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Si yo fuera la candidata de la coalición republicana (CR) y me preguntaran cómo haré para gobernar sin la mayoría en la Cámara de Senadores, contestaría que no puedo agraviar a la oposición asumiendo que no va a dejar gobernar al ganador. Que no debo suponer que no dará nunca sus votos para nombrar autoridades de los EE.AA., ejemplo al que se recurre permanentemente.
Ese temor al bloqueo, si bien es comprensible teniendo en cuenta actitudes partidarias anteriores (algunos dirán que de ambas partes y seguramente tengan razón), habla mal de nuestra democracia. La institucionalidad de la que nos enorgullecemos ante el mundo quedó, luego del 24/10, expuesta a una prueba que empieza a rendirse hoy. Manejar desde el propio discurso (o aceptar en los hechos que se maneje en las entrevistas) que los votos de Salle pueden ser el fiel de la balanza es un grave error, un riesgo innecesario y un ejemplo de lo que no se debe hacer si se quiere mantener fuerte y sana esa institucionalidad tan mentada. Los ciudadanos razonables, que confiamos en la democracia como la mejor forma de convivencia posible y en el sistema político como su expresión directa, creemos imprescindible que ambas partes se hagan cargo de esa responsabilidad. Negociar es hacer recíprocas concesiones, y es mejor hacerlas entre los que pensamos casi igual que con dos diputados antisistema. El primer favorecido sería el país; otros costos y beneficios se repartirán según la autenticidad y la habilidad de los negociadores para comunicar lo que hagan o no.
Otro aspecto llamativo es la forma en la que se maneja el término gobernabilidad. Se dice que el Frente Amplio (FA), si gana, garantiza la gobernabilidad del país. Este argumento, a mi juicio, confunde gobernabilidad con poder. Si el FA gana la presidencia y tiene 17 senadores, sencillamente tiene el poder de la mayoría. Podrá gobernar sin necesidad de acuerdos y nombrar a quienes quiera nombrar solamente dejando pasar unos días entre la primera y la segunda votación del Senado. Garantizar la gobernabilidad (RAE: “Cualidad de gobernable”) no es solo pedir todo el poder para sí; es también afirmar desde ya: “Si pierdo, el gobierno contará conmigo para que el país no quede bloqueado. Perseguiré el mejor acuerdo posible, pero algo tendré que conceder”.
Los periodistas piden ejemplos a ambos candidatos. El FA seguramente los tendrá de situaciones en las que entiende que apoyó a sus adversarios. Por mi parte, como blanca, no puedo dejar de recordar al menos uno: el apoyo de años a los gobiernos del FA durante el bloqueo de los puentes sobre el río Uruguay. Luego de observar la actitud del FA ante la pandemia y la sequía, me pregunto qué hubiera pasado si el gobierno de la CR (liderado por Lacalle Pou) hubiera sido quien hacía negocios con una maderera finlandesa (sin siquiera hablar aquí del impacto ambiental). ¿El FA hubiera apoyado al gobierno blanco o justificado al kirchnerista?
En los últimos 20 años la lista de situaciones en las que los partidos no supieron o no quisieron buscar acuerdos es larga. También hay ejemplos de los otros. Podemos enumerar las veces que no se alinearon, porque en política es válido hacer un punteo de reproches entre adversarios. Pero desde el domingo será mejor pasar raya e ir pensando en los casos en los que sí se obtuvieron los acuerdos necesarios.
Claudia Pivel
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