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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAlgo muy yorugua. Su epítome es el epitafio máximo: “Murió pobre”. ¿Qué más se puede decir del finado (¿que capaz no era muy pispiado? ¿O que lo mató la timba?) No importa.
Esta figura cultural se potencia con la veta más voluntarista de la izquierda, aquella que le viene de Rousseau y la Revolución francesa, más que de Carlos (aunque este contribuyó con su triste tesis de la plusvalía).
Hay una corriente dentro del catolicismo que participa un poco de esa visión equivocada. Es la que cree que la riqueza del mundo suma cero, por lo cual si alguien es rico, se explica, necesariamente, porque empobreció a otro. Da al Sermón de la Montaña (“Benditos los pobres de espíritu”) un sentido literal, material.
Pues, ni la riqueza total suma cero ni la opción cristiana —medular— por los pobres es una condenación de las riquezas, sino de su uso y valoración.
Y volviendo al cuco del lucro: el Frente Amplio ha vuelto a ponerlo en el candelero (a pesar del esfuerzo que hacen Orsi y Oddone por esconderlo): no se puede cobrar por administrar los fondos jubilatorios. Eso es lucrar con derechos fundamentales de la gente. Robarle la plata. Y lo mismo corre (así lo dice expresamente el programa del FA) para otras actividades que tocan derechos considerados fundamentales: no se puede lucrar con el agua (definido como un “patrimonio nacional”) ni con la salud. Curioso, porque no parecen creer lo mismo con relación a las cuentas bancarias de los trabajadores ni al descuento sindical sobre salarios. Tampoco se entiende mucho lo del agua: ¿la quieren dar gratis a todo el mundo? A propósito, siguiendo el razonamiento de la esencialidad y los derechos, ¿cómo es que permiten que las intendencias cobren por el saneamiento?
Y con relación a la salud, cuando escucho estos disparates me acuerdo de una anécdota vivida con un amigo cirujano, quien, a punto de operarme un quiste, me preguntó: “¿Te dejarías operar por un tipo que gana (creo que en la época eran) tres mil pesos? ¡Yo ni loco!”.
El cuco del lucro es, en el mejor de los casos, un profundo error sobre la naturaleza humana y la realidad.
El lucro es la contraparte de algo. En sí no es ni bueno ni malo. Podrá ser malo si se percibe por algo malo y, también, cuando es impuesto y excesivo, lo que muchas veces resulta difícil de discernir. Pero que algo pueda sufrir desvíos no es razón para preconizar su supresión. También el amor puede desviarse y tantas otras cosas más.
La realidad también demuestra (hace siglos y hasta el cansancio) que el lucro cumple varios fines. Y que su ausencia, frecuentemente, acarrea efectos adversos. El lucro asigna recursos. Por él, el mercado ha sido probado como el mejor mecanismo para la producción. El lucro estimula y desestimula, ayudando al fortalecimiento de actividades útiles y la desaparición de las que no lo son. El lucro sirve para premiar y ayudar al desarrollo de las personas. También permite invertir y así progresar y consumir y así mejorar los niveles de vida.
Por el contrario, cuando el lucro se suprime, las contrapartidas suelen decaer y ello hace necesario buscar sustitutos para las funciones que aquel cumple. Aquí también la historia muestra lo mal que les va a las sociedades cuando —por soberbia— suplantan el lucro por el voluntarismo, que pasa a utilizar criterios como el mérito para distribuir bienes y servicios. O sea, el dedo del burócrata o del gobernante sujeto a todos los vicios y defectos de la naturaleza humana.
¿Cómo se manejarían todas esas actividades que el FA “descontaminaría” del lucro? ¿Mi plata, de mi cuenta previsional, quién la manejaría? ¿Algún frustrado candidato a edil o diputado? ¿Y cómo se mediría su performance? ¿Y a dónde puedo irme si no me gusta lo que hacen?
En cuanto a mi salud y aparte del absurdo de tener que caer en manos de quien ganará lo mismo si me trata bien que mal: ¿cómo decidir las inversiones y los servicios?, ¿cómo estimular a los profesionales?, etcétera.
¿Qué sentido tendrá esforzarse si no me lo reconocerán económicamente? Y del otro lado: ¿si todo me vendrá de arriba? En una época, los izquierdistas iban a Cuba. Una lástima que lo hayan discontinuado: ahí hay un ejemplo viviente de una sociedad que pretende funcionar sin lucro. Podrían verlo. Eso sí, de día, porque no tienen energía eléctrica.
Por otra parte, si está bien que no lucren quienes prestan servicios relevantes, ¿por qué no suprimimos los pagos a policías, jueces y, de paso, a legisladores, ministros, etcétera? Ya sé, me dirán que ahí no hay lucro porque se trata del Estado. Pues si les parece que las AFAP son caras, ¿por qué no piensan que el Estado se nos lleva algo del 30% de lo que producimos?
Ignacio De Posadas