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Día a día se dicen y se escuchan afirmaciones sobre la situación de Israel en relación con sus vecinos de Medio Oriente, algunas totalmente carentes de contexto histórico, otras absolutamente desprovistas de fundamento jurídico y las restantes definitivamente alejadas del deseo de una convivencia civilizada. De forma que intentaré suministrar informaciones para enmarcar la situación y ponerla en su justo lugar, intentando tocar punto por punto.
Israel como potencia colonizadora o como imperio. Históricamente, los imperios o potencias colonizadoras se han extendido en el tiempo: por siglos; y en el territorio: por centenas de miles o millones de kilómetros cuadrados, distribuidos muchas veces en continentes diferentes. Son ejemplo de ello el Imperio otomano, el Imperio romano, el Reino de España, el Tercer Reich, Gran Bretaña, el Imperio babilónico. Claramente, no Israel, que existe como Estado independiente hace menos de 80 años, dentro de una franja de territorio de 21.000 kilómetros cuadrados, esto es: más pequeño que la superficie acumulada de Paysandú y Río Negro. ¿Eso es un imperio? ¿Eso es una potencia colonizadora? Pero además de ello, aproximadamente la mitad de su superficie es desierto. De forma que Israel no tiene, ni por extensión ni por duración, característica alguna que haga que se la pueda tipificar como imperio o potencia colonizadora.
Israel como ladrón jurídico de territorios. Israel no le ha robado absolutamente nada de su territorio constitutivo a nadie. Un plan aprobado por Naciones Unidas en el año 1947 que partía a Palestina casi que por mitades para que coexistieran un Estado árabe y uno judío fue el fundamento jurídico en mérito al cual en el mes de mayo de 1948 Israel declarase su independencia dentro de la fracción de tierra (desierto incluido) que le asignó la ONU. Por tanto, la legitimidad de la constitución del Estado de Israel dentro del territorio que se le asignara por el organismo internacional de regulación de conflictos no admite la más mínima objeción. En otras palabras, Israel no vino a asentarse en territorio que le correspondiere legalmente a otros, sino donde la comunidad internacional le indicó. Esto le otorga no solo legitimidad jurídica indiscutida al Estado de Israel, sino también derecho incuestionable sobre la porción de territorio determinada por Naciones Unidas. Es cierto que luego ocupó otros territorios que originalmente no le correspondían jurídicamente, pero ello sucedió en virtud no de una voluntad colonizadora, sino como consecuencia de enfrentamientos bélicos siempre promovidos por vecinos árabes insatisfechos con la constitución y existencia del Estado de Israel. En la guerra se ganan y se pierden territorios, porque es la guerra.
Israel como ladrón histórico de territorios. ¿Quién desea para asentarse, constituirse e intentar desarrollarse, un territorio pequeño cuya mitad es desértica? En tren de robar: ¿por qué robar lo peor? Israel se asentó donde se asentó, por el fundamento jurídico desarrollado precedentemente, el que a su vez estuvo impulsado por la milenaria vinculación histórica del pueblo judío con esa tierra. El pueblo judío desde siempre estuvo ligado y asentado en dicha porción del territorio asiático, más allá de las repetidas veces que sus conquistadores de turno (romanos, otomanos, etcétera) lo despojaron del mismo. Textos históricos y bíblicos, pero también enorme cantidad de vestigios arqueológicos distribuidos a lo largo de todo el territorio israelí, así lo justifican. Solo pensemos en el Muro de los Lamentos en la ciudad de Jerusalén: es la pared occidental del segundo templo judío que los romanos destruyeron en el año 70 d. C., pero que había sido construido allá por el año 19 a. C. Pero antes de este, hubo obviamente un primer templo judío, el templo del rey Salomón, construido en el siglo X a. C. y destruido por los babilonios en el año 587 a. C., que se ubicaba también en Jerusalén. De forma que con solo estas referencias históricas y solo con ellas se acreditan no menos de 3.000 años de vínculo entre esta tierra y su pueblo judío. Pero dicha vinculación es aún mayor en el tiempo, remontándose a los patriarcas Abraham, Itzhak y Jacob.
Israel como violador de resoluciones de Naciones Unidas. Israel ha sido el primero en respetar y aplicar las mismas. Pues, como viene de decirse, fue en cumplimiento del plan particionario del año 1947, que al año siguiente Israel se proclamó como Estado independiente. Otros —y no Israel— no solo no cumplieron con dicho plan —no proclamando su independencia sobre el territorio asignado—, sino que se alzaron en armas contra la resolución particionaria, generando casi 80 años de permanentes, constantes y mortales enfrentamientos bélicos. La situación que hoy se plantea entre Israel y Medio Oriente tiene su incuestionable origen en la falta de respeto por parte de los Estados árabes —varios de los cuales muchos años más tarde firmaron la paz con Israel— de la citada resolución de Naciones Unidas. Si el mundo árabe hubiera levantado su Estado en 1948, no solo no estaría reclamando lo que ya le fue adjudicado, sino que habría evitado muchas muertes de ambos lados. Luego de todo ello y más modernamente, la ONU dictó resoluciones y/o recomendaciones procurando que Israel no estableciese colonias en territorios ocupados, al efecto de revitalizar la solución de dos Estados. Israel no cumplió dichos mandatos, pero cabe decir que no puede el mundo árabe argumentar con legitimidad jurídica el incumplimiento israelí, cuando todo el conflicto regional se desató por el propio incumplimiento árabe y su falta de respeto a la resolución particionaria de 1947. No es ni ético ni lícito proclamar un incumplimiento del otro sobre la base del suyo propio.
Israel como genocida en Gaza. Como todo el mundo sabe, pero muchos desean olvidar, el 7 de octubre de 2023 la organización terrorista palestina Hamás —gobernante de la Franja de Gaza por elección de su propio pueblo— invadió territorio israelí asesinando a más de mil personas no sin antes vejarlas, incendiarlas, abusarlas y exponer su alegría por el bárbaro atentado en todos los medios que la modernidad tecnológica permite; a su vez que secuestrar a más de 200 personas, también exhibiéndolo cruel y repulsivamente. Obviamente —cualquiera habría hecho lo mismo— Israel fue por sus rehenes para rescatarlos. Y en eso se está desde hace dos años. Obviamente que es una guerra entablada entre una organización terrorista palestina que gobierna su territorio y que ha asesinado y secuestrado inocentes de todos los sexos y edades procediendo a ocultarse cobardemente entre su propia población civil (sanatorios, hospitales, escuelas, etcétera) y negándose a restituir a los secuestrados; y por el otro lado un Estado democráticamente gobernado —y en este punto no importa si se comparte o no la orientación ideológica del gobierno de turno— que ha sido invadido por este conjunto de fanáticos terroristas y que procura dos objetivos: reintegrar a sus secuestrados (vivos o muertos) y generar un marco que le asegure un estado de paz y tranquilidad que no logra desde hace casi 80 años. Por supuesto que están muriendo inocentes palestinos de todas las edades y sexos, tal y como sucedió y sigue sucediendo con los israelíes. Es que —tristemente— esto es la guerra. En ella, en cualquier tiempo y en cualquier lugar, ha muerto gente inocente. Pero el estado actual de situación lo desencandenó incontrovertiblemente el terrorismo palestino a partir del 7 de octubre. Terrorismo palestino que no desea salir del tal presunto “genocidio” pues parece no aceptar —ni tampoco contraproponer nada— la solución de paz que ya cuenta con el visto bueno, entre otros, de varios Estados árabes. El genocidio es el exterminio intencional, sistemático y deliberado de un pueblo o grupo étnico por razones ideológicas. Por lo que en Gaza no hay genocidio de especie alguna: no hay exterminio sino las muertes tristemente siempre presentes en todo conflicto bélico, no hay intención de exterminar sino de lograr que Hamás deponga las armas y restituya a los rehenes, no hay razones ideológicas de fondo sino la necesidad de asegurar las fronteras israelíes violadas por los terroristas y rescatar a los rehenes que estos secuestraron; y tampoco hay un sistema y voluntad de matar a gente inocente. Solo —y en la medida que pasan los días, las semanas, los meses y los rehenes no aparecen— el único plan es el de descabezar a los líderes de tal grupo asesino. Pero por otra parte: ¿qué pretendían los críticos que Israel hiciese?, ¿que se sentara a aplaudir los asesinatos y secuestros?, ¿que se sentara a negociar con aquellos que, como estos, pretenden que Israel no exista?, ¿que renunciase a su derecho y a su vez a su deber de ir a rescatarlos y a defenderse y defenderlos? En suma: no hay genocidio alguno en Gaza. Hay sí una situación triste, tanto como la que ha vivido y vive Israel.
Israel como sociedad endurecida. La sociedad israelí, a mi criterio, ha cambiado. El cambio es inherente a la condición humana, pero siempre impulsado por los factores de fondo o de forma que conforman la realidad en que se vive. Situémonos en personas —judías, cristianas, musulmanes, etcétera— que viven en Israel (porque todos votan y todos son representados parlamentariamente) que durante décadas y décadas han hecho del asedio bélico de los vecinos el pan de casi todos los días, que han hecho tener que ingresar a refugios para soportar ataques aéreos, que han perdido seres queridos o los han visto ser heridos gravemente, que han hecho que siempre se esté en situación de inseguridad. Con ese contexto, la sociedad cambia; y ese cambio la endurece. El razonamiento en muy simple: tengo miedo por mi seguridad y la de mi familia y no confío ni en las organizaciones terroristas ni en los Estados árabes más hostiles. Entonces decido elegir el gobierno que me prometa más rigidez, más dureza, más respuesta y enfrentamiento bélico ante el vecindario; y no a aquellos que puedan apostar más al diálogo, no porque no los crea capaces de llevarlo adelante, sino porque no confío en que la contraparte negocie de buena fe y/o cumpla eventuales acuerdos alcanzados. Entonces: sí, la realidad de las últimas décadas ha llevado a una sociedad más endurecida, pero por desconfianza, no por esencia.
En suma, Israel actúa endurecidamente porque su sociedad lo considera como necesaria reacción a lo que desde siempre le han propuesto sus vecinos: la guerra. No persigue Israel una voluntad de conquista territorial ni de ampliación de fronteras ni de asesinar gente inocente. Su único objetivo fue siempre y es ahora: vivir pacíficamente dentro del pequeño territorio que desde hace casi 80 años la ONU le asignó. Si sus vecinos le garantizacen la paz, Israel devolvería inmediatamente los territorios que ocupó con motivo de los enfrentamientos bélicos que debió soportar como Estado atacado, en la indiscutida propuesta israelí de tierra por paz.
Monty Fain Ajdelman
Escribano