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De los mega set de producciones de Hollywood al Sodre; una realizadora de vestuario uruguaya experta en teñido

Lucía Gómez vivía en Inglaterra, trabajó para El señor de los anillos y ahora trae su conocimiento a los talleres del Sodre

Redactora de Galería

Es sabido que las producciones de Hollywood tienen una lista de requerimientos muy pretenciosa, al punto de necesitar personas para ocupar un puesto que en Uruguay no existe. Lucía Gómez Bequio estuvo trabajando en el rodaje en Montevideo de la película El beso de la mujer araña como jefa de Arte Textil, junto a la vestuarista Colleen Atwood.

Tiene un currículum más que suficiente para defender ese puesto, pero en este caso tuvo que ser ella porque no había nadie más en el país que se dedicara a la realización de vestuario 100% artesanal.

Lucía es diseñadora, realizadora de vestuario y artista textil egresada de la UTU y la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD). Vivió los últimos 10 años en Inglaterra, donde se especializó en sastrería y realización de vestuario histórico en la ciudad de York. Trabajó para series de Amazon­, Apple TV y Prime Videos como El señor de los anillos, Invasión, The Nevers y Silo, de la mano de diseñadores de vestuario internacionalmente conocidos, como Michelle Clapton y Luca Mosca. Fue además junior de Ryan Kearney, jefe de Teñido en producciones como Games of Thrones, Downton­ Abbey y Mamma­ Mia. Sin embargo, le encantaría trabajar bordando “cositas mínimas”.

“Me dedico a todo lo que le da vida al vestuario; estampas, color, envejecimiento. Si hay sangre o sudor, también tiene mucho que ver con el maquillaje”, explicó­. Fuertemente­ inspirada en Clapton­, diseñadora de vestuario de Game of Thrones, le fascina manipular colores. Ella es la encargada de enseñar en los talleres del Sodre sobre teñidos. Hace un tiempo que los vestuaristas comenzaron a investigar en sus talleres y teñir intuitivamente sus propias creaciones porque en Uruguay hay muy pocas casas de telas (con poca variedad en la oferta), y de las que hay, ninguna se dedica a hacer tintas como lo hacían los lavaderos industriales de antes. “La idea es tratar de profesionalizar un poco más este arte medio en extinción. Yo te puedo pasar piques, ideas, formas de pensar, de buscar materiales, pero en realidad esto es una puerta que se abre porque no se sabe. Cada trabajo es nuevo”.

Vistiendo un mameluco de diseño —su ropa de trabajo refelja su estilo personal— recibió a Galería en los talleres del Sodre para mantener una conversación que podría haber tomado cualquier otro rumbo, pero se fue por uno muy personal y analítico, ideal para conocer de primera mano este arte.

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Vestuaristas trabajando en los talleres del Sodre.

Vestuaristas trabajando en los talleres del Sodre.

¿Qué nos dice la ropa?

Imprime la historia a un personaje, es su piel, lo primero que ves de alguien. Está tan en nuestro inconsciente, pero te da un montón de información más allá de lo estético; te ubica espacial y temporalmente, además de lo obvio: estrato social, si es ropa de trabajo, el tipo de trabajo… Hay mucha información. En El señor de los anillos­ había un grupo que vivía en el desierto y eso lo tenías que contar primero a través de la ropa. Pensar en cómo se va a ver la tierra, la arena, si para eso usás harina, es un trabajo muy creativo.

Y a la vez muy experimental, porque esto requiere pruebas e investigación.

En cada trabajo que hago voy haciendo como un librito, una Biblia­, porque esto es como ir ampliando el vocabulario pero con materiales. Entonces, de repente, hacés una mezcla que no te termina sirviendo, estás buscando algo que se parezca más a la sal, por ejemplo, pero lo guardás para otro efecto en otro momento. En mi último trabajo me tocó hacerle la ropa a un preso político que entre torturas se hace caca encima. Nunca había tenido que hacer caca­. Ahí se abre todo un proceso de investigación, no es que abro un libro y hago. Y gracias a la magia del cine nada es lo que parece. Me pasa con el barro. El barro normal no sale como barro en cámara. Cuando vos filmás, tenés que pensar mucho en el balance de blancos y en los colores. Yo hago barro falso, a ese le puedo manejar el color para que se parezca en pantalla.

Si la ropa es lo primero que ves de alguien, su piel, ¿sos de analizar a las personas bajo ese lente?

Un poco sí, pero desde el lado de recabar información. Es medio inevitable. Además, si te toca reproducir a una persona común, por llamarle de alguna manera, hay que ser muy observador. En la decisión de vestirse hay un mensaje, si te ponés un jean o seguís la última moda. A mí no me enloquece la moda pero me gusta inspirar nuevas ideas, siempre estoy mirando desfiles y últimamente estoy fascinada con el último de Galliano­, para Margiela, que es extremadamente teatral. Tiene mucho de lo que yo hago, está todo bastante intervenido. Pero cuando yo me visto, me fijo mucho más en la textura de las cosas y en el corte que en tendencias. No me interesa que se vea bien, se tiene que sentir bien. Soy muy freak de las texturas y el tipo de tela.

Y a la hora de vestir a un personaje­, ¿cómo se da el balance entre algo que tenga que ser atractivo pero a la vez sea realista?

Me pasa mucho eso de que si es un personaje de desierto, se tiene que trabajar con arena, con tierra, y no. Depende de cada situación y cada producción. Aunque se trate de un mundo de fantasía es muy importante la coherencia en todo lo que respecta al arte, es una decisión que se tiene que tomar de antemano. Existen aliens, entonces el alien ¿sangra?, ¿cómo se ve la sangre de ese alien? Un vestuario está bueno cuando no te llama la atención en el sentido de que no se sale de contexto. Tampoco se trata de una dinámica entre llamativo o minimalista, porque puede haber algo que sea llamativo, que desencaje, pero siempre con una intención.

¿Que espacio queda entre la estética y la funcionalidad de esa ropa, en cuanto a que el personaje se pueda mover?

Eso también depende de cada producción. A veces generamos incomodidad a propósito. El vestuario puede llegar a definir los movimientos del personaje, su manera de actuar, no existe una regla que diga que las cosas tengan que ser cómodas. Por ejemplo, a mí me encanta trabajar con corsets porque amo el vestuario de época. Y hay millones de corsets, cada siglo tiene su tipo y manera de hacerse. Los del siglo XV tienen una especie de madera atravesada en el medio, que es una tortura de usar.

¿Cuánto de creatividad hay si te toca vestir, por ejemplo, a un blandengue y ya se sabe cómo se tiene que ver un blandengue?

Depende mucho de qué tan fiel quiera ser la producción. Por ejemplo, en Bridgerton si bien tienen una reminiscencia de 1830, los vestuarios no son históricamente fidedignos. Y esa era la idea, hay una decisión de una producción que no quiso ser purista y está bien, no deja de ser un universo creado. En la serie hay personajes negros, y eso en esa época no pasaba, hay una licencia poética en esos sentidos. Para el último diseño que hice tenía que representar a la Victoria de Samotracia, la estatua que está afuera del castillo Pittamiglio, que no tiene cabeza, no tiene brazos, tiene alas. Ahí partía de una cosa que si bien era real, ¿cómo llevás todo eso a la ropa? Hay que negociar con los que dirigen también, cuántas licencias te podés tomar. A veces te toca copiar algo y listo, tenés que copiar. Todo siempre depende del caso.

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¿Cuál fue tu trabajo más grande?

El señor de los anillos, año y medio. Extremadamente exigente. Un equipo enorme, un nivel nunca antes visto. Millones gastados en una producción gigantesca con un área textil de 25 personas. Había gente que se dedicaba exclusivamente a hacer armaduras, calzas, cosas de cuero, sombreros… Siento mucho respeto por esa gente que tiene un oficio tan manual y artístico como ese, que además somos los que siempre estamos en la sombra. Pero está bien así, no me interesa mucho estar muy adelante.

¿Cómo se manejan las presiones?

Siempre se llega, de alguna forma u otra, no sé qué pasa pero hay como una magia que al final siempre sucede algo y se llega. Al principio me costaba relajarme, tenía miedo de mandarme una macana, pero siempre encontraba la forma de arreglarla. Acá es fundamental que la dirección sepa comunicar lo que necesita, ser claros para coordinar a todos los equipos. Así si hago ceniza, la de la ropa termina viéndose igual que la que haya en el escenario y la que llevan en la cara. Me ha pasado de que me piden “pantalones un poco más usados...”. ¿Y eso qué significa? ¿Más gastado, más roto, más manchado, más arrugado?

¿Qué desafíos hay para volver este rubro más sostenible, pensando en los desperdicios, en el tipo de químicos y tintas que se usan?

Es un camino largo, pero se empieza por reutilizar las cosas, porque todo se puede transformar en el arte. Igual antes que eso Uruguay­ tiene que crecer mucho, tener más ambición en esta industria porque últimamente ha habido muchas producciones grandes acá que demostraron que tenemos la capacidad, quizá no los recursos económicos, pero sí grandes profesionales. En Inglaterra, para cada cosita había un producto, y sin él ya no sabían qué hacer. Me decían que yo no le tenía miedo al peligro porque los sacaba del pozo como y con lo que podía, porque claro, ya estaba acostumbrada de acá a trabajar con nada.