hecho, usamos palabras de la guerra: lo derribé con mis argumentos, lo maté, él contraatacó, pero yo me defendí. Me parece terrible. Entonces me pregunto: ¿qué pasaría si tuviéramos una cultura en la cual la conversación o la discusión, en lugar de pensarse como una guerra, se pensaran como una danza? Si pensáramos en palabras de la danza para describir las conversaciones, creo que el mundo sería un poco distinto.
¿Por qué el aprendizaje se sigue asociando a la juventud?
Tenemos muchos mitos respecto al aprendizaje. Que a cierta edad ya no se puede es algo que se fue instalando porque, en un mundo que no cambiaba mucho, el esfuerzo tradicional de dedicarle los primeros años de la vida a formarse y después a ejercer alguna profesión, aplicando ese conocimiento, fue el paradigma que prevaleció. Lo que aprendías en el colegio o en la facultad, si tenías el lujo de poder hacer un terciario o una carrera universitaria, te daba herramientas para después tener un trabajo de por vida, o por ahí cambiar una o dos veces de empresa, pero no mucho más. Y listo, ese era el modelo de vida, y por eso le dedicamos el primer 20%, 25% de nuestras vidas, casi a tiempo completo, a formarnos, y el otro 70%, 80% de la vida dejamos de aprender, cerramos la canilla y no le prestamos atención a eso. La cantidad de tiempo que los adultos dedican a aprender cosas nuevas es casi cero, muy poquito. Ahora estamos en el mundo del conocimiento y lo que vale es otra cosa. El mundo cambia a una velocidad increíble y no hay manera de dejar de aprender si querés seguir siendo vital.