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“Hay ámbitos que, históricamente, no se hicieron a nuestra medida. Siento que la industria no está pensada para nosotras; nos costó y nos cuesta mucho el poder conversar a la par y que realmente se nos considere cuando lo hacemos en estos temas”. Esa reflexión que la titular del Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), Fernanda Cardona, compartió el martes 25 en M-Industria Primer Encuentro de Mujeres Industriales, fue el puntapié para que repitiera su “mantra” feminista sobre la “obligación y la responsabilidad de trabajar para multiplicar las oportunidades para las mujeres”.
Luego comentó que se está reformulando el área de género del MIEM, desde donde impulsará políticas que promuevan la equidad a todos los niveles del sector, también con las empresas públicas.
“Las mujeres que están en la industria lideran proyectos, innovan y sostienen sectores enteros de nuestra economía”, concluyó Cardona al cierre del encuentro organizado por su cartera y la Cámara de Industrias (CIU).
Trabajo femenino
En 2023, el total de trabajadoras en la economía era de 755.000, representando el 46% del total de la fuerza laboral, según los datos presentados por la jefa de la Dirección de Estudios Económicos de la gremial manufacturera, Valeria Cantera. La economista mostró en grandes números que las mujeres ocupadas en la industria contribuyen en 8% del empleo a nivel país, detrás de otras actividades, como el comercio, los servicios sociales y de salud, las actividades en el hogar y la enseñanza. Sin embargo, el sector fabril emplea más mujeres que la administración pública, los restaurantes y hoteles, el agro y la construcción.
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A la interna del sector manufacturero, la mano de obra femenina alcanza el 34% del total de empleos, con 58.000 puestos en 2023, según los microdatos de la Encuesta Continua de Hogares procesados por la CIU. Eso representó una disminución de 1,5% en comparación al 2022, apuntó Cantera, que no arriesgó a decir si esa tendencia seguirá constatándose a la luz de la información del 2024 (no disponible aún).
En retrospectiva, la participación se ha mantenido en las últimas dos décadas por encima del 30% de los ocupados totales en la industria y solo en 2010, 2011 y 2022 superó el 35%, graficó la economista.
Por categoría de ocupación, el 65% de las mujeres en la industria son operarias, el 28% “empleadas” y 7% se desempeñan en tareas técnicas y profesionales. Como en el caso de los hombres solo 5% ocupa puestos de mayor calificación, Cantera destacó que existe un potencial mayor para la innovación vinculado a la fuerza laboral femenina.
Eso va de la mano del nivel educativo de las mujeres ocupadas en el sector, que, en proporción, es más elevado entre los trabajadores que cursaron bachillerato (38% mujeres y 33% hombres) y el nivel terciario (23% mujeres y 15% hombres). En contrapartida, hay menor peso de las mujeres con primaria y ciclo básico, con relación a la fuerza laboral masculina.
De las 58.000 mujeres ocupadas en todo el sector, más de 14.000 lo hacen en el rubro panadería, donde casi la mitad (49%) de la fuerza laboral es femenina. En la industria de la vestimenta y prendas de piel, la participación de las trabajadoras es de 89% —con unos 6.700 puestos—, y en los frigoríficos alcanza al 23%, con 3.800 en un total de 16.500 ocupados. También es relativamente intensivo el trabajo femenino en la fabricación de productos farmacéuticos (47%), lácteos (33%) y actividades de impresión (42%).
El nivel salarial promedio, calculado por la CIU a pesos constantes, para una trabajadora de la industria se ubicó en $ 41.141 mensuales en 2023, 14% superior al que perciben en el resto de la economía ($ 36.205).
Para Cantera, en los últimos años se han logrado “avances en la inserción” laboral de la mujer. Apuntó que existe un porcentaje importante de otras con posibilidad de hacerlo e impulsar el crecimiento económico.
Luego, la economista Alma Espino, presidenta del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo, puso énfasis en la autonomía económica de las mujeres desde una “perspectiva feminista”, describió el trabajo remunerado y no remunerado y las características y brechas que los atraviesan.
Entre sus recomendaciones, mencionó llegar a acuerdos más amplios, tanto en el ámbito público como privado, para promover actividades económicas más intensivas en conocimiento que puedan aprovechar las nuevas generaciones más formadas de mujeres. También habló de “fortalecer los ingresos públicos y expandir el gasto con una orientación estratégica, lograr financiamiento de las políticas de igualdad de género y garantía de los derechos de las mujeres”.
Además, Espino propuso trabajar más con los programas de capacitación para ampliar los rubros en los que se forman las mujeres hacia sectores en los que son minoría o están ausentes. Destacó la importancia de las políticas educativas para disminuir la “segregación previa” al ingreso al mercado laboral, promoviendo el acceso a la formación de las mujeres en ciencia, tecnología, ingeniería, etcétera.
En lo referido al ámbito empresarial, aludió a poner en práctica mecanismos de ascenso y promoción de las mujeres para que alcancen determinados niveles de jerarquía y atraer el talento femenino mediante llamados de reclutamiento diseñados para ello.
Los temas expuestos fueron abordados después por una decena de mujeres empresarias que conversaron sobre liderazgo, dificultades y desafíos que enfrentaron en sus negocios, en la carrera profesional y el ecosistema de apoyos públicos existente.
