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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáTengo un amigo cuyo hijo está en la cárcel por delitos vinculados al consumo de drogas. El domingo pasado fue a visitarlo y para su sorpresa y pasmo dos motociclistas se estacionaron frente a la cárcel y luego de bajarse de sus motos se dedicaron a arrojar profusamente bolsas de droga hacia el patio interior. Al estar en horario de visita los guardias se abstuvieron de intervenir (supuestamente, para no afectar a los visitantes, que no son presos ) y la guardia militar presente solo puede intervenir en casos de intento de fuga, por lo que tampoco hizo nada. Los reclusos —parte de ellos— guardaron luego las drogas en lugar seguro.
Este suceso es un síntoma del calado que tienen el tráfico y el consumo de drogas y de su impunidad, algo que se manifiesta no solo en las cárceles, sino en todos los ámbitos: centros de educación, bocas en múltiples sitios de la ciudad, etcétera.
Creo que es bueno reflexionar sin prejuicios sobre este tema. La humanidad siempre ha consumido drogas, ya sea en su vida cotidiana como en rituales de diversos tipos. De hecho también se conoce el consumo en animales, como elefantes y monos que se emborrachan con frutas fermentadas caídas de los árboles, y también en experimentos de laboratorio en los cuales ratas que consumían cocaína accionando un interruptor morían extenuadas luego de darle sin parar.
Desde tiempos antiguos, diferentes culturas han utilizado sustancias psicoactivas con fines medicinales, religiosos o recreativos. Por ejemplo, en civilizaciones como la egipcia, la india y la china, se han encontrado evidencias antiguas del uso de plantas como la amapola, el cannabis y el betel, que tenían significados rituales o medicinales. A lo largo de la historia, el consumo de drogas también ha estado ligado a cambios sociales, económicos y políticos. En la Edad Media y el Renacimiento, por ejemplo, el uso de ciertas sustancias se popularizó en Europa, asociado con prácticas mágicas o espirituales. En los siglos XIX y XX, el desarrollo de nuevas sustancias químicas llevó a la creación de drogas como la morfina, la cocaína y, posteriormente, el cannabis, que generaron debates sobre su legalidad y efectos en la salud. Esta práctica ha permitido desarrollar drogas de laboratorio como el éxtasis y las metanfetaminas. En la actualidad, el consumo de drogas sigue siendo un tema de preocupación global y crece exponencialmente, a pesar de los esfuerzos para entender sus causas,
El consumo está ahora fuertemente asociado con la producción masiva y el tráfico delictivo, que ha adquirido niveles enormes y se ha organizado los psicotrópicos de uso médico cuyo consumo es prácticamente universal. De hecho, países que hoy día persiguen el tráfico ferozmente fueron ellos mismos en el pasado traficantes.
Los casos más relevantes son los de Gran Bretaña y Francia durante las guerras del opio en el siglo XIX. Las guerras del opio fueron dos conflictos bélicos entre China y Gran Bretaña en el siglo XIX, principalmente por el derecho al que aspiraban los ingleses de importar opio a China. El consumo en ese país era grave y endémico, y el gobierno pretendía oponerse a él. La primera guerra (1839-1842) fue provocada por la prohibición del comercio de opio por parte del gobierno chino, y la segunda (1856-1860) fue impulsada por las exigencias británicas de más privilegios comerciales y diplomáticos. Francia intervino en la segunda guerra del opio con la excusa de que el gobierno chino había ejecutado a un misionero francés.
Los efectos más crueles y devastadores del consumo de alcohol y drogas se han combatido de muchas maneras, siendo notables aunque insuficientes los éxitos obtenidos por alcohólicos anónimos (AA) y narcóticos anónimos (NA), con más de 3 millones de personas recuperadas
En el mundo (estos datos son extraoficiales, ya que estas comunidades por voluntad propia no llevan registros) la psiquiatría ha luchado arduamente y conseguido también éxitos parciales, y los gobiernos han reprimido el tráfico de diversas maneras. También se realizan campañas públicas e intervenciones en lugares potencialmente peligrosos como instituciones educativas, etcétera.
De todas formas el consumo mundial ha aumentado de forma irrefrenable, lo cual puede asociarse tanto a la organización de los cárteles como grandes multinacionales mafiosas y a otras causas como, por ejemplo, el marketing encubierto del alcohol en series y películas (todo el mundo, incluso los policías, se van a festejar luego de algún logro y se emborrachan sin pudor, así como se consume en pantalla en todo tipo de ocasiones, como fiestas, etc.). También se hace publicidad encubierta del consumo de marihuana presentándolo como un juego un poquitín transgresor sin mayores consecuencias. Quizás no se pueda limitar esto sin afectar a la libre expresión.
Sin embargo, por poner un ejemplo, la propaganda del tabaco ha sido regulada y ha desaparecido de las pantallas salvo cuando en algunas películas se presenta como asociado a un pasado bastante nefasto, y esto aparentemente ha sido beneficioso para el conjunto de la sociedad.
A pesar de que el alcohol y las drogas figuran entre las sustancias más mortales, esto no parece disuadir a quienes las consumen. Para entenderlo pensemos que la palabra adicto, que proviene del latín addictus, que significa “entregado” o “asignado”. Originalmente, en la antigua Roma, addictus se refería a un deudor que, por no poder pagar sus obligaciones, era “entregado” o “adjudicado” a su acreedor como esclavo y a los enemigos apresados en la guerra que también se entregaban a algún jefe militar en esa condición. Con el tiempo, el significado evolucionó para referirse a la persona que se entrega o se adhiere a algo o alguien de manera compulsiva o excesiva, en referencia a que pierde su libertad y se convierte en esclavo del consumo.
Para encarar esto como un tema social esta característica debe tenerse en cuenta. La adicción no es un problema moral, sino una enfermedad sobre la cual la persona no tiene control. Por eso suelen ser inútiles las “curas” que pretenden que a través de bajar el consumo se pueden controlar estos problemas y recuperar a los adictos. En realidad dejar consumir a este tipo de personas cualquier cantidad de sustancia equivale a echar más leña al fuego, ya sea esta mucha o poca; a la larga el resultado será negativo y probablemente trágico.
Se debería contar con profesionales muy formados en el tema que comprendieran la naturaleza profunda de la adicción y que pudieran coordinar su acción con la de los grupos especializados como AA y NA con el fin de mejorar los resultados. Estos grupos poseen un programa que busca no solamente la abstención, sino un cambio en los pensamientos y las actitudes de la persona enferma, que aprende a buscar ayuda en los demás y a no pelear en solitario, así como a mejorar su autoestima, cuidar sus vínculos personales, su trabajo y todos los aspectos de su vida que son significativos.
Alberto Magnone