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Vivo a unas seis cuadras del Rosedal del Prado, un barrio por demás tranquilo y apacible que se ha convertido casi de un día para otro en un lugar insano para el descanso nocturno.
El parque del Prado, a orillas del Miguelete ha sido copado los fines de semana por una banda de jóvenes tuercas que, tanto en motos como en autos, se han adueñado del lugar y convertido la Av. Delmira Agustini en una pista de pruebas y de exhibicionismo tuerca. Es así que a partir de los viernes por la noche, los sábados y domingos se reúnen cientos de personas con autos y motos preparados para hacer acrobacias y escuchar música con volumen estridente.
Es tanto el nivel de distorsión auditiva que el ruido se escucha en un radio de 10 manzanas a la redonda. Parece que las competencias son a quién acelera más con los caños de escapes recortados y sin silenciadores llevando los motores al punto de corte de revoluciones, de manera que al desacelerar se produce una sucesión de explosiones similar al ruido que produce una ametralladora.
Llama la atención que esto se produce a escasos 100 metros de donde está la base de la Policía Republicana y que nadie adopte medida de tipo alguno para controlar los excesos, dado que los sucesos son constantes y duran hasta el amanecer.
Como ciudadano cabe cuestionarse cuál es el derecho que prima en su tutela, si el de los miles de habitantes que se ven perjudicados noche a noche y que no pueden conciliar el sueño hasta el amanecer, o el de 80 personas descerebradas que, sin considerar el derecho de los demás, solo saben retroalimentar su ego imponiendo a otros a tolerar sus ruidos y su música.
Parecería que ha sido olvidada por las autoridades la obligación de velar por el derecho de los ciudadanos y el de reprender a aquellos que, excediendo los suyos, afectan el de los demás. Porque no hay personas que solo tengan derechos y como contrapartida otros que solo tienen obligaciones.
Invito a quienes deseen comprobar estos hechos que intenten pasar por la Av. Delmira Agustini del Prado los fines de semana a la noche y, de ser posible, registren los niveles de ruido existentes en el lugar. Los inspectores de la Intendencia de Montevideo del Sector Ruidos Molestos cuentan con decibelímetros aptos para captar los ruidos ante casos de denuncias.
