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Maxi Guerra: el uruguayo detrás del podcast de gastronomía más escuchado de latinoamérica

Gastropolítica, el premiado podcast de Maxi Guerra, traza caminos inesperados para contar historias donde la política y la gastronomía se cruzan y retroalimentan

Redactora de Galería

“Hay un libro que leí casi por casualidad”, dice al pasar el uruguayo Maximiliano Guerra en su presentación en el Festival Estación Podcast, en Madrid, y luego continúa con la historia Una voz astringente, el capítulo más reciente cargado en su canal de podcast Gastropolítica en Spotify. La frase es recurrente al conversar con este comunicador que, casi­ desde que terminó su educación formal en gastronomía en el Instituto Gato Dumas, se dedica no a la cocina sino a la creación de contenido: como editor de la revista de humor Un Huevo; haciendo videos de recetas con historia en el Portal 180; o columnas radiales en los programas Otro elefante, de Radio Urbana; en Quién te dice, de Del Sol, donde actualmente mantiene una columna quincenal sobre libros, y en La mesa de los galanes, de la misma radio, donde es habitué los días lunes.

Sus intereses variados y su dispersión —en los términos que él usaría— lo llevaron a empezar y abandonar las carreras de Letras, Filosofía y Antropología. También estudió y trabajó en cine por un tiempo, pero sus ganas de dedicarse a algo más tangible lo encaminaron hacia la gastronomía. “La cocina siempre estuvo a la vuelta”, explica, y hace referencia a las raíces italianas y libanesas de su familia. El camino gastronómico se le fue dando de forma fluida: estudió cocina griega en la Fundación Tsakos y obtuvo una beca para estudiar cocina regional del Véneto, en Italia, zona de donde provenían sus abuelos paternos.

Su encuentro con la gastronomía fue un alivio, principalmente para sus progenitores, que se preocupaban por sus “desvíos” anteriores. Aunque lo que en ese momento veían como una debilidad, hoy Maxi lo siente como su gran virtud: ese recorrido de carreras truncadas le dejó lecturas que fue valorando con los años. Quizá fue su padre, Víctor Guerra, el ávido lector que marcó el camino de Maxi, que encuentra en cualquier tipo de lectura, sea la historia de la cocina japonesa o de la mafia siciliana, las puntas para alimentar sus historias gastronómicas. El cine también ha sido un buen compañero en esa búsqueda, que Maxi asegura no es adrede, sino que se mueve por su interés y hace que en los lugares menos esperados encuentre el primer hilo de la madeja que luego se transformará en historia.

Pero volviendo al tema de su formación, señala que aunque se hable mucho de la cuestión del abandono universitario, todas las carreras que hizo, aunque las dejó pronto, lo marcaron por todo lo que aprendió, aunque fue algo que se dio cuenta después, no mientras las cursaba. “Tener intereses muy diversos hace que no puedas seguir una línea recta. En mi trayectoria no he seguido una línea recta, y al contar historias tampoco lo hago. Hay un disparador, pero en el medio me voy desviando, y en esos caminos laterales es donde está la riqueza de cada episodio que hago, cada texto que escribo. Pero cuando tenés 18 o 20 años, explicarles a tus padres que otra vez estás dejando una carrera, y que vean que no estás consiguiendo un trabajo específico porque estás intentando muchas cosas, no es fácil de llevar”, recuerda Guerra, ahora con 39 años.

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De hecho, en la presentación en vivo que hizo en España —a donde viajó como nominado a Mejor anfitrión en los Premios Ondas­ Globales de Podcast, uno de los reconocimientos más importantes al formato en Iberoamérica— habló mucho sobre el poeta y músico tacuaremboense Washington­ Benavides, quien fue docente suyo en el primer taller de la carrera de Letras.

“Fue la primera vez que un uruguayo estaba nominado al Premio Ondas con su propio podcast­. La nominación ya fue un montón, aunque no lo gané”, admite un recién llegado de España, Guerra. Sin embargo, lo que no le ha faltado a Gastropolítica —el podcast escrito, narrado y editado por él, al que define como una serie de historias, lecturas e ideas conectadas a través de la comida— en sus cortos tres años de vida han sido reconocimientos. Además de convertirse en el podcast gastronómico más escuchado de América Latina, en 2024 ganó el premio a Mejor narración sonora emergente en español, en México, y en 2025 fue reconocido por la revista Forbes como uno de los 50 mejores podcasts del año, destacando su cuidada edición sonora, así como la ecléctica ambientación musical que acompaña la narración.

La génesis de Gastropolítica

Antes de que el podcast se consolidara, Maxi ya estaba parado sobre una base de 200 columnas que había hecho para la radio y estaba pensando en plasmarlas en un libro, pero le estaba costando llevarlas a papel. En ese momento cerró Radio Urbana, perdió su ingreso principal y se le ocurrió ir por un camino distinto, el del podcast­, donde a su voz y estilo característico de contar historias podía sumarle archivo sonoro, música y trabajo de edición en posproducción­, además de un guion propiamente dicho y no un esquema con puntos clave como el que preparaba para las columnas de radio, que eran mucho más conversadas. Sus referencias no eran de podcasts —hasta ese momento no los consumía—, sino de cine documental. Disfrutó armando esos guiones, tenía fe en las historias, que además las tenía muy “masticadas”. Al estar contándolas de nuevo podía incluir detalles que habían quedado afuera o información nueva que le permitía actualizarlas. Además, pudo desempolvar las habilidades de edición de audio que había desarrollado en su época de cineasta. Sus amigos del mundo del cine lo ayudaron con cuestiones de edición y consejos, pero desarrolló el proyecto “como hombre orquesta”, ocupándose de todo.

“La economía la logré porque empecé a trabajar en una librería gastronómica y a escribir sobre café para Culto, La Tostaduría. Con eso recuperé lo que perdí en la radio. Entonces, no tenía urgencia de vender el podcast”, cuenta. Fueron meses de ensayo: buscando la voz adecuada, puliendo la narración. No quería algo conversacional, quería generar un producto que tuviera un desarrollo narrativo distinto. “Como era algo propio, no ligado a una productora o marca, me robé tiempo de mi vida. No lo lancé hasta estar muy seguro de lo que iba a hacer”. Tres o cuatro meses después, con un par de capítulos ya producidos, se animó y lo publicó de forma independiente. Y la apuesta funcionó. La exigencia sonora y el trabajo estructural se notan desde el primer episodio, que se titula ¿Qué tan fascista es mi cafetera? Trata sobre la Bialetti, la cafetera más icónica del siglo XX, y es el capítulo más escuchado desde que inició el podcast en mayo de 2022.

Gastropolítica despliega historias que van desde la obsesión lechera que llevó a Cuba a competir por un récord Guinness con una vaca como emblema nacional, hasta el recorrido del chivito uruguayo y su contraparte valenciana, pasando por la transformación de la pizza en un símbolo de Berlusconi.

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Maximiliano Guerra, creador de Gastropolítica

Maximiliano Guerra, creador de Gastropolítica

¿Formato replicable o sello personal?

Consultado sobre si Gastropolítica es una representación de su persona e intereses, responde que es más bien una mirada en la que la cocina y su vínculo con la política están en el centro, pero que se puede replicar esa forma a otros asuntos. “Lo he hecho con distintos temas. Hacía una columna cromática en (el programa de radio) Otro elefante, donde cada entrega era un color y usaba el mismo sistema de pensar por disparadores”.

Además, cuenta que hacía columnas radiales sobre “las camisetas dispersas”, en las que partía de una camiseta de fútbol —otra de sus pasiones— y saltaba a hablar de los árabes en Francia cuando ganaron su primer Mundial. “Tengo esa mirada, puedo agarrar casi cualquier objeto, no solo gastronómico, y pensar la trazabilidad narrativa detrás”, asegura.

El episodio más escuchado de la última temporada fue Moka no es moka ni es moka, que explora lo confuso que puede ser el lenguaje del café cuando una misma palabra remite a cosas distintas: de la cafetera moka, a la bebida chocolatada, hasta el puerto yemení donde se originó el café tostado. “Después apareció el color mocha mousse como color del año en Pantone, hubiera sido ideal haber tenido esa data al momento de hacer el podcast”, desliza, soñando con una próxima entrega, vaya a saber en qué formato.

Para Maxi, el tema es la trazabilidad narrativa: saber de dónde viene un grano o por qué un objeto es lo que es, cómo a alguien se le ocurrió por primera vez tostar café. “Me interesa mucho agarrar algo físico —un cuaderno, un lápiz— y entender su historia. Sobre todo, en los objetos físicos y la comida es donde tengo más atracción”.

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Para este año, Maxi Guerra planea terminar una nueva temporada de Gastropolítica de. 20 episodios, publicar capítulos de Dietario disperso sobre el viaje a España y la traducción de Gastropolítica al portugués

Para este año, Maxi Guerra planea terminar una nueva temporada de Gastropolítica de. 20 episodios, publicar capítulos de Dietario disperso sobre el viaje a España y la traducción de Gastropolítica al portugués

Oídos internacionales

“Mi cultura del podcast vino después de empezar con Gastropolítica. Mi referencia de montaje y voz venía del mundo del cine documental”, explica quien hoy admite ser un escucha frecuente de este formato.

Sobre el fenómeno del podcast, explica que es un medio muy reciente, no tiene más de 20 años. “Cuando empecé no había muchas cosas y ahora se utiliza mucho también el videopodcast­”, dice, aunque asegura que este no será el próximo paso para Gastropolítica­. “Ahí ya pasaría a ser documental, que me encanta, pero es otro formato”, concluye.

Mientras tanto, y atendiendo a todas las repercusiones que lo llevaron a extender su viaje a España por dos semanas para visitar colegas, dar entrevistas y reunirse a escuchar propuestas para colaboraciones, Maxi sigue siendo un hombre orquesta. Para este año planea terminar una nueva temporada de Gastropolítica­ de 10 episodios, publicar capítulos de Dietario disperso —un subproducto de Gastropolítica­ en el que Maxi habla sobre su semana gastropolítica— sobre el viaje a España y la traducción de Gastropolítica al portugués, con la ayuda de una traductora profesional y de inteligencia artificial para el doblaje de su característica voz.

Su audiencia está distribuida 20% en Uruguay­, otro tanto en Argentina, seguido por Colombia y España. En tanto, la edad de la mayoría de su público oscila entre los 22 y 45 años.

En Uruguay, los podcasts en general no se sustentan con suscripciones que habiliten acceso a contenido exclusivo o contenido que se libera antes que al público general, como sí sucede en otros países, porque la cultura de suscripciones es aún incipiente. “No tengo un método definido, sigo desentrañando cómo hacerlo”, admite, y agrega que las plataformas a las que se suben los episodios, como YouTube, Apple Music y Spotify, permiten monetizar poco y algunas directamente no pagan. En general, los contenidos se sustentan con el apoyo de patrocinadores y por actividades que van surgiendo bajo el paraguas de la marca.

Además, el podcast le abrió otras puertas, como la de la docencia, que nunca pensó que exploraría. Actualmente, dicta un curso de Podcast Gastronómico en The Foodie Studies, abierto a todo el mundo; antes de viajar, brindó un taller presencial también de Podcast Gastronómico en Café Doré, hace presentaciones en vivo y hasta tiene una línea de café. Con todos estos proyectos entre manos, no cocina tanto como le gustaría, pero en el podcast demuestra su amor por la gastronomía con su estilo tan particular.