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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEstas líneas aprovechan la columna “No prometerás” de Paula Scorza del 4/9/25.
Paula plantea que “es necesario ser más claro con la ciudadanía sobre lo que se desea” en materia de gobierno, “lo que se puede y lo que ya se sabe que no se puede; porque la gente se cansa y ya sabemos lo que pasa cuando la población empieza a descreer de las promesas de los políticos”.
Estoy de acuerdo con Paula, pero debemos ser más exigentes. Concuerdo con la frase del párrafo anterior, pero no con lo que podría sugerir el título de su nota. Es necesario que cuando un partido político se presenta a las elecciones se comprometa y luego, si es electo, cumpla su compromiso. Puede que sea más hábil no prometer para luego no incumplir, pero eso no me parece justo ni honesto. Porque en una democracia republicana liberal el gobierno de turno solo representa a sus ciudadanos, quienes le dan —o no— un mandato a término para ejercer el gobierno. No se trata de que a los gobernantes electos se les dé un cheque en blanco por cinco años para hacer lo que les parezca adecuado. Conducir un país es una cosa seria.
Sin embargo, en las últimas elecciones el Frente Amplio desarrolló su campaña sin prometer nada, excepto ser honesto, cosa que en el lapso desde que asumió no ha podido cumplir a cabalidad. Que no haya comprometido un plan concreto de gobierno —que no lo son las llamadas bases programáticas— fue un debe que, como ciudadano común, considero inaceptable.
El episodio Vallcorba ofrece mucha información útil. Por un lado, demuestra lo que yo antes expresaba: a) que las bases programáticas no son el programa concreto de gobierno del Frente Amplio, sino solo una guía —por lo demás, bastante vaga y flexible— hacia donde apuntar a mediano y largo plazo, y b) que ese partido se presentó a las elecciones sin un programa concreto y explícito a cumplir.
Como lo veo, las bases programáticas tienen en realidad el fin de cohesionar las filas partidarias sugiriendo algo difícilmente realizable. Pero como no son el programa concreto de gobierno, esto no llega a ser un problema. No me refiero solo a la dificultad de realizar un proyecto que seguramente requiere importantes recursos que no están disponibles a corto y mediano plazo, sino a que el proyecto de las bases programáticas del FA es inconsistente; esto es, recoge consignas de sectores políticos tan diferentes entre sí que son imposibles de materializar conjuntamente. Es el problema de la amplitud del Frente: es bueno para captar votos, pero no lo es tanto para gobernar complaciendo a todos sus votantes. Esto es algo que muchos de estos últimos no saben y no se les dice, pero no parece ser un problema para la gran mayoría de ellos, que ni siquiera pregunta y a la que le alcanza con ir detrás de símbolos.
Hay muchos ejemplos de esas inconsistencias. El llamado “impuesto a los ricos” recientemente objeto de discusiones internas en la fuerza es uno de ellos. Separa a los más radicales —básicamente comunistas, socialistas y tupamaros— que buscan patear el tablero socioliberal o socialdemocrático de los más moderados, que buscan mantenerlo para no ahuyentar así a los votantes de centro.
Por otro lado, el episodio ilustra las dos diferentes actitudes que tienen los dirigentes frentistas. Unos —como Vallcorba— cumplen con los requerimientos de Paula —y míos— de ser claros con lo que se puede hacer y lo que no, y otros prefieren las aguas borrosas y que cada uno crea lo que quiera creer en torno a las viejas consignas que identifican a la izquierda uruguaya y se mantienen en las bases de la fuerza política.
Las Bases Programáticas 2025-2030 hablan, por ejemplo, de que presentan “una propuesta de cambios, un proyecto de transformaciones profundas alternativo al de la derecha en torno al cual se unan las grandes mayorías afectadas por el neoliberalismo” (pág. 6). Más adelante, dice que —en el gobierno anterior— “transitamos un periodo de gobierno con retrocesos y contramarchas que procuran por todos los medios, desarticular los avances populares que el país alcanzó en la etapa anterior… desde un marco ideológico neoliberal, lo que permite a la derecha, en la defensa de sus intereses, intentar la recuperación de los modelos de privilegios que le han sido propios históricamente”.
Sería interesante que —buscando claridad— Paula consultara al ministro Oddone sobre si comparte que el gobierno anterior fue “neoliberal” y qué considera que significa ese término hoy en día. Me sorprendería que contestara afirmativamente —dada la honestidad intelectual que le reconozco al ministro— y parece obvio que no comparte esa mirada, ya que el actual programa de gobierno bajo su conducción económica para nada introduce transformaciones profundas a lo que viene del período anterior. Seamos honestos: ni el gobierno anterior fue de “derecha”, ni “ultraliberal” ni nada del estilo, sino bastante de “centro”; ni el que se presenta ahora es de “ultraizquierda”. Apenas de “izquierda moderada”, “izquierda liberal”, muy próximo doctrinariamente al del gobierno anterior.
Creo que ayuda, a la claridad que Paula y yo pregonamos, recordar que la versión anterior de las bases programáticas del Frente Amplio —vigentes para 2020-2025—, por ejemplo, afirmaban que “nuestra fuerza política se ha declarado antipatriarcal y antirracista, manteniendo sus postulados históricos: antimperialista y antioligárquica. Estas definiciones nos llevan a trabajar por un modelo contra-hegemónico” (pág. 11). Son expresiones con huella marxista, setentistas, de quienes todavía defienden los procesos políticos cubano, venezolano y cualquier otro que se declare de izquierda radical, aunque sea antidemocrático y represivo como la peor de las dictaduras, y que —aunque no lo reconozcan abiertamente— no sostiene la mayor parte de los frentistas informados. Si les preguntamos a estos últimos, la mayoría se definirá “progresista”, pero no a cualquier costo.
Pero de estas incompatibilidades o contradicciones de principios se habla poco en filas frentistas, más allá de algunas “filtraciones” que de tanto en tanto ocurren, fortuitas o promovidas por gente honesta como parece ser Vallcorba.
Leonardo Decarlini