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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa política exterior de un país es siempre un asunto complejo, con muchas aristas, algunas de signos opuestos, por lo general sutiles y con relevancia diferida. Requiere de información, pienso y pausa.
La decisión del Sr. Orsi de arrancar presurosamente a visitar al presidente Lula, a los pocos días de haber sido electo, no parece una buena idea.
No porque Brasil no sea importante para el Uruguay: precisamente porque sí lo es y mucho.
Eso aconseja darle atención prioritaria. Pero no de manera obsecuente. El viaje del presidente electo no fue tanto una señal de la importancia que le da al Brasil, sino de su devoción, un tanto obsecuente, por el presidente Lula.
El Sr. Orsi tiene todo el derecho a sus preferencias, pero ahora es el presidente electo, con lo que aquellas deben ceder a los intereses de su país.
Ya vivimos, en tiempo de Reinaldo Gargano, la política exterior por afinidades ideológicas: tremendo error.
El Brasil no va a contemplar los intereses del Uruguay por las demostraciones de admiración personal del presidente electo uruguayo hacia el brasileño. Si algo, el efecto será contraproducente.
Es notorio que la política exterior del Brasil está enfocada (¿encandilada?) por una visión geopolítica en la cual el Uruguay simplemente no figura. No es menos conocida la existencia de intereses opuestos en materia comercial, lo que ha llevado a recurrentes enfrentamientos en el ámbito del Mercosur.
Cualquiera que observe la política brasileña descubrió, hace rato, que la concepción del presidente Lula en el área de política exterior gravita más que la del establishment profesional encarnado por Itamaraty y que, a su vez, en aquella gravita decisivamente la opinión de una persona con larga experiencia, tanto diplomática como política. Una persona que, además, es conocida —desde mucho tiempo— por su animadversión hacia nuestro país. Me refiero al embajador, exministro y actual consejero del presidente, Celso Amorín.
Haber salido corriendo a hacerle fiestas al presidente Lula y, encima, haber querido darle a la reunión apariencia de contenido, mencionando un par de temas puntuales, importantes para algunos parajes, pero irrelevantes en el espectro de intereses nacionales, solo puede haber servido para confirmar a los ojos de nuestro vecino que puede seguir tranquilo sin llevarnos el apunte.
Tampoco hay que dejarse obnubilar por el sorpresivo batacazo de la Sra. Leyen, agitando la bandera del acuerdo UE-Mercosur. Que es algo muy importante pero que, si pasa de show mediático-político a tratado, no tendrá un impacto económico relevante por muchos años (entre procesos de ratificación, los plazos para la entrada en vigencia y las cuotas). Todo bien, pero cuidado con que lo usen para anestesiar la necesidad —inmediata— que tiene Uruguay de abrirse. Y cuando pienso en ese uso, no solo pienso en el Brasil, que probablemente nos diga que ahora, con ese acuerdo, no molestemos más. Pienso también en el mayor aliado interno del gobierno de Lula: nuestro PIT-CNT, que ya bocineó con floreo jurásico su oposición al acuerdo.
Todavía está a tiempo el Sr. Presidente electo de remendar un poco la cosa, armando —con preparación— un paquete de visitas más equilibrado (y preparado): Argentina, EE.UU. (reuniéndose con los dos presidentes o con sus equipos), México y la Unión Europea, por mencionar algunos centros claves para nuestros intereses geopolíticos. A lo que se suma el contacto con el embajador de China.
Tampoco le vendría mal una lectura del pensamiento de Herrera sobre la política exterior de nuestro país.
Ignacio De Posadas