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“Y mientras cruzaba el umbral de la puerta hacia la reja que me conduciría hacia mi libertad, supe que si no dejaba atrás mi amargura y mi odio, seguiría encarcelado”. Nelson Mandela
¿Qué es lo que hace que una persona elija a un candidato sobre otro?, ¿qué pueden aportar las neurociencias en este aspecto crucial de los procesos sociales?
Una de las investigaciones publicada en la prestigiosa revista Science, realizada por Alexander Todorov de la Universidad de Princeton, mostró que inferir a algún candidato como competente a partir de la apariencia facial puede predecir el resultado de las elecciones. Los participantes del estudio fueron expuestos rápidamente a caras de candidatos que no conocían. Veían un par de fotos por vez y, basados en sus intuiciones, tenían que decir cuál de las caras les parecía la persona más competente. Los investigadores encontraron que los juicios faciales predijeron los ganadores en un 70%. Estos hallazgos sugieren que el voto, muchas veces asumido como producto de una deliberación racional, es más bien influenciado por un juicio rápido e inconsciente.
Asimismo, Agustín Ibáñez, jefe del Laboratorio de Psicología Experimental del INECO, demostró, en un trabajo publicado en Frontiers in Human Neuroscience, que el cerebro detecta automáticamente (en menos de 170 milisegundos) si un rostro integra el propio grupo de pertenencia y le asigna una valoración positiva o negativa mucho antes que el sujeto responda.
Durante la campaña presidencial de EE. UU., en 2004, se investigó a un grupo de simpatizantes demócratas y a otro de republicanos. Ambos grupos fueron evaluados en un resonador funcional mientras veían discursos de George W. Bush y John Kerry. En estos discursos, ambos candidatos se contradecían con sus propios dichos previos. Como era de esperar, los republicanos fueron tan críticos de Kerry como los demócratas de Bush, y ambos grupos fueron benévolos con su propio candidato. Los resultados revelaron que las áreas racionales del cerebro se mantuvieron sin demasiada actividad, mientras que las áreas del cerebro realmente activas fueron las relacionadas con el procesamiento emocional.
Drew Westen, de la Universidad de Emory, sostiene que hay tres elementos muy influyentes en el voto de los ciudadanos: los sentimientos hacia los candidatos, hacia el partido y hacia las ideas que estos representan. Westen afirma que los demócratas gobernaron EE. UU. menos que los republicanos en las últimas cinco décadas porque creen que la gente vota de manera racional. Esto quiere decir, según Westen, que no tomaron en cuenta cómo la emoción es central para la toma de decisiones.
Si bien estas teorías específicas necesitan más investigación, sí hay evidencia suficiente de que las emociones guían nuestras decisiones (Manes, Facundo y Niro, Mateo. Usar el cerebro, 1ª Ed., Planeta, 2014, p. 261 y siguientes).
Colaboración. Hace aproximadamente medio millón de años, el ambiente inhóspito determinó que, si no podías colaborar, no podías sobrevivir. Por tanto, dentro de la especie humana creció la presión por colaborar. Ello dio lugar a que “es nuestra capacidad para cooperar y conectar nuestras mentes lo que nos separa del resto de los animales”.
Los seres humanos somos una especie que desarrolló una gran capacidad para vivir en grandes grupos comunitarios. Esta vida en sociedad ha tenido ventajas evolutivas que permiten que nuestro cerebro logre el desarrollo extensivo de las áreas dedicadas a las funciones sociales. También tuvo implicancias en nuestra conducta y la toma de decisiones muchas veces no puede ni debe ser realizada ni analizada de manera particular, sino colectivamente (Manes y Niro, op. cit., p. 264 y siguientes).
¿Porque no colaboramos? Hay factores de tipo inconsciente, que, como se vio en la investigación realizada por Agustín Ibáñez (Manes y Niro, op. cit., p. 328) mostró que el cerebro detecta en 170 milisegundos si un rostro integra o no el propio grupo de pertenencia y lo valora en forma positiva o negativa antes de ser consciente de ello. Esta investigación demuestra que los procesos asociados a la discriminación y al prejuicio son automáticos y muchas veces pueden primar sobre otros mecanismos mentales. Así, independientemente de las decisiones que tomen los comandos de campaña de ambos participantes del balotaje, recordar que el cuerpo de los candidatos es un “consorcio de expresiones”, que un gesto, un saludo o una sonrisa oportuna al final de la campaña quizás determinen quién será el próximo presidente del Uruguay.
Luego de la elección, hacer una pausa, los humanos poseen un cerebro “triuno”, bloquear los cerebros reptil y el límbico, voluntariamente utilizar en forma determinante el córtex para superar los procesos involuntarios y automáticos asociados a la discriminación y al prejuicio, y propender a colaborar, que es lo que el país necesita.
Rafael Rubio
CI 1.267.677–8