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    Sí, se puede

    POR

    Sr. Director:

    Cuando en 1995 estaba en Paysandú, trabajando en obras industriales en la maltería de Norteña, me llamó el intendente Jorge Larrañaga.

    Un desafío, ya que antes, con Santa María, habíamos ganado la ampliación del bulevar Artigas en Paysandú, y por un manejo turbio de la Cámara de la Construcción (CCU) con otra empresa no salió un certificado de renovación a tiempo, trancado en el cajón del delegado de la cámara en el Registro de Empresas, y vi una carta donde el presidente de la cámara le recomendaba al intendente adjudicar a la otra empresa. Y eso que yo había sido fiscal y colaboraba siempre con la CCU. No hice esa obra y quedó un gusto amargo con la intendencia. Empezamos mal.

    El tema en 1995 en Paysandú era el Estadio Artigas, para la Copa América. Si no se terminaba a tiempo la remodelación para la visita de la comisión, la sede se la llevaba Maldonado. Para el grupo de la muerte, con Argentina y Estados Unidos, serían miles de argentinos que cruzarían el puente para visitar Paysandú, disfrutar de la buena onda sanducera y dejar un buen dinero.

    Habíamos ganado con Philips la iluminación del estadio, con el genial Juan Carlos Fabra. Todo el campo quedó al máximo de intensidad de iluminación y de uniformidad para la trasmisión HD al mundo.

    Pero la tribuna Norte, muy atrasada, daba miedo. Había que hacerla desde cero y no se iba a llegar en solo tres meses con la empresa local. Y no había más rubros.

    Innovación. Con la misma receta que creamos para las tribunas de la Scuola Italiana y del Club Sayago en Montevideo, planeamos una combinación de superhormigones de alta resistencia temprana con premoldeados para las gradas, encofrados reutilizables, grúas y grúas torre de montaje, y terminamos antes que la empresa de Salto y las cuadrillas de la intendencia que terminaban las otras tribunas. Todo al costo, para apoyar a Paysandú. Hasta nos dio para dos pequeñas tribunas al suroeste y al noroeste, donde los constructores tuvimos entrada libre a la Copa América. Y a pedido de Larrañaga hicimos el control italiano para estructuras con público, el más exigente, durante la inauguración.

    Larrañaga me convenció de que tenemos recursos propios, en capacidad humana y en inventiva, para desarrollarnos a la uruguaya. Sin copiar modelos ni ideologías. Después hicimos el Anfiteatro del Río Uruguay por la décima parte del costo estimado y solo con personal municipal. Pura innovación, desde la estructura de tierra, como en los ranchos, hasta la cáscara ultramoderna del escenario. Pero ¡ojo!, tenemos que cuidarnos.

    Cuando en 2010 el Larra era la cabeza de la oposición, el presidente de entonces lo desafió a Larrañaga, entra asados y mates, a hacer juntos la reforma de la enseñanza que necesita el país para crecer.

    Lo engañó. Lo invitó de entrada a colaborar, con la ayuda de la Unesco, en el Plan Nacional de Educación 2010-2030. Se pusieron todos a trabajar full time. Mientras tanto, por detrás salían del gobierno uno tras otro múltiples negociados que después se destaparon.

    Después de tenerlos a mil durante 24 meses hasta tener un proyecto avalado por todos, el presidente alzó las manos, diciendo: “Lo lamento mucho, pero como los sindicatos de la educación no quieren la reforma no vamos a hacer nada”. Y con total desparpajo, dejó pegados a la oposición y al futuro de las próximas generaciones.

    Para ganar experiencia, de todo esto pude extraer dos conclusiones: 1) sí, se puede. Cuando es bueno para la gente y para la sociedad, teniendo clara la meta y poniendo el empuje que haga falta, tenemos recursos que no podrán detener la “máquina de impedir” ni los intereses creados. Como nos pasó en la pandemia. 2) Cuidarse de los soberbios o los sabihondos, que hacen promesas que ellos saben que no se pueden cumplir, y me lo dicen en la cara para que los vote; porque otras cosas que harán mejor las esconden.

    Es hora de discernir y pensar bien a quién votar el 27 de octubre.

    Y, como cristiano, no puedo votar partidos que apoyen el aborto de los bebés aún no nacidos.

    Ing. José Martín Zorrilla