El costo del Uruguay

Pero quisiera advertirle a nuestro presidente, al cual he apoyado casi incondicionalmente en casi todos los actos de su gobierno, que está equivocado, que no solo la pasta dental (de un casi único y monopólico fabricante) triplica su precio al entrar al país, sino que en muchísimos elementos de la canasta familiar los precios son encarecidos desmesuradamente.

Estoy hablando de champús, de polvos o pastillas nutricionales, de gaseosas, de lentes pregraduados (otro oligopolio de ópticas, oftalmólogos y optometristas), etc. La lista es demasiado extensa.

En Paraguay, otro miembro pequeño de nuestro poco satisfactorio Mercosur, la importación de bienes es libre. Tomemos por ejemplo el de los automóviles usados; ellos ingresan sobre todo por el puerto chileno de Iquique automóviles usados preferentemente de Corea y Japón, a veces coches con muy poco uso y que se pueden comprar por US$ 5.000 y por menos en las playas de venta de usados de Asunción.

¿Podríamos hacerlo aquí? Creo que sí. ¿Y quienes serían los afectados? Pues supongo que en primera instancia el Estado, ya que dejaría de percibir los enormes impuestos de importación por los vehículos 0 kilómetros actuales, luego quizá el oligopolio de las importadoras y los representantes de marcas automotoras que también se benefician de esos altos precios vendiendo menos pero con mayor ganancia (el precio del vehículo puesto en Uruguay es 300% mayor que en su lugar de origen).

Aunque quizás ellas pudieren tener el beneficio de ser importadoras de usados también y entonces posiblemente así equilibrar sus ganancias. Pero en todo caso el ganador final será el consumidor, el grueso de la población.

No estoy de acuerdo con que algunos pocos en defensa de sus actividades usen de rehén a la gente, sean estos los monopolios comerciales (el de la pasta dental es un ejemplo), o los estatales (aunque tienen el contrapeso de la oposición política y de los medios de comunicación para evitar abusos) o los sindicales (los paros de la construcción ante un inevitable accidente es otro ejemplo), estoy a favor de la libertad plena del comercio y del intercambio de bienes y servicios.

Por supuesto que el Estado debe intervenir muchas veces, especialmente en un mercado chico y de poco peso específico interno como el nuestro (nuestro PIB ronda los 77 millones de dólares anuales mientras la facturación de Amazon o Exxon es cinco veces mayor), pero su intervención debe ser para proteger a los consumidores de aquellos que manejan algunos sectores de nuestra economía (son grandes y fuertes y por tanto pueden fijar precios a su conveniencia ya que las reglas del libre mercado se lo permiten).

¿Pero saben qué es lo más preocupante de estas reflexiones? Que ni los candidatos ni las masas sociales que los votarán se han dado cuenta de esto; no he escuchado a ninguno de ellos decir siquiera que intentarán revisar precios y condiciones del mercado para ver cómo incidir en ellos para beneficio del consumidor.

Y esto es porque no hemos tomado conciencia de nuestro gran problema: nuestros precios internos que tornan casi inaccesibles a muchos productos importantes para la población, pero que también retraen al turismo receptor, y perjudican nuestras exportaciones colocándolas por encima de cotizaciones de bienes similares producidos en países con precios internos más bajos.

Al cierre, y casi como resumen, no soy partidario de un gobierno estatista, nada más lejos de mi visión, pero sí que en países de pequeño porte como el nuestro el estado debe ser más vigilante de los precios internos en favor de la población como consumidora.

Hay demasiados monopolios que pueden manejar a su gusto nuestra economía y muy poco gobierno para vigilarla.

Jorge Ordeix

*A propósito de la pasta dental, una cadena de supermercados trajo una marca de excelente presentación y calidad de procedencia china, no la he visto más, supongo que el monopolio Colgate-Palmolive la desplazó de alguna manera…